La era del Cultuber

El Caimán Barbudo
El Caimán Barbudo
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9 min readSep 27, 2021

Vivimos una época donde la divulgación cultural y el entretenimiento van de la mano para la conquista de los públicos en la red. La experiencia del concurso de booktubers de Cubaliteraria no debe quedar como hecho aislado…

Por Rafael Grillo

Allá por 2019, que no hace tanto aunque lo parezca, tuvo lugar en el Centro Cultural Dulce María Loynaz un evento nombrado “Punto de Partida: Diálogos sobre crítica”, al cual fui invitado para disertar sobre crítica literaria en la red. Llegada mi hora, solté esta afirmación: “Lo que necesitamos no son tantos críticos sino booktubers”.

Aquello cayó como una bomba, a pesar de que defendí mi postura arguyendo que no quería deslegitimar los ensayos e investigaciones sobre el mundo literario, ni a los críticos profesionales y sus formas tradicionales de dar cuenta de su trabajo en el entorno académico o las revistas especializadas.

Para nada. Mi planteamiento iba en la dirección de modernizar, actualizarse, conectar con las nuevas generaciones y los distintos públicos y las formas en que estos se acercan hoy a los productos culturales y establecen sus sistemas de referencia y de valoración. En mi opinión, la batalla central no pasaba, en principio, por la defensa de las jerarquías culturales sino por la conquista de los públicos.

Hay que salvar, primero, el hábito de lectura; crear lectores o conseguir que los existentes se interesen por las creaciones literarias de los autores y editoriales del patio. Y para ello, habría que acercarse al universo donde ese encuentro entre lector y libro se puede establecer mejor en la actualidad, cuando gran parte del tiempo se ocupa en los móviles y computadoras, sobre redes sociales y plataformas de consumo en streaming o bots de descargas.

Placentera me resultó la noticia de que en este 2021, se había convocado al primer Concurso Nacional de Booktubers, promovido por Cubaliteraria, la editorial del Instituto Cubano del Libro que se especializa en la promoción de la lectura a través de medios digitales. Siento que esta iniciativa otorga la razón a mi planteamiento de 2019 y sólo espero que no sea un hecho aislado, sino, apenas, el comienzo de un camino que la institución no dejará de transitar y de amplificar, a fuer de reconocer su utilidad.

Pero no es a comentar este suceso o enjuiciar sus resultados a lo que dedicaré estas líneas. Antes bien, me interesa contextualizarlo a nivel universal, para que se comprenda hasta dónde resulta pertinente alimentar en nuestro territorio la ocurrencia de tales emprendimientos en el terreno de la promoción, la divulgación y la educación acerca de la cultura y las distintas manifestaciones del arte, la ciencia y el pensamiento, por las vías digitales, y con un concepto donde lo didáctico y el entretenimiento vayan de la mano. Vivimos, y es lo que quiero demostrar, en la era del “Cultuber”.

En el próximo mes de octubre dará inicio en Madrid el Cultube 3; o sea, la tercera edición de un encuentro que reúne a influencers que nutren YouTube con vídeos de corte divulgativo sobre infinidad de temas. Su organizador, el español José Luis Crespo, fue quien acuñó este término de “cultuber” y es el responsable de Quantum Fracture, un canal sobre ciencia explicada a través de animaciones que cuenta ya con 2,75 millones de suscritores.

Hacer atractivos temas acaso tan densos como la física cuántica, la filosofía de Hegel o la música de Bach; entender el cine contemporáneo y revalidar a los clásicos; explicarnos las claves del negocio en la industria musical actual y la relación de esto con el éxito del reguetón, son cualidades que han desarrollado algunos jóvenes, y también otros que no lo son tanto.

Mediante el uso de las novedades tecnológicas para la creación de audiovisuales, donde la animación, la edición de imagen y sonido, el lenguaje coloquial y la jerga de palabras y emoticones que traducen la hipertecnologizada relación del sujeto de hoy con el mundo, ellos logran conectar con audiencias potencialmente universales y hacerles llegar contenidos educativos.

