Una maquinaria contra el tiempo

El Caimán Barbudo
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16 min readNov 28, 2022

El Archivo Nacional de Cuba, fundado el 28 de enero de 1840 y el quinto de este tipo de instituciones creadas en América Latina, tiene la función principal de conservar y proteger toda la documentación en la cual se sostiene la historia y patrimonio de la nación…

Por: Kevin Soto Perdomo, Huong Pham Trang, Melanie García Suárez y Leyla María Mancebo Bada

No hay ventanas y al parecer el sistema de ventilación no funciona como debería. Las manchas de moho ocupan las esquinas de las paredes. Amenazan a los papeles amarillentos embutidos en los estantes que recubren esos muros; sin embargo, Maritza dice que no corren tal peligro. Ahí, debajo de la escalinata de la entrada, en ese sótano donde se encuentra el departamento de restauración del Archivo Nacional de Cuba, el ritmo de trabajo es muy rápido y los documentos no hacen mucha estancia. No obstante, no se percibe a simple vista esa velocidad. Se siente una atmósfera pesada, capaz de ralentizar el tiempo.

La guerra contra el tiempo

Maritza trabaja en un documento. El papel, que da miedo incluso mirarlo de lo frágil que es, se vuelve un poco más robusto, la tinta ha ganado en nitidez y van desapareciendo las irregularidades de los bordes de la hoja. No cabe dudas de que en el departamento de restauración el implacable tiempo se torna lento y sufre de derrota crónica.

Martiza Yáñez Corona tiene 58 años, pero sus manos tienen un aspecto mucho más juvenil. Lleva 5 años trabajando en el Archivo y es una de las restauradoras que hacen funcionar ese departamento como una maquinaria.

“Me formé como especialista en restauración de documentos y obras en papel”, comenta. “El trabajo es fascinante, cuando una se topa con el trabajo con papel queda enamorada para toda la vida, sobre todo porque tiene la oportunidad de restaurar papeles que poca gente tendrá la oportunidad de leer y observar”.

El Archivo Nacional de Cuba, fundado el 28 de enero de 1840 y el quinto de este tipo de instituciones creadas en América Latina, tiene la función principal de conservar y proteger toda la documentación en la cual se sostiene la historia y patrimonio de la nación. Desde su fundación ha recopilado 221 fondos de documentación de las sucesivas administraciones coloniales, neocoloniales y algunas del período revolucionario. Cartas, actas, documentos judiciales, manifiestos, ejemplares de periódicos, fotografías, cuadros, grabados, todo soporte con un marcado valor histórico es resguardado por esta institución, la cual también se da a la tarea de impedir el deterioro de los mismos.

“Actualmente estamos trabajando con el epistolario de Serafín Sánchez”, afirma Maritza. “Es mágico porque encontramos disímiles personalidades de nuestra historia que se escribían con este prócer y conocemos mediante sus cartas la relación de amistad que tenían. Estos manuscritos están organizados en un libro que estamos restaurando actualmente”.

El libro de tapas duras es imponente. Sus hojas de unas dimensiones para nada despreciables parecen correr el peligro constante de quebrarse. Pero Maritza hace que su trabajo parezca fácil de realizar. Sus diestras y delicadas manos se pasean suavemente por el papel añejado y dejan una estela que les devuelve la vida, como si la juventud de sus manos quedara impregnada en la celulosa de más de un centenario.

Entonces lee, acaricia la letra y con la letra su historia. La restauradora afirma que “es maravilloso, los conservadores casi siempre leemos los documentos que restauramos”.

Maritza confiesa que muchos documentos que ha trabajado la han dejado prendada por su belleza, tanto en el sentido de la idea manifestada como en la forma. “Me enamoré de las cartas de Enrique Loynaz del Castillo”, expresa. “Fueron muy bellas de trabajar, tenía una caligrafía hermosa y la calidad y belleza del papel es notable también. Nosotros tenemos cuidado con los cuños de agua u otros elementos que aparecen en las cartas, esto hace que lleven un proceso particular para ser restauradas. El espíritu de este hombre, que con solo 23 años escribía de una forma tan romántica, me dejó enamorada, sobre todo por su sensibilidad. Es significativo encontrar en estas lecturas las distintas facetas de una persona: el niño, el amigo, el familiar”.

