Un cubano “loco” por el Atleti

El Caimán Barbudo
El Caimán Barbudo
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11 min readJan 15, 2020
Fanáticos del Atlético de Madrid. Foto tomada de Marca

Por Eduardo Grenier Rodríguez

De puertas hacia adentro, el lugar es oscuro y frío. Quedan 20 minutos para las tres de la tarde de un día de mayo. En los exteriores del bar que da a la esquina de 17 y M, en el barrio del Vedado, apenas se ve algún “demente” aislado, desafiando el sol insoportable. En el interior el ambiente es chirriante, casi tan frenético como aquellos caminantes de las barriadas aledañas. Y hay banderas, muchas banderas colgando del techo.

Es miércoles de fútbol. Para algunos, por tanto, un miércoles distinto. Devotos fieles, deberán romper la rutina laboral para asistir a su cita con esta religión que, diría Galeano, no entiende de ateos. Llego cinco minutos antes de la hora pactada a El Conejito, donde suelen reunirse los aficionados a los equipos que la televisión cubana obvia cada fin de semana. En el primer salón de los dos que conforman el local, encuentro a cinco personas que conversan airadamente en torno a una mesa.

A las 2:50 pm entra por la puerta principal Raydel Núñez Pacheco, el presidente de la Peña Atlética de La Habana. Me saluda con un “Aúpa Atleti” que asimilo como un “Hola” o un “Buenas tardes”. Es su mantra. A la hora que sea, a cualquiera le espeta su lema. Y lo hace con orgullo. Llega con la asfixia evidente de quien debe utilizar el transporte público y regodearse entre el “calor humano” de los ómnibus, pero sonríe al ver a su gente. Es una reacción espontánea.

— Bien, al fin vienes a un partido con nosotros.

Y me manda a sentar.

Apura sus movimientos antes de comenzar el juego. Saca de la mochila dos banderas y las cuelga justo debajo del televisor. Una es roja con ribetes amarillos y en el centro lleva zurcido un escudo del Atlético rodeado de barreras rojas; la otra es una enseña cubana a la que añadieron el mismo emblema entre dos ramas de laurel y el letrero de la Peña en el listón superior. Cada partido las sitúa allí, para que el visitante sepa el nombre de su pasión. Entonces parece el salón un palco del Wanda Metropolitano, el nuevo estadio del Atlético de Madrid. Hay sentimiento colchonero, cerveza, debate acalorado…

Rectifico: parece el salón un palco cubano en el Wanda Metropolitano.

— Mi amor, tráeme lo de siempre — dice a la chica de uniforme que sirve en el bar.

Minutos después aparece la camarera con pescado frito en unos platos que sitúa encima de la mesa. Raydel invita (obliga casi) a todos a comer.

— ¿Cuánto cuesta entrar a ver los partidos acá?

— Por estar los 90 minutos, un dólar. Luego, si consumes mientras ves un juego, también debes pagar. Prácticamente trabajas para venir aquí.

Raydel Núñez Pacheco

Raydel, 27 años, siempre va vestido con una camiseta del Atlético. La de hoy lleva su nombre en la espalda encima del número nueve. Es delgado y de pelo rubio, barba tupida y un piercing une las dos fosas de su nariz. Suelta una palabra detrás de la otra a una velocidad alucinante. Parece como si tuviera premura al expresarse y, pese a ello, hilvana un discurso coherente y habla del Atlético y del fútbol y de la vida como si todo fuera la misma cosa. “Es que ser del Atleti es algo diferente, muy especial, te hace ver la vida de otra manera. Si no lo sientes, no lo entiendes”, me dice convencido y yo intento asentir, pero no me sale más que un rictus de disimulo.

Hace años decidió abandonar la Universidad y trabaja en el sector privado. Ahora pasa todo el día fuera de la casa. Pero incluso en su hogar uno encuentra vestigios de su afición. En el cuarto, justo detrás de su cama, reposa un cartel amplio de tela que dice: “Siempre estarás en nuestro corazón, Vicente Calderón”. Sus familiares, que antes le daban por loco, han aprendido a comprenderlo. Parecen contagiados.

El fútbol nunca fue el deporte más popular de Cuba. Ni siquiera uno de los primeros. Vivió siempre a la sombra, como aquel paria que debía soportar en territorio ajeno las burlas de los burgueses. Pero Raydel, siempre contra la corriente, un día decidió enamorarse de un club. Ocurrió en 2003 y fue una de esas obras del destino. Sonará a hipérbole, pero muchas veces lo reitera y no parece una broma: desde entonces su vida no es la misma. Encontró en el Atleti un motivo para levantarse cada mañana.

— ¿Cómo comenzó esta locura?

— En la secundaria básica empezamos a jugar campeonatos de fútbol en PlayStation — cuenta — entre los chicos del barrio donde nací, en Santiago de las Vegas. Mi hermano y yo, que fuimos los últimos en llegar, ya no podíamos escoger los equipos más famosos: Real Madrid, Barcelona, Manchester United, hasta el Valencia, famoso por aquellas dos Ligas y finales de Champions. Mi hermano escogió entonces al Bayern, que todavía quedaba vacante. Al llegar yo, un amigo me dice: Raydel, hay un club de la liga española que no es de los mejores, pero tiene buenos números. Allá fui de inocente a jugar con ese (sonríe), y de solo verle me enamoré por su camiseta, por ser diferente. Era el Atlético. Así, de esa manera sencilla, comenzó todo.