Para que se tenga una idea de esta diversidad y riqueza haré un recorrido, aunque solo de muestra pues este universo es amplísimo. Como hablé de libros al inicio del texto, abro con el escritor y periodista argentino Hernán Casciari, quien se ha descrito a sí mismo como un showman de la literatura porque, además de su vertiente más convencional donde hace revistas como Orsai o publica volúmenes de cuentos en soporte libro, produce un canal que posee más de 117 mil suscriptores.

Entre las secciones de su parrilla aparecen sus colaboraciones con Telefé: Cuentos inolvidables (lectura de textos clásicos) y Cuentos a la medianoche (con textos propios); y el muy sustancioso y emotivo Zoom de libros, que ha abarcado 10 episodios y recoge el intercambio online entre Casciari (desde Buenos Aires) y su hija (en Barcelona), quienes escogen libros para leer y comentar, desde los ángulos de sus respectivas edades y experiencias de vida.

Ya mencionamos uno de ciencia; y para el interesado por la cultura en general, con énfasis en las figuras destacadas del pensamiento y la literatura, cabe recomendarle el canal Filosofía Colectiva (215 mil suscriptores), y su serie de Cultura para Principiantes, que lo mismo evalúa el impacto de la actriz Marilyn Monroe y el escritor Charles Bukowski, que el de Spinoza y el pensamiento racionalista del siglo XVII.

Abundan las buenas ofertas de este corte sobre la música en YouTube. Si es el rock y el pop lo que prefieres, existen los canales del peruano Alvinsch, que ha recolectado ya 1.22 millones de suscriptores; o uno más reciente (80 000 suscriptores), hecho desde México y nombrado Distorsión informativa.

Pero si precisas de todo un experto en la historia musical, bien serio, ahí está el venezolano César Muñoz y La Cata Musical (330 mil suscriptores), capaz de explicarte por qué Los Beatles provocaron una revolución en la música o el nacimiento y evolución del jazz hasta nuestros días. Más simpático y relajado, aportando en cambio el conocimiento adquirido como uno de los productores musicales precursores del género urbano latino, está el panameño Rodney S. Clark, quien ha atraído 1,5 millones de adeptos para su canal #Te lo dijo El Chombo.

En estos tiempos de pandemia se puso de moda la modalidad de los walking tours (paseos a pie) virtuales, donde los ojos de un viajero facilitan que los espectadores transiten por el mundo sin salir de casa. Hay varios canales de este tipo cuya experiencia inmersiva en París, Nueva York, Montevideo o Chichén Itzá, es educativa más allá de placentera, porque enfocan sus recorridos en los espacios de interés histórico y cultural y ofrecen información adicional sobre estos. Es el caso, por ejemplo, de Prowalk Tours (370 mil suscriptores) y de Booking Hunter TV (223 mil).

La vida de estos youtubers no es color de rosa y no sólo porque, además de conocimientos sobre la temática a tratar, deben desarrollar las habilidades (individuales o mediante el trabajo colectivo) para crear los productos audiovisuales, sino que tienen que lidiar además con las políticas restrictivas de la plataforma. Un problema común para la mayoría de ellos es la censura por Copyright, que les limita en la inclusión de imágenes y sonidos ajenos.

La creatividad para sortear este escollo, con la producción de contenidos sustitutivos (ejemplo: doblaje de voces y canciones) es, también, una capacidad que aprenden a desplegar. Pero la popularidad alcanzada por varios de estos canales, cuya existencia comienza entonces a ser de interés para YouTube, les permite “negociar” su supervivencia con la plataforma, que reserva ciertas reglas de tolerancia para espacios educativos.

Aunque muchos de estos cultubers estén motivados, simplemente, a hacer esta faena como un hobby, tropiezan igualmente con las exigencias de YouTube de monetizar sus canales, lo que los obliga a adicionar alguna forma de publicidad. Otros, por el contrario, disfrutan dedicarse a tiempo completo a esta labor y tienen que agenciárselas de algún modo para que su actividad les proporcione dividendos.

La solución a la que han acudido muchos es el micromecenazgo, a través de plataformas como Patreon, que ha facilitado la obtención de ingresos a los creadores de contenidos gracias a la formación de comunidades de fans que aportan cuotas de dinero para la manutención de sus youtubers favoritos.

