Perdido en la translación

El Caimán Barbudo
El Caimán Barbudo
Published in
5 min readNov 30, 2019

Por Anónimo Hernández*

Me encanta este título por su originalidad. Pero me gusta más por su pertinencia y por su pertenencia a una historia que había olvidado por completo. Respecto al título, yo sé que la RAE recomienda usar “traslación” sobre “translación”, sólo que no estoy muy de acuerdo. Piensen bien, amigos lectores: ¿a ustedes les gustaría decir “trasportación”? ¿O trasacción, trasición, traspiración? Suenan un poco ridículas, ¿no? ¿Trasexual? El prefijo debe ser “trans”. Sin embargo, también suena ridículo decir “transcendental”, como en inglés, porque la primera “ene”, la “ene” en discordia, nos hace sonar como si tuviésemos Síndrome de Down: “trans-cen-den-tal”. Pero en fin, ése es un asunto que tendré que razonar en otra parte.

La cosa es que en 1995, un amigo, Víctor, estuvo involucrado en la presentación en nuestro país de un grupo musical llamado Graceful Dead o Grateful Deaf o algo así, que al parecer había sido muy famoso en la época hippie.

Víctor me pidió cubrirlo durante la rueda de prensa que daría el grupo.

Al principio me negué, pero Víctor me convenció con la promesa de unos tacos sudados y el libro de poemas Juan Salvador Gaviota. Y remató:

— Tú no te preocupes, escóndete entre los demás periodistas.

— ¿Y si me pasan el micrófono?

— Sólo aviéntate un lugar común con el mejor inglés que aprendiste en la secu.

Víctor me dijo que la cita era a las doce in point, o sea a las “doce en punto”, y allí comenzaron los problemas. Con el fin de prepararme para la severa actividad intelectual de esconderme entre los periodistas, me anticipé llegando a las 11:30, sólo para enterarme de que la cita había sido pactada para las once in point, por lo que el entrevistado — que no hablaba una papa de español — y los organizadores — que no hablaban una papa de inglés — se hallaban sumamente encabritados. Peor aún, al parecer el legendario grupo ya no le interesaba a nadie porque ningún medio quiso cubrir la rueda de prensa. Y el único “periodista” que asistía al evento llegaba media hora tarde, cuando el tarado se daba ínfulas por llegar media hora antes. Sobra decir que los organizadores se lanzaron a recibirme como si fuera la reina Isabel parlando el más elevado inglés británico:

— Tenkiu, quickly. Tenkiu, quickly.

Hasta que, de pronto, uno de ellos me urgió:

— ¿Dónde está tu grabadora?

— No tengo.

— ¿Y tu cuaderno?

— No traigo.

Me lanzaron miradas de escopeta, mismas que cambiaron por sonrisas forzadas para dejarme pasar. Como nunca había entrevistado a nadie, no llevaba más que mi cerebro y mi buena memoria, que en aquel entonces aún era confiable. Para esa hora, el resto del grupo ya se había retirado y sólo permanecía allí el cantante, quien era el líder de la banda: un tipo con aspecto de cavernario que no se había bañado desde la época de los hippies.

Yo estaba en mi papel: no me importó sentarme en una de las muchas sillas vacías ni que usáramos micrófonos para las preguntas y respuestas. No podía sentarme a la mismísima mesa del entrevistado, justo a su lado. Los organizadores permanecieron en corrillo a unos metros de nosotros, vigilantes, como chaperones.

Y así comenzó todo:

— Hello, my name is Anónimo Hernández and I am a bad writer.

— What?

— My name is Anónimo Hernández and I am a bad writer — dije, revisando si funcionaba el micrófono. Como el tipo me miraba anonadado, continué, despacio, enfatizando cada sílaba:

— What-Is-Your-Name?

— What!

— OK… In Inglish: My name is Anonymous Henderson. What-is-your-name?

— Jerry! — me contestó molesto el mítico músico — … My name is Jerry!… Jerry García!

Ahora mi memoria trae a la luz una película donde una niña regordeta y encantadora va a un concurso de belleza y talento infantil. Al conocer a Miss California le pregunta si le gusta el helado y la reina le contesta que sí, que su sabor favorito es Chocolate Jerry García, en inglés. Bueno, ahora puede decirse que al menos ya sé algo sobre mi entrevistado. En ese momento continué:

— And how old are yú?

— What?

— How-old-are-yú?

— That’s irrelevant

— OK.

Los organizadores nos miraban de reojo, desconcertados. Recordé el consejo de Víctor e hice uso de todo mi repertorio en inglés. Señalé primero hacia la mesa y le dije a Jerry:

— This is a table

— What?

— And this is a chair…

Como el tipo me miraba con cara de What, ahondé:

— Is this a chair?

— Of course it is a chair!

— Very good… Now… This is a table. Is it a chair?

— It isn’t a chair!… — negó Jerry rotundamente, por lo que reafirmé:

— It is a table, isn’t it?

El señor Jerry miró suplicante a los organizadores. Ante su pasmo, les exigió algo que no entendí, decía “interview”, “journalist”, “translation”, y no sé cuántas cosas más, pero la verdad es que me perdí entre tanta translación. Y si yo entendía sólo eso, los organizadores no se enteraban de nada. Carraspeé y respiré profundo para retomar el control de la conversación:

— Jerry, I live in México City… It is a biutiful city… Where do yú live?

— This is stupid, man…

— I’m not a man, I’m still a boy. I’m thirty two.

En realidad esta última frase sonó como “I’m dirty, too”, pero para tapar un poco mis vicios de pronunciación, insistí en mi pregunta reciente, enfatizando cada palabra:

— Where-do-yú-live?

— In California!

— California was a part of Mexico, wasn’t it?

— I know. I’m part Spanish. My name’s García!

— And do yú espic Espanish, Jerry?

— No, I don’t.

— Tons, yú’re no Espanish.

— Of course I’m part Spanish.

— No, señor…

— I am Spanish.

— No, señor…

— I am Spanish.

— No, señor, yú are the language that yú espic.

En esta ocasión, el rockstar estalló.

— I’m gonna crush this idiot! — les advirtió a los organizadores, quienes de inmediato me preguntaron:

— Crush? Qué es crush?

— Crush es un poquito como crash, pero con u.

Los organizadores no necesitaron entender más palabras porque los gestos de Jerry bastaban. Cuando se aproximaron a nosotros, Jerry hizo un último esfuerzo por serenarse. Entonces copió mi estilo: habló despacio, sílaba por sílaba, como si eso sirviera de algo, y dijo:

— What-The-Fuck-Is-This?

Los organizadores me miraron exigiendo una respuesta. Les respondí lo mejor que pude:

— This is a table… And this is a chair…

*Anónimo Hernández es el seudónimo que Mauricio Bares (Ciudad de México, 1963) utiliza cuando está de buen humor. Es el autor de Apuntes de un escritor malo y de la novela Anónimo, finalista en el concurso Herralde de novela 2007, de editorial Anagrama. Mauricio Bares es cofundador y director de ediciones_aparte y de A sangre fría, ahora dirige la editorial Nitro/Press. Es compilador, junto con Elma Correa y otros amigos, de la antología anual Lados B–Narrativa de alto riesgo. Autor de los libros de narrativa Streamline 98, Sobredosis, Ya no quiero ser mexicano, La vida es una telenovela, y de Posthumano (finalista en el Premio Anagrama de Ensayo, España).

--

--