Rubén Blades: “Soy independiente y no lo lamento”

Darío Alejandro Escobar
El Caimán Barbudo
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19 min readJun 16, 2021
Imagen tomada de Página 12

Treinta y cinco años después, Rubén Blades vuelve a conversar con El Caimán Barbudo

Podcast: Lys Alfonso Bergantiño

Para graduarse de Derecho en la Universidad de Panamá, el joven Rubén Blades tuvo que comprometerse con el decano de su Facultad a que no haría música. Cuando por fin recibió su título en 1974, decidió que no sería abogado bajo una dictadura y se marchó a los Estados Unidos a reunirse con su familia.

Aunque se alegró de volver a estar entre los suyos, encontró una situación difícil: su padre no tenía trabajo y la madre tenía un empleo que no alcanzaba para pagar los gastos de la casa. Y había hermanos pequeños. Rubén no podía ejercer de letrado ya que su diploma no era reconocido en el sistema norteamericano; excepto, quizás, en Luisiana, donde aún regía el código napoleónico, pero no era una opción ir allá.

Se le ocurrió llamar a La Fania a ver si tenían algún trabajo de cantante o escritor de canciones. Nada, le dijeron, ya hay demasiados. Casi antes de colgar, Rubén les preguntó si no había algo más, y le respondieron que quedaba la plaza de encargado del correo. “Ok. Guárdenme ese trabajo que voy para allá”. Y así empezó. “Necesitaba ayudar rápido a mi gente y, con el tiempo y esfuerzo, confiaba en que habría oportunidades para mí en la música. Así fue”.

Rubén Blades acaba de ser reconocido como Persona del Año por la Academia de los premios Grammy Latinos. Su disco Siembra, junto a Willy Colón, es una obra maestra de la música urbana, y su hit “Pedro Navaja”, un texto que Gabriel García Márquez confesó hubiera querido escribir. Por si fuera poco, ha actuado en más de 40 películas y compartido set con Robert Redford, Whoopi Goldberg, Danny Glover, por citar solo algunos. También, hizo un Máster en Leyes en Harvard, compitió por la presidencia de su país natal y fue Ministro de Turismo.

Con Cuba tiene una conexión de sangre, porque su madre, Anoland Bellido de Luna, nació en el municipio habanero de Regla. Rubén tiene un alter ego: Medoro Madera, un sonero de Santiago de Cuba que pone voz a un disco homónimo en un homenaje íntimo al son cubano.

Una faceta no muy conocida de Blades es su fanatismo por los cómics. Tiene más de diez mil en su biblioteca. Lector de Borges, Albert Camus y Leonardo Padura, escritor de minicuentos, poeta y librepensador, a sus casi 73 años sigue lleno de proyectos y con un excelente humor.

El Caimán Barbudo conversó con Rubén Blades extensamente, pero la charla fue tan agradable, que no sentimos pasar el tiempo…

DE PANAMÁ A NEW YORK

¿Qué conserva Rubén Blades de aquel joven que cantaba en Los Salvajes del Ritmo?

Una de las ventajas enormes que he tenido siempre es la de contar con amigos que me han ayudado a desarrollarme como persona y como músico. La memoria de esa participación con mis compañeros de Los Salvajes del Ritmo (LSDR), que hoy siguen siendo mis amigos, siempre ha sido una fuente de confianza y de apoyo. Por otro lado, algo que creo importante es que mantengo la curiosidad y no me he rendido a la indiferencia. Yo mantengo esa curiosidad que tenía cuando era un muchacho en LSDR. Para mí es muy importante porque creo que es la indiferencia la que marca el declive de la persona. No son la edad ni los años. Cuando llega el momento en que no te interesa lo que pasa alrededor, no importa la edad que tengas, envejeces y empiezas a desaparecer. De esa época mantengo también la idea del honor, de hacer las cosas bien y el entusiasmo y la alegría que me produce la música.

¿Qué crees de la industria musical de hoy día?