Al principio no fue simple mantener la ilusión. El fútbol era un deporte exótico, casi ajeno a la realidad diaria del cubano y seguir las informaciones en una época sin conexión a Internet en esta isla representaba una utopía. Algunos partidos los podía escuchar por unos viejos radios soviéticos que sintonizaban,con dificultades, las ondas de Radio Exterior de España. Otras veces, leía los diarios que le llegaban desde Madrid por intermedio de un tío que trabajaba en el aeropuerto y le obsequiaba ediciones de AS o MARCA, con semanas de retraso.

— Los bebía. Traían solo dos o tres páginas dedicadas al Atleti, pero recuerdo una frase que nunca se me ha olvidado: “…una vez más «El Niño» Torres vuelve a rechazar ofertas millonarias por el club de su vida…”. Al percatarme que era el mismo jugador con el que marcaba casi todos los goles en el videojuego, quedé impactado. Me pareció increíble, entre tanta ambición que vivía (y vive) la sociedad mundial, que un jugador no se fuese por el dinero y se quedara en ese equipo por pasión.

El partido arranca y junto a Raydel otros seis “colchoneros” interrumpen su debate y fijan la vista en la señal de la televisión. El Wanda Metropolitano, donde transcurre el partido Atleti–Valencia, luce semidesierto esta tarde (noche) en la grada frontal. En el fondo norte, donde se reúnen los radicales, algunos miles se amontonan y aplauden al unísono. Llueve. Las capuchas y sombrillas delatan una jornada gris, pero Simeone, el ídolo perenne de la hinchada “india”, grita y corre por la banda sin importar que su impoluto traje negro se estropee.

El fútbol tiene esas paradojas. En Madrid, a más de 7 mil kilómetros de Cuba, muchos desechan la opción de ir a la cancha por un partido intrascendente. Evaden la lluvia y el viaje cansino tras una jornada laboral, eligen el sofá y la calefacción y ven el encuentro agarrados al calor del hogar. En La Habana, Raydel, que todavía no sabe a qué huele el césped del Metropolitano, sortea los obstáculos de una ciudad difícil. No tiene transporte, dejó su trabajo a medias y paga la entrada del bar para no perderse 90 minutos que nada deciden en la tabla de posiciones.

— ¿Por qué asistes a todos los partidos, aunque no sean importantes? — le pregunto, como quien no entiende, si bien imagino la respuesta.

— Te voy a contar algo: cuando llegaba a los partidos de la temporada 2011–2012 en los hoteles, veía como la afición de los equipos más grandes se reunían a hinchar por sus colores. Yo quería eso, me sentía solo, pensaba que era el único en Cuba.

“Al ganar la Supercopa de 2012 y la Copa del Rey al año siguiente, tenía cierta esperanza de que se enterara alguien de que ahí empezarían a televisar los partidos y así frecuentarían el sitio y yo podría sentirme arropado de una vez. La dicha sucedió en octubre de 2013.

“Llegué como siempre unos minutos antes del partido y me encontré un chico esperando el comienzo. Se me aguaron los ojos y le dije antes de presentarme: «Aúpa Atleti» y me respondió al instante: «Aúpa Atleti». Era como si nos conociéramos de toda la vida.

“Empezamos a ver los partidos juntos y luego fueron apareciendo, poco a poco, algunos más a medida que fue avanzando la Liga y el Atleti se acercaba al título. Nació la idea de juntarnos a ver los encuentros, hasta que conformamos oficialmente la Peña”.

Después de aquellos días en la soledad, Raydel se propuso asistir a cada partido del Atlético: “Hermano, puede pasar lo más grande del mundo. Si estoy en el hospital, salgo de ahí para El Conejito o donde sea pero no puedo fallar. ¿Sabes por qué? Porque existe siempre la posibilidad de que vaya alguien nuevo que se sienta como yo al inicio y mi deber es estar para sumarlo a la Familia Atlética de Cuba”.

— Eso te deja muy poco tiempo…

— Amanezco pensando en el Atleti, todo el día pienso en el Atleti y cuando voy a dormir por la noche pienso en el Atleti.

“Magia a veces tengo que hacer.No me pierdo un choque. Si tengo que faltar al trabajo lo hago, pero al Atleti no puedo dejar de verlo.Que me echen, me da igual. De todas formas ya todos están adaptados y entienden que para mí el Atlético de Madrid es una manera de vivir, además de que tengo responsabilidades como presidente de la Peña a nivel nacional e internacional y eso me justifica”.

Hay actitudes que reflejan tanto como cualquier frase. Raydel parece sufrir demasiado esos 90 minutos intrascendentes. Koke dispara y al cubano se le escapa un “¡uyy!”. Lemar se va por la banda hasta llegar al área y él se pone de pie. Oblak detiene un disparo peligroso y al instante aplaude. Es, ante todo, un tipo espontáneo.

