Rafael Grillo: periodismo vs. literatura o «el cuento de la realidad»

El Caimán Barbudo
El Caimán Barbudo
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15 min read2 days ago
Desde su puesto como profesor de la asignatura Taller de Estilo y Narrativa en la Facultad de Comunicación Social de la Universidad de La Habana y en otros disímiles escenarios, Rafael Grillo divulga lo que él prefiere llamar “periodismo narrativo”, por delante de denominaciones afines como “nuevo periodismo”, “periodismo literario” y “crónica”.

Entrevista que es también debate, acerca de la «polémica que no cesa» sobre las confluencias e intercambios entre ambas prácticas de la escritura…

Por Alexis Castañeda Pérez de Alejo
Fotos: Cortesía del entrevistado.

El contrapunteo especulativo entre periodismo y literatura es un tema recurrente. Son numerosos los ejemplos donde se hacen evidentes las confluencias e intercambios de técnicas y otros recursos entre ambas prácticas. No obstante, no se ha avanzado mucho en pos de, al menos, un consenso; por lo que aún pervive una «polémica que no cesa», según palabras que le escuché en una ocasión a la profesora Miriam Rodríguez Betancourt.

Buena parte de las razones de la permanencia de esta incertidumbre radica ciertamente en la falta de un pensamiento teóricamente unificador. Además, se suma la falta de reconocimiento del acontecer predecesor de esa tendencia, con un largo período de evolución en prácticas comunicativas aun anteriores al estallido del llamado Nuevo Periodismo, movimiento que tuvo como principal logro precisamente el haber cuestionado las diferencias entre periodismo y literatura a partir del estilo que impusieron adalides como Tom Wolfe, Norman Mailer y Gay Talese.
Pero este debate entraña una discusión histórica. Ya en 1845 Joaquín Rodríguez Pacheco defiende los derechos literarios del periodismo ante la Real Academia Española. En 1895 es Eugenio Sellés quien, con su discurso de ingreso a la Academia, se refiere al periodismo como un género literario, comparándolo con la historia, la novela, la crítica y la dramática. No obstante, esta disciplina continúa en su sombra de acompañante menor. El propio Unamuno llega a decir que el periodismo mata a la literatura.
Cuando se habla de un periodismo literario, se apunta a una transposición de lenguajes: el discurso puede ser netamente informativo y, por momentos, literario. Resulta una coalición entre ambas técnicas: el lenguaje periodístico puede ser más cierto mientras más suma en su búsqueda estética.
Esta clasificación es a la que más se ha recurrido para denominar esa cualidad de la escritura, y dentro de la cual podemos ubicar ahora a figuras que han dejado, con su obra periodística, una marca en la literatura contemporánea, como Ernest Hemingway, Rodolfo Walsh, Truman Capote, Gabriel García Márquez, Elena Poniatowska, Ryszard Kapuściński y muchos más; pero esos nombres no han significado por sí solos todavía la aceptación de esa corriente.
Sin embargo, no pocos autores ven la cercanía que existe entre el periodismo y la literatura, especialmente marcada en algunos géneros en específico. Encarnación García de León apunta: “El carácter intertextual, polifónico y plurilingüe (Bakhtin) del género «novela» absorbe diversos lenguajes que le aporta otro tipo de prosa como diarios, ensayos, cartas, libros de viajes…No es de extrañar pues, que entre periodismo y literatura se difuminen los límites. El carácter intencionalmente heterogéneo y versátil de la novela, así lo permite… El lector se implica más en la obra literaria cuando su realidad coincide con la del escritor y por tanto prima en su interés la veracidad de lo relatado”.1
Ficción y no ficción, entonces, son realmente categorías relativas.
El gran poeta nicaragüense Rubén Darío dijo: “El periodista que escribe con amor lo que escribe, no es sino un escritor como otro cualquiera”.2 En su artículo “El periodista y su mérito literario” afirmó: “Hoy y siempre un periodista y un escritor se han de confundir”.3 Por otra parte, Carpentier veía la única diferencia entre el hacer periodístico y el hacer literario en lo que él llamó «una cuestión de estilo».4
Los dardos se cruzan en el éter de la discusión, y rechistan los encuentros de criterios y las «conclusiones» cerradas. El periodista y también escritor gallego Manuel Rivas, por su parte, atestigua: “El periodista es un escritor. Trabaja con palabras. Busca comunicar una historia y lo hace con una voluntad de estilo”.5
El Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez dejó para la historia de la literatura, pero también del periodismo, la siguiente afirmación: “A un escritor le está permitido todo, siempre que sea capaz de hacerlo creer. Eso, en general, se logra mejor con el auxilio de ciertas técnicas periodísticas, mediante el apoyo en elementos de la realidad inmediata”.6
También ratifican sus palabras las del escritor español Miguel Delibes: «Ya he dicho: me parece que la literatura es el periodismo sin el agobio del cierre».7
Sin embargo, en Cruzar el Danubio (Premio Nadal, 1995),8 Ignacio Carrión arremete contra el oficio periodístico, y en especial el periodismo literario, que para el protagonista narrador es el cáncer de la literatura y del periodismo. Porque cuanto más literario es el periodismo, más putrefacto es, dice.