Cada documento pasa por un proceso que se divide en diagnóstico, donde se evalúa el estado del documento; tratamiento, se realiza el trabajo de restauración del documento; recuperación, se deja que los materiales empleados en la restauración se sequen y hagan efecto en la pieza; y luego la digitalización, donde el documento es llevado a una copia en soporte digital.

“María Elena e Inés formaron la escuela que trabaja hoy aquí”, argumenta Maritza, “yo vengo de la Biblioteca Nacional y de Literatura y lingüística, que son otros centros que almacenan documentos y libros. Cuando llegué aquí me encontré con que tienen una metodología bien organizada para su trabajo de restauración y es muy superior a las que había ejecutado anteriormente. Empezaron con la escuela rusa, luego la española y la americana. Cada una de estas escuelas tiene su forma de actuar. Ellas han tomado de cada una de esas escuelas lo que resulta más efectivo, teniendo en cuenta las limitaciones que se presentan desde el punto de vista material”.

No obstante, cada documento tiene sus particularidades. Incluso algunos, luego de la restauración, no pueden ser manipulados por un tiempo indefinido. Maritza afirma que el epistolario de Serafín Sánchez es un material esperado por los investigadores debido a que es documentación que aún no se ha investigado a fondo. “El problema es que hay parte de los documentos que fue incorrectamente montado y ahora es imposible que pase por el proceso de digitalización, esto a su vez complica el acceso de los investigadores a la información porque hay documentos que luego de ser restaurados no pueden manipularse prácticamente”.

“La calidad del papel, los tipos de tinta, y la situación específica en que se conservó el archivo hasta el momento hacen que cada proceso sea diferente. En el caso de este libro, la encuadernación ayudó a que se conservaran las cartas; sin embargo, esto dificulta su restauración”.

Por otro lado, existen otros documentos que sus posibilidades de restauración dependen de ponencias científicas en las cuales se justifique la necesidad de conservación de semejante material.

“Inés es la que ha llevado la mayoría de los proyectos de este tipo”, afirma Maritza. “Los más expuestos en ponencias son los de lingüística. Yo pude llevar algunos en lingüística donde trabajé a Fernando Ortiz. De este modo, se hacen proyectos que se presentan a nivel internacional y compites, se aprueban o no según la calidad de otras propuestas y, si gana, se compran los insumos para la restauración. Desde el 2001 el estado creó una comisión para analizar las necesidades y destinar un presupuesto anual para los proyectos de restauración. También es necesario tener un importador ya que muchos mercados están cerrados para Cuba y esto dificulta todo el proceso de adquisición de los insumos necesarios”.

María Elena Rodríguez Rivero afirma que, en sus cincuenta años como conservadora y restauradora, a pesar de las trabas, el departamento ha logrado restaurar todos los documentos que llegan a sus puertas.

María Elena e Inés, dos de las conservadoras con más años de experiencia en el departamento de restauración del Archivo Nacional de Cuba

La restauradora de 72 años es la trabajadora con más experiencia en el Archivo Nacional. Y, a pesar de sus años, se aferra a su trabajo como una de las cosas más importantes de su vida.

“El Archivo me ha sido muy útil porque me ha valido el reconocimiento de las personas cercanas a mi entorno, quienes me dicen que soy una archivera ejemplar”, expresa María Elena, “pero lo que me mueve es el deseo de trabajar porque le doy mucha importancia a mi trabajo. Restaurar escritos de Martí y Maceo ha sido un privilegio inmenso, por ejemplo. Otra de las grandes satisfacciones para mí es rescatar documentación dañada por insectos o el ambiente inapropiado para su conservación y que hoy se pueda leer gracias al trabajo de restauración que hemos realizado aquí. Revivir los documentos es el mayor privilegio que tenemos”.

María Elena es una mujer parca. Pareciera que, como los documentos con los que trabaja, conserva sus palabras para darle el uso justo y evitar así que se desgasten.

Periodista: ¿Cuán difícil puede llegar a ser restaurar algún documento?”

María Elena: Algunos son muy trabajosos porque presentan un grado de deterioro muy avanzado.

P: ¿De qué fecha data el documento más antiguo con el que se ha trabajado?

M.E.: Hemos trabajado documentos de 1578 y todo el siglo XVII

P: ¿Cree que internet es competencia para el archivo? ¿Por qué?

M.E.: Yo soy defensora del papel. A la vez que se utilizan todos estos medios se pierde el valor de la información por la transformación de su soporte original.

P: ¿Ha habido pérdidas de documentos? ¿Qué sucede cuando algo así ocurre?

