Premio FIPRESCI del 44 Festival Internacional de Cine de La Habana:
Un viento que libera las almas

El Caimán Barbudo
El Caimán Barbudo

--

Interpretada en clave de parábola religiosa, El viento que arrasa es un duelo entre el Cielo y la Tierra por retener la custodia de unas almas juveniles dentro del rebaño de ovejas.

Por Rafael Grillo

Interpretada en clave de parábola religiosa, El viento que arrasa es un duelo entre el Cielo y la Tierra por retener la custodia de unas almas juveniles dentro del rebaño de ovejas. Pero en esta película esos espacios extremos no simbolizan lugares definidos del Bien y el Mal, ni tampoco son esos adolescentes unos seres vacíos de deseos, que no hagan resistencia a las pretensiones de control de las figuras de autoridad.
El reverendo Pearson, interpretado por el chileno Alfredo Castro, arrastra de pueblo en pueblo a su hija Leni (Almudena González), convertida en su asistente, en la prédica de la Palabra del Señor. El actor español Sergi López da vida al Gringo, mecánico de autos asentado en medio de la pampa, que tiene como ayudante a su hijo Tapioca, de rostro deforme, al que controla con su fuerza física y carácter huraño. Las figuras maternas solo aparecen como alusión, pues en algún momento del pasado desaparecieron, dejando atrás la cárcel autoritaria.
El choque de ambos mundos ocurre cuando el auto que transporta a Leni y el reverendo se descompone y la única solución es entregarse a las habilidades del Gringo y su destartalado taller. En el tiempo de espera, Pearson querrá cumplir su exaltada misión y convertir a Tapioca a su fe y arrebatarlo del redil del padre. A pesar de su educación deficiente, El Gringo percibe la manipulación y hace resistencia.
Mientras, para los dos jóvenes esa batalla tiene sentidos diferentes. El capricho del padre refuerza en Leni su pérdida de confianza y los deseos de romper cadenas. Para Tapioca, los sermones del reverendo brindan el consuelo y sentimientos ausentes de su vida y una vía de liberación.

En esta película de producción argentino-uruguaya, basada en una novela de la reconocida escritora Selva Almada, lo que comienza como una road movie deviene en un drama claustrofóbico, encerrados los cuatro personajes y sus intereses divergentes entre las paredes de la casa-taller del Gringo, en contraste con la amplitud del espacio exterior. Afuera, el viento y la lluvia se desatan, prolongan el encierro y amplifican las tensiones, subrayadas por la eficaz partitura musical de Luciano Supervielle.
La directora argentina Paula Hernández ha renunciado aquí al distanciamiento y la mirada oblicua de películas suyas anteriores, como la multilaureada Los Sonámbulos (2019), para concentrar su fotografía (conducida por Iván Gierasinchuk) en encuadres frontales, que dan de lleno sobre las caras y revelan las contradicciones del mundo interior de los protagonistas.
En el personaje de Leni aflora la dualidad de amor-odio hacia Pearson, su rebeldía y las ganas de abrirse hacia las emociones que ya no encuentra en los cantos religiosos pero sí en la música rock. La rabia en Tapioca, contenida delante del Gringo y desbocada en su ausencia; y su confusión ante la nueva perspectiva de vida que ofrece el camino del reverendo. La amoralidad terrenal y la simpleza intelectual del Gringo. Y el reverendo Pearson, delineado hábilmente por las sutilezas del guion y la actuación magistral de Alfredo Castro, para extraer su esencia última, que no es la del simple charlatán o el farsante que lucra a costa de la religión, sino la del fanático convencido.

Estrenada mundialmente en el Festival Internacional de Cine de Toronto (TIFF) y película de apertura en la competencia Horizontes Latinos del Festival de San Sebastián (SSIFF), la película de Paula Hernández resulta plena de actualidad para el mundo que hoy vivimos por su inteligente manera de desafiar los determinismos familiares y sociales y denunciar las doctrinas populistas y grandilocuentes que sofocan las libertades bajo un discurso simulado de integración y armonía.
En su cualidad de película “pequeña”, que contiene cualquier ambición de magno espectáculo cinematográfico o de alardes experimentales, para enfocarse en unas circunstancias humanas y subrayar su mensaje, desde una gramática clásica del cine en cuanto a aspectos formales y estructura narrativa, El viento que arrasa es un auténtico modelo a seguir. Su paso por el 44 Internacional Film Festival de La Habana en este diciembre consiguió atraer los aplausos del público y se llevó la recompensa del premio que otorga la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica (FIPRESCI).

--

--