Situado en estos laterales de la palestra, se me ocurre provocar a un escritor de la prensa, destacado en su trayectoria a pesar de su juventud. Profesor de esta disciplina académica, específicamente de la asignatura Taller de Estilo y Narrativa en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana. Colaborador de disímiles publicaciones, en Cuba y en el resto del mundo. Pero también brillante como hacedor de la llamada «literatura pura»: narrador, poeta, crítico — literario, cinematográfico y cultural en su vasto espectro — , cronista por excelsitud. Voy en busca entonces de Rafael Grillo, con la certeza de que podemos acercarnos docta y animadamente a la dilucidación de las verdades que conforman ese discutido binomio periodismo-literatura.

¿Es el periodismo un género de la literatura o sencillamente estamos en presencia de una práctica que se encuentra completamente alejada de la creación literaria?

Toda esta disquisición sobre periodismo y literatura parte de ver el asunto fuera de una perspectiva histórica. Si lo encajamos ahí todo resulta más diáfano. Voy a ofrecerte dos relatos ontológicos. Uno de sentido común, que le ofrezco a mis estudiantes de periodismo al iniciar el curso; y otro sí más propiamente de análisis histórico.
El primer relato. Imaginemos la horda primitiva reunida alrededor del fuego al final de la jornada. Ha ocurrido un suceso que tiene a todos expectantes y quieren conocer lo ocurrido en la voz de sus protagonistas. Un grupo ha logrado cazar al oso que amenazaba la seguridad de la tribu. Uno de los cazadores toma la palabra y ofrece un relato que puede ser verosímil, o sea creíble, pero repleto de acciones épicas, de hazañas que exaltan su intrepidez y fuerza, un relato exaltado, que toma los hechos reales pero con cierto vuelo imaginativo para encantar a los oyentes y dejar una imagen heroica a la posteridad. A seguidas, interviene un segundo, que narra acaso con brillo semejante pero se ciñe a los hechos, da una versión objetiva, basada en la veracidad (lo que realmente ocurrió), donde la intervención de la suerte y la irracionalidad del oso (¿es un animal, no?) les facilitó la captura y que resalta, quizás, menos el heroísmo individual que el accionar colectivo.
Tras este evento en la horda ha nacido, en su forma oral, la literatura toda. A un mismo tiempo, la literatura de ficción y el periodismo. El primer narrador, por supuesto, es el novelista; y el segundo, es el periodista. Ambos han partido de los hechos de la realidad y su reflejo en un relato, pero tomaron caminos diferentes a partir de la misma materia prima. El novelista funde realidad e imaginación, recrea la realidad, mientras que el periodista no se puede permitir lo segundo, se siente forzado a contar las cosas como son. Pero fíjate que hasta aquí no he hablado nada del lenguaje, o sea lo formal, sino solo del adorno imaginativo de los hechos. El relato de tanto el uno como el otro puede ser exquisito en los detalles, en el manejo de las claves para la tensión narrativa y en el uso expresivo del idioma.

