PJ

Ernesto Eimil
El Caimán Barbudo
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4 min readAug 28, 2019
Pedro Juan Gutiérrez. Foto tomada del blog Santuario

DOMINGO

No puedo dormir. Es ese texto de Raymond Carver. Lo sé. Los gatos, con su chk, chk, chk, también. Pero sobre todo es Carver. En la mañana despierto con mal cuerpo.

El año pasado terminé La senda del perdedor, de Bukowski. Llevo dos Bukowski, un Palahniuk y varios de Carver. “Estoy anestesiado para la inmundicia, como con alcohol y pastillas”, pienso. Pedro Juan (PJ) comienza a entretenerme.

Le presto mi libro a Ignacio, mojigato de los bajos. Es un experimento. Tengo curiosidad por su reacción. Definitivamente tendrá mayor efecto en él. Siempre que subimos al ascensor, él se muestra dicharachero y yo distante. No me cae mal, pero lo evito. Desconfío de cualquiera que tenga nombre de fraile dominico y cara de apóstol. Es amanerado. Detesta las malas palabras. Como Sandra. Al otro día me invita a merendar para discutir la lectura. No me entusiasma mucho la idea. Pero habrá aceitunas.

Por la noche, película de Bruce Lee.

LUNES

Reviso la estantería de Ignacio. Encuentro varios pecados literarios tan lamentables como la autobiografía de Jennifer López. No es lo peor. Hay ejemplares de Paulo Coelho, Dan Brown, Corín Tellado. Jennifer López al menos tiene buenas piernas.

Mala digestión. Al parecer las aceitunas estaban cortadas. Me siento al borde de la muerte. Como cuando a Rey lo muerden las ratas.

Al abrir el armario siempre te caerá un cadáver. Algún marinero inocente o algo. A Ignacio le está gustando mucho la novela. Bastante. Creo que se siente culpable por ello. Sueño que irrumpe en sus clases de teología con un revolver diciendo “esta mierda rebosa arte”. Así es como habla él. Si dijera mierda, claro.

MARTES

En el lobby Ignacio confiesa que se ha insinuado a Yaíma, la jinetera local. Debe ser la influencia de PJ. Yaíma rima con Yamilé. Recuerda a la amiga de Sandra. “Llévame a dar una vuelta en un taxi sin techo, vámonos por ahí”, le dice días después. Me hace sonreír. Qué mujeraza, la Yaíma.

Llueve y hace sol. Se casa la hija del diablo. Ignacio con los días tiene una pinta descuidada. Ropa sucia. Fuerte olor en las axilas. Lo evito aún más.

Tengo una necesidad imperiosa de medias nuevas.

MIÉRCOLES

Dejo a Rey a un lado y leo a Borges. Siempre me da aplomo. Una de mis reflexiones borgianas favoritas es esa que habla de la historia paralela de la cultura. Todos los libros que han llegado a nosotros son producto del azar y del juicio editorial de hombres sin rostro. Existe un mundo literario que no vemos, compuesto por todas las obras que no superaron el rechazo. Si el realismo sucio fuera mainstream, PJ no hubiera esperado 20 años para ver publicada su magnum opus en el país que siempre vivió. Los clásicos imperdibles son producto de un juego de dados. Tal vez los señores que escondieron a PJ no sabían lo que eran las perlanas.

La tarde transcurre a pasos cortos. Tal vez en la noche me haga una paja.

JUEVES

Yo no fumo. Pero ahora mismo me ventilaría un buen cigarro. Uno de esos H. Upmann sin filtro. Sostenido con el índice y el pulgar, como John Wayne en TheQuiet Man. Los personajes repiten que no hay nada, solo ron y cigarros. Ron y cigarros. Son pesimistas. Parecen estar convencidos de que cada hombre es un criminal, una aberración. Me pasa lo mismo cuando leo a Onetti. Luego se diluye el efecto y vuelvo a creer en Dios. Yo no fumo. Pero ahora mismo saborearía un buen Lancero.

Hace un día espléndido. Si no tienes amigdalitis aguda unilateral, la vida es bella.

Encerrado en el baño trato de leer lo que resta de un tirón. “Una señora rubia y sonriente, al parecer desordenada de amor, se asomó entre las persianas francesas. Por un instante se miraron a los ojos, pero todo quedó en ese fugitivo rayo de luz entre dos personas que se tocan con la mirada…” Me divierte la referencia. Leo hasta que se duerme una pierna. Ese es el límite. Es asunto de dignidad, un hombre siempre ha de salir del cuarto de baño por su propio pie.

Me he manchado la camisa con salsa de tomate.

VIERNES

Plaza de Armas. 10:00 AM. Un viejo que vende souvenirs del socialismo duro a turistas ve mi copia de El Rey. “Antes lo vendíamos a 20 CUC; 6 a los cubanos”. Los good old times. Ahora no tiene sentido hacerlo. El anciano es huesudo y de cejas pobladas. Advierto su innegable parecido con PJ. Parece mentira que no lo haya descubierto antes. Son idénticos. “Mis amigos canadienses me dicen Peter John”, advierte sardónico. Me alejo trastornado.

SÁBADO

PJ no es un estilista y no necesita serlo. Ser estético sería ser incongruente. En El Rey de La Habana todo termina muerto. Incluso el arte. Sobre todo el arte. El texto no depende de recursos. Su poesía es lo feo y grotesco.

Abro una cuenta falsa en Facebook. Después de darle vueltas me decido por José Linares Correa, de Sibanicú, domiciliado en La Habana.

“Yo soy yo. Y él es mi sombra”. Ediciones Unión. 2015. PJ entrevista a su alter ego. Pienso en Peter John.

DOMINGO

No puedo dormir. Doy vueltas hasta que me canso. Casi amanece. Camino a oscuras hasta la cocina. Bebo un vaso de agua. Son las 7 de la mañana. No tiene sentido que vuelva a la cama. Enciendo la laptop. Comienzo a escribir. Los gatos siguen jodiendo.

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