Hay más oportunidades que nunca. Cuando yo empecé en el ´74 la única manera de grabar era firmando con una disquera. Ahora puedes hacerlo en el teléfono. Ahora se puede ser independiente. Antes ellos controlaban los estudios de grabación, las emisoras, todo. Este es el mejor momento que ha vivido la humanidad en términos de música. El problema es cómo haces que el público sepa que tu producto existe. Pero en estos tiempos uno mantiene el control sobre el material si lo desea. En estos días, estoy regrabando temas porque las grabaciones originales que hice le pertenecen a otras disqueras. Son de Fania, Sony o Electra, y es el robo más grande que puede haber al trabajo de un músico y te explico por qué.

Aquí tú pides un préstamo al banco para comprar tu casa. Lo recibes y empiezas a pagar el préstamo. Cuando lo terminas de pagar, el banco te da la propiedad de tu casa. Con las compañías de discos es diferente. Les dices que vas a hacer el disco y ellos te adelantan el dinero. Después te lo quitan de las regalías hasta que se cubren todos los gastos que ellos adelantaron y, al final, el disco es de ellos. Aunque tú lo pagas, el disco sigue siendo de ellos. Es un robo a mano armada. Por esa razón, la familia de cantantes como Héctor Lavoe, y otros de gran talento, no son los dueños del material. Son las compañías, donde los ejecutivos venden discos como si fueran refrigeradores, y ni saben cantar, ni bailar, ni tocar un instrumento, ni hacen un arreglo, ni nada. Pero son los dueños del producto de tu trabajo. Por eso yo no tengo disquera hace par de décadas.

Soy independiente y no lo lamento.

Hay gente que lo prefiere. No los juzgo. Yo no le digo a la gente: mira, tienes que hacer esto. Yo les digo: hice esto. En mi caso, prefiero andar sin disquera. No siento que las disqueras sepan lo que hacen. A veces se fijan si los cantantes son bonitillos y ya. A mí eso no me convence.

Imagen: Helena Arco

Te interesa colaborar con los jóvenes. Lo hiciste con Los Rabanes, Calle 13 y se habla de una posible colaboración con Bad Bunny. ¿Por qué?

Mira, ¿de qué vale el conocimiento si no se transmite? No tiene sentido. Entonces, ¿por qué no ayudar a otra gente si puedo hacerlo? Tengo curiosidad por explorar cosas, salir del área de confort. La educación es un proceso que no termina nunca. No debe verse como que yo le estoy dando una oportunidad a otro, sin recibir nada a cambio. Estoy aprendiendo de esa gente también. Eso satisface muchas necesidades que tengo: ayudar, aprender y transmitir conocimiento. Lo he hecho con todo el que puedo.

Con Bad Bunny pasó algo muy gracioso. Él fue a verme al concierto más reciente que hicimos en el Coliseo de Puerto Rico, con la orquesta de Roberto Delgado. Nosotros tocamos muchas horas. Si el contrato dice una hora y yo puedo tocar tres, toco tres, si se puede y no tengo otros colegas que también vayan a cantar. Pero ese show era solo mío y yo había dicho que íbamos a tocar hasta que nos cayéramos. No sabía que Bad Bunny había ido. Normalmente, me voy después para mi hotel a descansar. No me quedo fiestando ni nada de eso. Pero en este caso, como no trabajaba al día siguiente, me quedé y el público vino a saludar y yo, muy agradecido, conversé con ellos.

Entre la gente que llegó, estaba Bad Bunny con su mamá y su papá. La idea de que BB vaya a un concierto acompañado de sus padres le parecerá extrañísimo a mucha gente, que se imagina a los reggaetoneros y traperos como demonios con cuernos que van de bacanal en bacanal. Ese día era el cumpleaños de su papá y le había pedido que lo llevara al concierto mío. Conversamos muy bien los tres y en esa yo le digo en relajo: “Oye, yo tengo una hipoteca, brother, ¿por qué no hacemos algo juntos para pagar esa vaina?” Y se echaron a reír. “No, si estoy hablando en serio”, les dije. Porque el impacto que tiene gente como él ahora mismo es enorme.