El segundo relato. Hasta finales del siglo XIX los periodistas, o sea aquellos que escribían en los medios de comunicación de la época, todos impresos, eran los «hombres de letras», los ilustrados, los escritores: Mark Twain, Ambrose Bierce, Stephen Crane, José Martí, Rubén Darío. Ellos adicionaban a su cualidad de poetas y narradores las exigencias de un tipo de relato cuya funcionalidad primera tenía que ser «informar», o sea dar cuenta de la realidad para mantener informados a amplios públicos. Eso implica que de las diferentes funciones del lenguaje, debían dar prioridad a la Función Referencial o Representativa (aquella que consiste en informar o transmitir un contenido o hecho) por encima de otras, como la Función poética o estética (que expresa mensajes de forma figurativa y su interpretación no debe ser literal), a diferencia de lo que hacían en su obra literaria.
Pero, básicamente, no existía aún aquello llamado «lenguaje periodístico», y los medios de comunicación de la época todavía no habían determinado unas normas de estilo que pudieran llamarse propiamente periodísticas. Habría que esperar al siglo XX y el grado de importancia y rol muy particular que adquirirían los medios y el surgimiento y especialización de un tipo de profesional al que se llamaría periodista, para que se de esa distinción o brecha definitiva entre lo periodístico y lo literario. Aun así, baste mencionar el caso de Hemingway, los profesionales de la escritura se volcarían en lo uno y lo otro, ya sea por gusto propio o por una cuestión de supervivencia económica. Un suceso clave en toda esta historia es la muerte de Joseph Pulitzer, el magnate estadounidense de los medios, que dejó en su testamento, además del financiamiento para la creación de los famosos premios que llevan su nombre, otra cantidad de dinero para la fundación de un colegio de Periodismo dentro del campus de la Universidad de Columbia, hecho que se concretó en 1912. Ese es el punto de partida para la aparición de un tipo de profesional especializado en la información al cual se le llamaría periodista y que ya no provenía del amplio campo de las letras y las humanidades.
Ahora, volviendo a tu pregunta, si la literatura en un sentido amplio es el arte de la expresión escrita, no hay razón para no incluir dentro de esta a la escritura periodística. Existe la rama de la literatura de No Ficción, en donde entran la biografía, el ensayo, los tratados de historia y filosofía, y en el cual caben los textos periodísticos.

Espada, acérrimo opositor y descreído de la interinfluencias de la literatura y el periodismo, afirma que en todo periodista hay un escritor frustrado. ¿Hay algo de verdad en este apunte, o consideras que ambas vocaciones y sensibilidades pueden coexistir fructíferamente sin que una sea zaga de la otra?

No dudo o niego que puedan existir personas dedicadas al periodismo que hayan tenido otros sueños o aspiraciones, para la cual se quedaron cortos o tuvieron que privilegiar hacer el pan antes que meterse en la competencia del terreno de la literatura de ficción, pero esa aseveración es totalmente exagerada.
Lo que ha sucedido en la realidad es que la gran mayoría de los buenos escritores han ejercido el periodismo por largos períodos, y que la gran mayoría de los buenos periodistas a su vez han producido literatura de ficción. Del primer caso, lista interminable, García Márquez, Vargas Llosa, John Dos Passos, George Orwell, Truman Capote, Norman Mailer, Arturo Pérez Reverte, Juan José Millás. Del segundo caso, otra lista interminable, Tom Wolfe, Rodolfo Walsh, Tomás Eloy Martínez, Juan Villoro; además de aquellos que han hecho una contribución significativa al campo de la escritura en general sin haber querido siquiera saltar a la ficción: Kapuscinski, Gay Talese, Svetlana Aleksiévich (Premio Nobel de 2014) y el caso de una figura muy destacada actualmente como Leila Guerriero.