Cuando Jorge Pinarello, el creador de Te lo resumo así nomás, dice en sus videos “Hágale caso a la tía Marta y pegale una megustiada, una suscribida, una compartida y síguenos en Facebook, Instagram…”, está revelando la piedra de toque de esa estrategia de supervivencia basada en los propios consumidores del canal y la necesidad de lanzar sus productos culturales por todo el universo de las redes sociales. El caso de Te lo resumo… es un auténtico fenómeno de masas pues ha logrado llegar hasta más de 6,16 millones de suscriptores y refleja perfectamente las potencialidades de esta modalidad cuando se realiza con inteligencia, constancia, ingenio y además buen humor.

Pinarello, un actor en paro y empedernido cinéfilo desde la infancia, decidió un día empezar a subir a YouTube resúmenes de películas y series, nacionales y extranjeras, por puras ganas. Para darle originalidad a su producto, se inventó una voz rasposa y medio fastidiada, que comenta lo mismo con emoción que desgano pero siempre con sagaz ironía, y recibió la colaboración de su novia para la edición, de amigos y fans para la introducción de efectos y canciones, y poco a poco fue armando un mundo propio donde lo mismo enseña las virtudes y defectos de sagas comerciales como Viernes 13 y Rápido y Furioso, que diserta un día sobre la “Cultura de la Cancelación” o la evolución de las parodias en el séptimo arte. Comenzó en 2012 y al día de hoy ya ha subido la friolera de 550 videos y obtenido ¡1.567.620.990 visualizaciones!

También del terreno cinematográfico, hay otro ejemplo importante que muestra un camino distinto en la conformación del producto y su modo de sostenimiento. Alejandro G. Calvo, que no es un espectador entrenado como Pinarello sino todo un profesional de la crítica desde hace veinte años, fundó un portal con su canal correspondiente en YouTube, gracias al support brindado por su adscripción a Webedia, la empresa líder en generación de contenidos online de España.

En la actualidad, SensaCine ha alcanzado 304 mil suscriptores y un tráfico de 5 millones de usuarios al mes. Su programación incluye coberturas a los Festivales de Cannes y Venecia y los Premios Oscar, críticas puntuales a las películas y series de estreno y las Retro-Críticas (dedicadas a los clásicos), Cine a Quemarropa (donde repasa la filmografía entera de un Stanley Kubrick o proporciona una guía básica del lenguaje cinematográfico), además de entrevistas a figuras del cine y los Tops de 50 mejores películas del cine español o las mejores del año.

Con este breve paseo por el multiverso Cultuber que acabo de hacer, quiero llamar la atención a los lectores sobre espacios a buscar en la red, donde el conocimiento va de la mano del entretenimiento; y que ayudan a ampliar los usos dados hoy por los cibernautas cubanos a sus conexiones a internet, primordialmente encaminados al sharing de fotos, memes y noticias no siempre verdaderas. Pero también es mi intención que sirva como un estímulo a la generación dentro del patio de productos similares en cuanto a su factura y que, encima, posean el valor agregado de difundir la cultura nacional y las creaciones artísticas autóctonas.

¿Por qué no podemos desarrollar un canal de walking tour para enseñar La Habana o Cienfuegos y otros para la divulgación del cine o la música cubana? ¿Por qué no establecer alianzas entre los aspirantes a cultubers y las distintas instituciones del Ministerio de Cultura para que brinden financiamiento y equipos? Hay que seguir manteniendo esos premios que son un estímulo a los emprendimientos individuales pero, sobre todo, establecer un sistema de becas y formas de patrocinio con los que puedan sostenerse económicamente y dedicarle toda la creatividad y energía propias.

Aunque las limitaciones nacionales de conectividad pueden influir negativamente, también es un hecho que las políticas restrictivas del gobierno norteamericano alcanzan a la red y limitan las posibilidades de adquirir recursos por la vía del crowfunding y el micromecenazgo. Sin embargo, no es quedarse de brazos cruzados la opción, cuando pueden incluso crearse plataformas autóctonas para el alojamiento y sostén de estas imprescindibles creaciones audiovisuales, cuyo valor educativo se potencia por la habilidad para sintonizar con las sensibilidades y gustos de los nuevos públicos y sus formas de consumo cultural.

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