Mi posición con ese tipo de música es que cada generación va a encontrar su propia voz. A mí lo que no me gusta, no lo escucho. Yo no pido la cabeza del que lo hizo. Ni pido que se le destierre ni se le censure. Para eso están los gustos. Usted escoge. Muchas cosas que se están haciendo en la música urbana van mejorando. No todo es misoginia. Hay trabajos de estos muchachos que me parecen muy valiosos e importantes y hay que defenderlos. Incluso, al margen de todo eso, no creo que le corresponda a mi generación juzgar a la generación que viene. Me parece que es cuestión de tiempo. El tiempo pondrá todo en su lugar.

¿Qué les recomiendas a los jóvenes artistas?

Que su obra sea honesta. No escribir de lo que uno no sabe. Todo lo que he escrito en mi vida lo he hecho como testigo o como protagonista. Eso es importante. También les digo: ningún tema es tabú. Ahora mismo estoy trabajando en una letra que trata del abuso infantil en la casa. Son temas de los que casi nadie habla. No se tocan. Y de eso hay que hablar. Es la única manera de llevar la atención a donde debe estar. También se puede escribir en base a testimonios, pero es un poquito más peligroso porque hay que conocer muy bien a la persona o tener alguna educación para poder evaluar si la información que te dan es correcta o no.

Has tenido una carrera relevante en el audiovisual, incluso le has disputado personajes a excelentes actores. ¿Te queda algo por hacer? ¿Dirigir quizás?

Nunca pensé ser actor. No estaba entre mis metas. Simplemente, al que era Director de La Fania, Joe Masucci, se le ocurrió hacer una película. Entonces se inventaron que Willy Colón era un mafioso y yo un boxeador que cantaba. Por supuesto, querían un disco de eso. Hice ese trabajo por curiosidad, realmente. Entonces, cuando lo vi, dije: yo no trabajo más nunca en esto. (Risas). Pero un amigo cubano, Leon Ichaso, excelente director, había hecho una película llamada El súper, que me parece la mejor que he visto sobre la dificultad del exilio y la inmigración. Y él me convenció de trabajar en otra película que se llamó Crossover dreams. Al principio me negué, pero como era un filme que estaba completamente subvencionado por talento y esfuerzo latino, algo que no es común acá en Estados Unidos hoy, y menos en ese momento, me pareció que valía la pena participar de esa experiencia.

A raíz de esa película, un señor que yo no sabía quién era (después averigüé), considerado, quizás, el representante de artistas más importante en ese tiempo, Sam Cohn, vio la película y quiso representarme. Lo vi como una oportunidad. Así fue que comencé en el cine, pero sin abandonar la música. Solo trabajé con gente que me interesaba. Hice una película con Robert Redford en la que me ofrecieron el papel principal y dije que no, me interesaba otro personaje secundario. Eso los sorprendió mucho.

Hay una historia poco conocida de Rubén Blades que da cuenta de la calidad actoral que alcanzó en la industria del cine. Blades había pedido a sus representantes que le ofrecieran todos los buenos proyectos que aparecieran. No solo los típicos para actores latinos. Así llegó al guion de Dead Man Out y le gustó mucho. Logró que el director Richard Pierce lo recibiera, a pesar de que sabía que el protagónico estaba otorgado. En la primera reunión, Pierce le preguntó qué veía en el personaje y Blades le respondió que tenía sus propias ideas sobre cómo desarrollarlo. Ensayaron la escena y cada cual a su casa.

Sorprendentemente, en los próximos días tuvo que ir a ensayar con el director y un nuevo ejecutivo de HBO. El último día llegó más temprano y se encontró con un viejo conocido de Nueva York. Lo saludó y trató de conversar con él, pero se sorprendió de que su trato era frío. En un momento de lucidez se dio cuenta de que ese era el actor a quien inicialmente le habían dado el personaje y le dio tanta vergüenza que se encerró en el baño hasta que lo llamaron al salón de ensayo. Durante ese tiempo miraba el reloj una y otra vez. Cuando escuchó que lo solicitaban, esperó dos o tres minutos para dar tiempo a que se fuera su conocido. Salió, hizo la escena con Danny Glover, quien se comportó como un caballero. Nadie dijo una palabra de más. Despedida de rigor. Cuando Rubén llegó a su casa, y estaba convencido de que había perdido el tiempo, sonó el teléfono y le comunicaron que el rol era para él. El conocido del trato frío era el actor a quien le había quitado el papel: Kevin Spacey.