García Márquez enarbola otra opinión rotunda, cuando dice que para un novelista lo primordial no es saber si el hecho periodístico es así de real, sino establecer sí su naturaleza de fábula corresponde a una realidad humana y social, dentro de la cual podía haber existido lo que contó el relato publicado. ¿Me gustaría saber tu opinión ante una aseveración de tal delicadeza llegada de una fuente tan validada?

Esa visión de García Márquez sacada de contexto puede ser confusa. Al respecto, lo que puedo decirte es que el colombiano siempre tuvo muy claras las diferencias entre novela y periodismo y, a la vez, supo tratarlas a ambas con el mismo rigor y belleza. Si invistió de realismo mágico la historia de su Macondo para Cien años de soledad, sabía que, por el contrario, la fantasía y adornos sobraban si iba a narrar los secuestros cometidos por los carteles del narcotráfico en la Colombia de los 90 para Noticia de un secuestro.
Una investigación profunda, acuciosa, le permitió reconstruir esos sucesos y narrarlos con la intensidad dramática y el gancho del mejor thriller político novelesco, sin adicionar ningún detalle sensacionalista ni faltar a la verdad. Y usando perlas a nivel de lenguaje, tropos literarios, como este símil que nunca olvido en que las mujeres secuestradas tenían que dormir juntas y apretadas, en un solo colchón, “una de ida y otra de vuelta, como los pescaditos del zodíaco”.9

Toda nuestra actividad mental es lenguaje, es decir, ha de estar en palabras. La experiencia es siempre pensada y sentida lingüísticamente. Sin embargo hay una tendencia sobresaliente en el periodismo que se hace, y es quedarse en la elementalidad verbal mimética, lo empático del cliché o fraseología al uso, sin activar el pensamiento del receptor. ¿Valerse entonces de las amplias posibilidades de la lengua y la introspección sociológica para exponer y argumentar puntualmente una realidad, la verdad, es solo una exquisitez opcional para elegidos y receptores especializados? ¿Se deja únicamente para ese terreno aparte llamado literatura?

Crónica (en Latinoamérica), Literary Journalism o New Journalism o Non Fiction Novel (en Estados Unidos)10 o como se le llama hoy más comúnmente (y es el nombre que le doy en mis clases): Periodismo Narrativo, son todas maneras de nombrar lo mismo y es una vieja y siempre renovada corriente dentro del periodismo y que persiste hasta nuestro días, que asume los métodos investigativos y la búsqueda de veracidad del periodismo y adiciona a esto, para el momento de la escritura, todo el bagaje de las técnicas narrativas: el uso de la escena, la estructura dramática, el tratamiento de las personas reales a manera de personajes mediante la descripción y los diálogos, además de una pretensión de creación estilística dada por la expresividad del lenguaje. Puedo dar una lista infinita de autores: Capote, Kapuscinki, Poniatowska, Carpentier, Pablo de la Torriente, Mailer, Emmanuel Carrere, Talese, Jon Krakauer, Alberto Salcedo Ramos, Leila Guerriero, Tomás Eloy Martinez, Federico Bianchini, Villoro, Aleksiévich… O sea, es literatura de la vida real. “El cuento de la realidad” es el nombre que le doy en las clases que imparto en la Facultad de Comunicación Social de La Habana, dentro de una asignatura nombrada Taller de Estilo y Narrativa.
Creo que toda esta discusión parte del equívoco central de sólo considerar literatura a la literatura de imaginación, a los géneros de la ficción narrativa (cuentos y novelas) y a la poesía, y discriminar a aquello que toma como materia prima la realidad en su estado puro.
Por otra parte, aunque la mayor parte del periodismo se presente como una forma de escritura más elemental, y hasta llena de frases hechas, hay que entender la finalidad esencial de ese tipo de escritura y su público destinatario. Porque, repito, el periodismo se hace básicamente para «informar», apoyado en la data pura y en la idea del «only facts», y su destino es el público más generalizado posible. El pacto de lectura del periodismo (lo que busca una masa de lectores al leer un periódico) es distinto de aquel que enfrenta a un lector individualizado, que selecciona una novela para su lectura.