Kike, un español que está a nuestro lado, comienza a hablar de Fernando Torres. Dice en tono elevado que su marcha de la entidad del Manzanares no tuvo otro objetivo que ganar más dinero. Toco a Raydel con el codo, para provocar su respuesta. Desde el inicio me confesó su devoción por “El Niño”.

— No vale la pena contestarle. Cada quien piensa como quiere, y él está hablando cosas falsas.

— Pero eres muy de Torres, “torrista” te dices….

— Me toca el corazón. Fernando Torres fue el jugador que me enamoró del Atlético por sus acciones, por representar los valores del club. Tiró del carro solo, contra viento y marea, rechazó ofertas irrechazables, fue fundamental para el ascenso a Primera División. Con 19 años ya era capitán del equipo, contagiaba a todos con su entrega y coraje. Demostró que en la vida todo no es el dinero, sino el amor a la casa que te formó como futbolista.

“Torres es para el Atleti lo que muchas estrellas no lograron ser dentro de la historia de sus clubes. Un ejemplo de canterano y de persona, un señor fuera y dentro del campo. Humilde es la palabra que lo define,y creo que me quedo corto con esta descripción. Por eso me declaro «torrista», como muchos, de por vida”.

— ¿Atlético de Madrid o Fernando Torres? — le riposto.

— Difícil decisión. Te digo que Torres es el Atlético de Madrid en similitud de valores. Veo al Atleti y me recuerda a Torres.

En el brazo izquierdo lleva tatuado el rostro de Fernando y a su lado un letrero: “De niño a leyenda”.

Pero no es el único lugar donde la aguja ha bailado para grabar los sentimientos en la piel de Ray — como le dicen sus amigos allegados — . En el brazo derecho luce su tatuaje más reciente, del estadio Vicente Calderón. En el antebrazo izquierdo, por encima de la muñeca, aparece Torres de espaldas levantando un trofeo. En la espalda, justo bajo el cuello y entre los dos pulmones, lleva el escudo del Atlético.

En el costillar izquierdo aparece quizás la mayor muestra de amor hacia un club deportivo:

Aquí me pongo a contar motivos de un sentimiento que no se puede explicar. No me preguntes por qué los colores rojiblancos van con mi forma de ser. Qué manera de crecer, de sentir, de soñar, de sufrir, de aprender, de palmar, de vencer, de vivir, de entregar. Qué manera de subir y bajar de las nubes, qué manera de viajar a la gloria gritando hoy y siempre: Atlético de Madrid. Aúpa Atleti.

El letrero ocupa gran parte de su cuerpo y corresponde a un fragmento del himno compuesto por Joaquín Sabina.

— Imagina que mañana te levantas y el Atlético no existe…

— Me lo tomaría muy mal. Tendría que elegir de nuevo lo que ya me poseyó de por vida. Después del Atleti sería el Atleti. O el Atleti en el más allá.

Es la mañana del 23 de noviembre de 2018. En un rincón de La Habana Vieja, Raydel entrega al presidente de España, Pedro Sánchez, la réplica de uno de los leones del Prado habanero, con la estampa en su base de la Peña Atlética que preside, por un lado, y el nombre del mandatario en la otra.

— Lejos de ser un tipo lejano, supo establecer una complicidad conmigo desde que intercambiamos un “Aúpa Atleti”. Luego me sorprendió al decirme que al llegar a Madrid, su hija pondría el obsequio en algún lugar visible de la casa, con su nombre pegado a la pared para que el cartel de “Peña Atlética de La Habana” pudiera ser visto por todos los visitantes. Realmente, le noté en los ojos su pasión cuando hablamos de fútbol.

Alrededor de un mes antes, había visitado La Habana el máximo accionista del club, Miguel Ángel Gil Marín, con el propósito de establecer vínculos con la Federación Cubana de Fútbol. Para Ray fueron días mágicos. Gil, la máxima figura de la entidad, compartió con ellos y les prometió hacer oficial la Peña.

— Vi cómo lloraba cuando le hablé del Atleti y de nuestra pasión. Es algo que no olvidaré jamás.

“Te reitero que esto es algo difícil de entender. Mi familia me lo reprocha porque dice que eso no me da de comer. Las novias que he tenido no lo aguantan mucho, creo, aunque terminan entendiéndome (sonríe).

“Hoy en día le he contagiado esta pasión a mi padre. No le gustaba el fútbol y ya es integrante de la Peña. A mi hermano casi lo convierto, pero no pude. Sin embargo, ya todos ven que ser del Atlético te hace diferente, mejor persona, e incluso, te llegan a querer tus compañeros como si fuesen parte de la familia. Ser del Atleti no se entiende, se siente”.

Al final, los colchoneros despidieron la temporada con un triunfo tranquilo. Estoy de suerte, supongo, porque dicen que los fanáticos suelen transformar su personalidad cuando pierden. Tras salir, entro a Facebook y encuentro una publicación de Raydel: “Qué difícil será estar sin ti, amor de mi vida. Estos meses serán muy duros. Tengo ganas de verte. ¿Quién será? ¿Lo saben?”.

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