¿En qué consiste el concepto de Hispanía? Me parece una solución narrativa interesantísima.

Hispanía surge porque en 1968 había como doce dictaduras, o más, en América Latina, y necesitaba crear un lugar donde pudiera desarrollar todas mis ideas, sin tener que aludir específicamente a un punto geográfico real. Es un sitio ficticio que se alimenta de la realidad, algo muy interesante que yo hablé con Gabo. El origen de Hispanía, como el de Macondo, es el Yoknapatawpha de Faulkner. Él creó este condado ficticio donde ocurren todas sus historias.

A mí me pareció que eso me libraría de acusaciones sobre que mis canciones hablaban de tal o más cual país y podría también crear mi propia mitología y mis propios lugares basados en mis experiencias. Yo escribía unos cuentos cortos en esa época, donde iba creando la geografía de este lugar. Hasta ahora, todas las canciones que he escrito ocurren allí y tienen una conexión entre sí. Todavía faltan algunas canciones, estoy trabajando en ellas. El lugar es Hispanía, el mar es Arayué, el barrrio es Salsipuedes y ahí está el Solar de los Aburridos. Esa es básicamente mi área de movimientos.

Eres un fanático de los cómics. ¿Cuál es tu preferido?

Uff. Es que yo tengo muchos cómics. Más de 10 mil. Hay una serie que se llama Love and Rockets. Es de los hermanos Beto y Jaime Hernández. Diría que ese es mi cómic preferido. Me parece excelente. Ellos crearon también un lugar mítico, El Palomar, basado en su experiencia como mejicanos en Estados Unidos. Es un universo creativo que me parece espectacular. Lo leí en inglés, no sé si lo habrán traducido.

VIVA LA TRADICIÓN

La conexión de Blades con Cuba es antigua. Su familia por parte de madre, los Bellido de Luna, apoyaron la causa independentista en la segunda mitad del siglo XIX. Incluso, uno de ellos, Juan Bellido de Luna, publicó artículos de José Martí en su diario llamado El Sol, en New York. Otro sufrió el garrote vil por su oposición a España. El abuelo materno de Rubén vino desde Luisiana como soldado a la Guerra Hispano-Cubano-Norteamericana, pero se enamoró de una gallega, Carmen Caramez, y se aplatanó aquí. De esa unión nacieron once hijos, una de las cuales es Anoland, madre del músico. Los Bellido de Luna vivieron mucho tiempo en Regla y Guanabacoa. Es probable que quede alguno por ahí todavía.

Por la parte musical, además de su madre, que era cantante, también su padre recibió la influencia de la mayor de las Antillas, ya que aprendió a tocar el bongó con un cubano a quien llamaban “Abuelo”. También, cuando Rubencito era un niño de cuatro o cinco años, lo llevó a un concierto de Benny Moré del que todavía se acuerda. Rubén Blades padre tiene ahora 97 años y siempre les contaba a sus hijos que había trabajado con los músicos cubanos Pedro Nolasco Jústiz Rodríguez (Peruchín) y Jesús (El Chombo) Silva en Panamá.

Rubén, ¿qué nos puedes contar de Celia Cruz?

La primera vez que vi a Celia Cruz fue con la Sonora Matancera en Panamá, en el año 1962 o 1963; específicamente, en el Teatro Roosevelt ubicado en el barrio de San Francisco en Ciudad Panamá. Era un show de esos que se hacían después que daban las películas. Yo tenía entre 12 o 13 años. Fue algo extraordinario. Después tuve el enorme placer de poder trabajar con ella en La Fania. Celia era muy privada. Ella y su esposo Pedro (Knight). Nunca los escuché hablar mal de nadie. Aprendí mucho de ella. Aprendimos todos. Una digna representante del talento cubano.