El gran problema de ese tipo de periodismo informativo es la falta de empatía que provoca el reducir la realidad a datos y cifras. Te pongo el mejor anti-ejemplo de eso:
Al finalizar el siglo XX se hizo una encuesta para determinar el mejor texto periodístico del siglo y salió elegido Hiroshima de John Hersey, publicado en 1946 en la revista New Yorker. ¿Cuál es la clave del éxito de Hershey? Pues que él despacha la data pura en las dos primeras líneas de su extenso artículo: “Exactamente a las ocho y quince minutos de la mañana, hora japonesa, el 6 de agosto de 1945, en el momento en que la bomba atómica relampagueó sobre Hiroshima…”11 y a continuación se vuelca a contarnos narrativamente las vicisitudes de seis personales reales que vivieron (y sobrevivieron) ese acontecimiento. Esta humanización de la tragedia hizo más para la comprensión del pueblo norteamericano sobre la masacre cometida por su gobierno, que cualquier frío resumen de muertos en cifras y, de paso, desmontaba el discurso de hazaña con el que el poder disfrazó ese horrible hecho.

Hemos hablado de periodismo literario, o al menos ese ha sido mi propósito, pero sé que has decantado esa expresión por la de periodismo narrativo. Confieso que me cuesta deslindar un significado del otro, se me aparece como algo análogo. Me gustaría que precisaras sobre este particular enunciado que predicas.

Son la misma cosa. ¿Por qué uso el segundo? Tres razones. 1) Los que defienden el uso de la expresión «Periodismo Literario», como si de una denominación autóctona se tratase, probablemente desconozcan que «Literary Journalism» es una etiqueta que se comenzó a emplear desde 1890, en Estados Unidos, por un editor llamado Lincoln Steffens; y que volvió a retomarse por Norman Sims (otro estadounidense) en el libro Los periodistas literarios, de 1984, como una respuesta a la pretensión de Tom Wolfe de hablar de un «New Journalism» en los años 70. 2) Las denominaciones «Periodismo Literario» y «Nuevo Periodismo», con orígenes estadounidenses, así como la de «Crónica», extendida en México, Colombia y otros países de nuestro continente, tienen, como se ve, una significación ligada a la tradición de un espacio geográfico determinado. Luego, la ventaja de llamarle «Periodismo Narrativo» es que se refiere a algo en común, que coaliga a todas ellas, las unifica, bajo una denominación que no está ceñida a un territorio determinado. 3) Periodismo Narrativo es una denominación que se encuentra actualmente en boga dentro de todo el ámbito hispanoamericano y su empleo se ha ido generalizando desde su introducción hacia 2010, tanto dentro de los estudios académicos como en los eventos, premios e instituciones dedicados a esta forma de hacer periodismo.