Te cuento un par de anécdotas:

Una vez estábamos tocando en Curazao. Es una isla que tiene vientos muy fuertes y, por algún problema derivado de eso, unas bocinas cayeron y el concierto que íbamos a hacer a las 8:00 PM comenzó como a las 11:30 PM. A Willy y a mí nos tocó a la 1:00 AM. Terminamos como a las 2:00 AM. Detrás de nosotros venía Celia. Nosotros salimos lo más rápido posible porque queríamos ir a dormir. Estábamos muy cansados. Yo había visto a Celia antes descansando. Ahí parecía una señora, con su edad, muy tranquilita. Pero cuando Celia salía a cantar, había que quitarse de enfrente, compadre, que quitarse porque te quemaba. Willy y yo íbamos en la guagua de salida a esa hora de la madrugada y se escuchaba la voz de Celia y era impresionante. Una voz afinada, afinadísima.

Otra vez estábamos en Londres y la invité a que me acompañara a un museo. Yo quería ir al Tate Modern. Y me dijo: “Ay, Rubencito, gracias pero no, mijito, yo me quedo. Te voy a explicar por qué. Cuando yo viajo, hay mucha gente que viene de muy lejos para verme. Si voy a ese sitio contigo y me pasa algo, que Dios no lo permita, y no puedo tocar en el show de hoy, defraudaría a muchas personas. Por eso cuando estoy de gira, me quedo en mi cuarto y cumplo con mi trabajo. Después sí hago otras cosas, pero antes no”.

Y esa vaina a mí nunca se me olvidó, y eso es lo que hago yo también hasta el sol de hoy.

¿Cómo conociste a Juan Formell?

La primera vez que escuché a Juan Formell y los Van Van fue en 1973, en Panamá. Yo tenía 25 años y la canción se llamaba “El martes”. Me pareció muy interesante ese tema, aunque no grabé su nombre en ese momento. Pero en el año 1984, primer viaje de Los seis del solar a Europa, me llama un productor español para preguntarme si tenía algún reparo con que una orquesta cubana abriese mi show. Y yo le respondí: “¿Por qué usted me pregunta eso?” “No, es que cuando aquí anuncian que viene una orquesta cubana, llaman para decir que van a poner bombas porque son comunistas”. Y yo le dije: “Mire, señor, si la orquesta no viene con nada de proselitismo político, entonces no tenemos el menor reparo con ellos”. “¿Cuál es la banda?” “Un grupo que se llama Los Van Van”. “Dígale a Los Van Van que son bienvenidos”. Hicimos toda la gira, de un mes casi, en la misma guagua. Ahí los escuché tocar “Muévete” y me pareció muy bueno.

Juan Formell, en mi opinión, es de los músicos más completos que yo he visto en mi vida. Su capacidad en términos de ritmo, armonía y cómo logró reunir ese material humano, era digno de destacar. Cuando aquello, todavía estaba Changuito en la percusión. Aún lo recuerdo. Tengo el mayor respeto por su música y su trabajo.

Imagen: Helena Arco

¿Qué recuerdos tienes de tu experiencia acá en Cuba en el Havana Jam, con las Estrellas de Fania, en 1979?

A nivel personal muy buena, porque la orquesta de Pello el Afrokan me llevó a casa de mi abuela en Regla. Yo no la conocía. Pude verla y darle las noticias y recuerdos que le mandaba mi mamá. En cuestiones profesionales, fue un desastre ese viaje. Porque La Fania, tratando de agradar, en vez de traer la música que nosotros hacíamos habitualmente, presentó un repertorio muy común: “Tres lindas cubanas”, “Échale salsita”… o sea, trajeron leña pa´l monte.

Irakere tocó primero y dejó esa vaina en llamas. Ahí fue que conocí a Chucho (Valdés). Recuerdo que fue en el Teatro Karl Marx. Tocamos dos números y la mitad del teatro se paró y se fue. Después nos dijeron: “Lo que pasa es que las guaguas son pocas”. No, qué pocas guaguas de qué. Cuando la gente quiere oír algo bueno se queda y se va caminando después. El único número original que se tocó fue el mío, “Juan Pachanga”. La gente que quedaba lo recibió muy bien. Si hubiéramos tocado todo el material original que teníamos, la cosa hubiera sido diferente. Lo del jazz fue un éxito extraordinario, lo del rock también, pero la salsa no funcionó. Recuerdo que cuando Billy Joel tocó los primeros acordes de “The way you are”, la gente se volvió loca.

En Cuba recientemente seleccionaron el 8 de mayo como Día Nacional del Son. ¿Cuéntame cómo creaste a Medoro Madera, tu alter ego, un sonero santiaguero? Es un disco muy cubano…

Llevo escuchando hace muchísimo tiempo a soneros cubanos. Asimilándolos inconscientemente. No es algo que haya estudiado, pero la familiaridad con el sonido, con las cadencias, se van depositando en algún lugar y luego aparecen cuando son convocadas. Lo de Medoro Madera comenzó en 1996 en Panamá…

Empiezo a grabar un álbum hecho todo en Panamá. Fue, de hecho, donde conocí por primera vez a Roberto Delgado. No lo conocí como músico, sino como ingeniero de sonido. Ni sabía que era músico. Entonces, estoy grabando un tema de Orlando Barroso, también de raíz cubana y compañero mío en Los Salvajes del Ritmo. El tema es “Un son para ti”. Decidí incluirlo en el álbum que se tituló La rosa de los vientos. Grabo el tema, lo termino y lo escucho y me pareció una soberana mierda. Todo el mundo lo celebró en el estudio, pero yo no quedé nada satisfecho. Me dije: a esto le falta algo. Se me ocurrió hacerle una versión agresiva, porque esto es un son, y yo lo estaba interpretando de una manera muy “blanca”. Algo había ahí que no estaba bien. Volví a entrar, le dije a Roberto, dale. Y lo grabé como está en el disco de Medoro. Hago todo el número con esa voz. Y la gente en el estudio se quedaron sorprendidas y pensaron que era una broma. “Rubén, estás jodiendo”, me dijeron. Cuando entré al estudio y lo escucho, le digo al ingeniero: se queda así. Él me preguntó si yo estaba seguro y le dije: “Él se llama Medoro Madera y se queda así”.

Habiendo dicho eso, hace tres años decidí no hacer más giras de salsa. Y entonces tuve un sueño en el que se me aparecieron todos los personajes que he escrito, y me preguntaron: ¿Cómo es eso que te estás retirando? ¿Y ahora quién nos va a cantar? Y Medoro se me aparece cada cierto tiempo y me pregunta cuándo lo voy a poner a cantar. Hay que integrarlo de alguna forma para que me deje dormir y no joda más. (Risas). Lo bonito del caso, y aprovecho para mandarle mi cariño y mi afecto al Septeto Santiaguero, es que cuando ellos me convidaron a participar en su álbum, preguntaron si sería posible que yo invitara a Medoro a cantar. Y, por supuesto, les respondí que sí. (Risas). La cosa es que en el disco del Septeto Santiaguero hice algo que nunca había hecho, y es que hago un dúo con Medoro Madera.

Yo le digo a todo el mundo que todos tenemos una combinación dentro. Hay una letra que dice: “Los blancos huesos de un muerto/ pueden ser de cualquier raza/ si la muerte no discrimina/ entonces que la vida tampoco lo haga… ¿Verdad? Todos tenemos un negro dentro y el negro mío se llama Medoro Madera.

¿Tu amistad con Leonardo Padura?

Una amiga mía me recomendó el libro El hombre que amaba a los perros, lo leí y me encantó. Cuando Padura fue a una feria del libro en Panamá, yo le pedí a un amigo que, por favor, lo localizara para establecer un contacto, y a pesar de que no lo pude ver en ese viaje, Padura me recordó que ya nos habíamos conocido. Me quedé muy fastidiado y también muy avergonzado, porque cómo no iba a acordarme de él, y resulta que sí nos conocimos en una Semana Negra de Gijón.