En “Palabras al lector”, especie de prólogo a tu libro Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara 2008 (Editorial Capiro, 2009), el escritor puertorriqueño Luis López Nieves dice: “Las armas del oficio propone cinco reportajes, crónicas o ensayos literarios. Se me hace difícil escoger uno solo de estos géneros porque la escritura creativa, inteligente y refrescante de Rafael Grillo no cabe en ningún molde: incorpora libremente y con maestría los recursos que necesita cuando los necesita…y no le pide permiso a nadie”. Efectivamente, también encuentro en cuanto escribes, no importa el asunto y género, todo expuesto no solo con las palabras y sus acepciones precisas, sino, además, a través de un torrente que denota un amplio dominio de nuestra lengua y una intención literario-narrativa manifiesta. Un argumento escabroso en tu estilo puede asimilarse con más tolerancia. Todo, sin que lo escrito sea profuso hasta el enrarecimiento, sino lo contrario: esclarecedor y aceptado ¿Es esto un propósito consciente, o una vocación irrefrenable de literato? ¿Te ha traído esta manera de pensar y escribir incomprensiones y problemas?

Puede que dentro del gremio periodístico me consideren más un narrador que un periodista, y que el gremio de los literatos me vea más como un periodista que un narrador. Pero, en verdad, eso a mí nunca me ha importado mucho, porque ya sea que escriba una crónica de viaje, un reportaje, un perfil o hasta algo más básico en lo periodístico como una reseña o una entrevista, me planteo siempre la misma autoexigencia que si fuera a escribir un ensayo o una ficción narrativa, en el manejo del lenguaje y en la búsqueda de frescura, fluidez y novedad en lo que escribo.
Los textos periodísticos «de palo», simplemente, no me salen. Contrario a otros colegas que se manejan bien con el esquema composicional de la nota informativa y la pirámide invertida y su énfasis en la desnudez de los datos, a mí, para que me salga una cosa así, tengo que forzarme a hacerlo.
Ahora, cuando escribo periodismo nunca olvido que es eso lo que estoy haciendo y por tanto debo ser veraz, usar datos comprobados, no inventarme personajes ni situaciones que no vi, y ser preciso en el lenguaje, no pasarme en el uso del sentido figurado. Aunque, lo confieso, también pienso en un destinatario para mis textos que no es todo el mundo, sino un lector entrenado y con cierto bagaje cultural.
Foto 7: Las armas y el oficio obtuvo en 2008 el Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara en Periodismo Literario.

NOTAS
1. Encarnación García de León: «Literatura periodística o periodismo literario», Centro Virtual Cervantes. En https://cvc.cervantes.es
2. Como se citó en Salomón de la Selva: Rubén Darío: Maestro de la crónica. En https://www.poderjudicial.gob.ni
3. Rubén Darío: «El periodista y su mérito milenario». Biblioteca Virtual Universal. En https://www.biblioteca.org.ar
4. Alejo Carpentier: El periodista: Un cronista de su tiempo, Editorial Pablo de la Torriente, La Habana, 1989, p. 4.
5. Manuel Rivas: «Conferencia Literatura y Periodismo». En http://cursiva.com/conferencias/tematicas-conferencias/cultura/manuel-rivas/
6. Como se citó en Encarnación García de León: «Literatura periodística o periodismo literario», ob. cit.
7. Como se citó en Amparo Tuñón: «Periodismo y literatura. El último encuentro», en Literatura y periodismo. La prensa como espacio creativo, AEDILE, España, 2003, p. 55. En https://dialnet.unirioja.es
8. Ignacio Carrión: Cruzar el Danubio, Tritivillus, 2023. Epub.
9. Gabriel García Márquez: Noticia de un secuestro, Editorial Pablo de la Torriente, La Habana, 2007, p. 43.
10. En estos casos el entrevistado prefirió utilizar las mayúsculas en las palabras significativas, tal y como suele hacerse en el ámbito académico y profesional de la prensa cuando se hace referencia a los diferentes nombres que han intentado definir dicha modalidad periodística (Nota del Editor).
11. John Hersey: Hiroshima, trad. Juan Gabriel Vázquez, Titivillus, 2022. Epub.

Tomado de Violas. Revista villaclareña de literatura, №13, Abril-Junio de 2024.

Tags: Rafael Grillo, periodismo narrativo, periodismo literario, entrevista

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