En aquel entonces, yo estaba comprando unos zapatos y él me pidió una entrevista y le dije “Ven conmigo” y estuvimos toda la tarde buscando los zapatos. Después de eso restablecimos contacto y ahora tenemos una conexión muy fuerte. Él ha venido a Panamá, se ha quedado en mi casa con su esposa. Yo creo que Padura es un Nobel en ciernes. Ahora mismo estoy leyendo Como polvo en el viento, muy interesante… Habiendo leído los otros, veo cómo él va ampliando y exorcizando cosas de su generación.

Imagen: Helena Arco

¿Algún músico cubano que te llame la atención?

Pedrito Martínez. Me parece que tiene una calidad extraordinaria. Yo sé que Cuba ha producido grandísimos percusionistas, Tata Güines, Chano Pozo, Changuito. Cierto. He tenido el placer de conocer a algunos, pero este señor es una vaina maravillosa. No solo el conocimiento del tambor, sino también de la religión afrocubana. Grabé con él. Ahora publicó un disco con Eric Clapton que es muy recomendable.

¿Con qué músico cubano harías una colaboración?

Acabo de tener unas de las satisfacciones más grandes de mi vida como profesional en la música y es que canté con Omara Portuondo. Siento un placer muy grande en poder decir que canté con esa figura mítica de la música. Es algo que me llena de mucha emoción.

CAMINANDO

¿Qué trae de especial tu más reciente disco Salswing?

Este disco es una mezcla de jazz con salsa. En la portada hay músicos cubanos como Mario Bauzá, Machito y El Benny. Es un homenaje a la presencia y la influencia de estos tipos de la Big Band, y hay temas allí que son del jazz y cantados por Frank Sinatra, Héctor Jiménez… Lo que quiero es demostrar que la música es universal, que no está determinada por la geografía en términos de producción musical. Tú puedes vivir donde quieras y hacer la música que quieras. La música cubana, el tango, el rock, el jazz, la salsa, todos son la música del mundo.

Escuche una versión en formato podcast de la entrevista.

¿Qué te queda por hacer a esta altura de la vida?

El próximo año voy a sacar un álbum que hice con Boca Livre, un grupo vocal de Brasil extraordinario, donde interpretamos temas que he escrito pero a cinco voces. Me recuerda mucho las armonías del primer grupo brasileño que yo escuché en el ´65, que me impulsó en la dirección de lo que era la escritura de canciones de tipo social. Ese grupo se llamaba Jongo Trío, que cantaban a la vez que tocaban.

También es posible que a fines de este año saque otra versión de Paraíso Road Gang, que es una mezcla donde hay distintos géneros. Me queda por hacer, además, un álbum siguiendo la historia de Maestra Vida, porque hay canciones que todavía necesitan un empate para hacer la conexión entre los temas…

Cosa de que llegue el momento en que tú puedas poner todas mis canciones, doscientas y pico, escucharlas y ver una historia completa. Lo estaba pintando como una especie de mural sonoro, pero a destiempo; y lo estaba haciendo así porque sabía que había cosas que no iba a comprender hasta cierta edad. Con el tiempo, he ido amarrando todo y me he dado cuenta de las conexiones que hay entre los personajes y las situaciones que he escrito. Entonces tengo que hacer un parnassus.(1)

También estoy grabando un disco de jazz con Luba Mason, mi esposa.

¿Cuándo vienes a cantar a Cuba?

Yo tengo tantas ganas de ir. Estoy tratando de entender cómo haría eso antes de morirme, porque ese país obviamente tiene tanta influencia en mi vida, con mi mamá y la música. Y pienso: poco a poco. Una vez ya estuve, así que no pierdo la esperanza de que, mientras tenga la voz que tengo, pueda cantarle a un público que es muy exigente y que se conoce mi música bastante bien.

NOTA

  1. Palabra latina. En español: Parnaso. Usada en el sentido de “Repertorio, colección o serie de poesías y demás composiciones literarias de varios escritores o autores”.

Publicado en la revista El Caimán Barbudo

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Darío Alejandro Escobar
El Caimán Barbudo

Reportero freelance. Fui Editor Web de El Caimán Barbudo y Director de Somos Jóvenes.