M.E.: Ha ocurrido la desaparición de algún documento y hemos sentido gran indignación porque es una actitud condenable. Se pierde información de valor patrimonial. Y sí, es algo por lo cual se paga un castigo.

P: ¿Cómo es el día a día en el archivo?

M.E.: Hay muy buena relación entre los compañeros, yo me llevo bien con todos y trato siempre de trasmitir mis conocimientos y nutrirme de los que poseen los demás.

Entre respuesta y respuesta, María Elena mira con cierta complicidad a Inés Baró Valle, quien es otra de las restauradoras con más años de experiencia en el departamento. Su carácter afable y su facilidad para tomar decisiones convierten a Inés, de cierto modo, en la guía de las restauradoras.

“Nosotras somos una escuela”, afirma la experimentada restauradora. “Eso se ha ido engrandeciendo cada vez que llega alguien. Aquí han pasado muchos jóvenes”, pasea su mano abierta apuntando los rostros lozanos de los restauradores novatos y tímidos que se negaron a ser entrevistados. “Cada uno ha aportado y aprendido como tal. No solamente nosotros los más antiguos enseñamos, también hemos aprendido lo que cada quien ha aportado”.

“Todo el mundo, todo el que pasa por aquí ha aportado algo. Nosotros somos los más antiguos. Hace alrededor de cincuenta años que estamos aquí. Y es cierto, todo el que llega siempre aprende algo. También impartimos curso para los nuevos trabajadores que llegan aquí o para el sistema nacional del archivo. Siempre se conquista impartiendo estos cursos y también se vuelve fácil aprender porque cada uno trae la experiencia de lo que tiene en su archivo”.

Un escondite donde se hace ciencia

Fuera del departamento de restauración, el pasillo guía a la oficina que rige el laboratorio de conservación preventiva del Archivo nacional. Ahí se encuentra Sofía, mujer rápida e inteligente, muy dada a recibir a sus invitados con contra-preguntas, según ella misma confiesa. Luego de recibir la información que pide, se relaja y muestra su faceta más distendida y conversadora.

“Me llamo Sofía Borrero Alfonso. Tengo 60 años y estoy a punto de jubilarme. Soy investigadora y profesora titular, jefa del laboratorio de la conservación preventiva del Archivo Nacional. Trabajo en el Archivo desde el 3 de marzo de 2013, lo cual significan 17 años, 7 meses y 28 días”.

Sofía Borrero Alonso, jefa del laboratorio de la conservación preventiva del Archivo Nacional de Cuba

Según Sofía, el Archivo Nacional de Cuba es uno de los pocos archivos en Iberoamérica que tiene un laboratorio de investigación en el departamento de conservación. Es un local muy modesto y sencillo, pero se hacen investigaciones únicas en el país.

“Nosotros fundamentalmente lo que hacemos son investigaciones más vinculadas a lo que es medioambiente de los depósitos. Es decir, monitoreamos la carga fúngica de los hongos que están en el ambiente, lo cual puede afectar los documentos. Por tal motivo tenemos una batería de prueba fisiológica donde analizamos cómo esos hongos que aislamos pueden afectar a patrimonios documentales o incluso pueden ser potencialmente patógeno”, explica la científica.

Las investigaciones realizadas en este departamento permitieron al Archivo Nacional entrar en colaboraciones con otras instituciones dentro del país. Por lo que a partir de 2019 se aprobó un programa de salud para los trabajadores del Archivo que en ese momento fue solo para los archivos históricos. Ahora ese programa de salud se ha actualizado y constituye un proceder para todos los archivos del país.

“También estudiamos todas las cuestiones relacionadas con el deterioro de documentos”, explica Sofía. “Es decir, fundamentalmente es una de las partes metodológicas y aristas de proyectos anteriores que estuvimos estudiando. Como algunos aceites esenciales de plantas que se pudieran utilizar como anti-fúngicos. Tuvimos un monitoreo determinado en ese laboratorio. También tuvimos un entomólogo que estudiaba impactos de esos productos sobre los insectos que pudieran afectar a los documentos”.

Sofía comenta que en el laboratorio trabaja un equipo multidisciplinario donde cada miembro es graduado de alguna carrera de ciencias. “Por ejemplo, en estos momentos somos cuatro compañeras: dos microbiólogas, una radioquímica y un técnico. Esta radioquímica en este momento está trabajando en función del proyecto medioambiental que tenemos para diseñar sensores de pH ambiental. Este proceso es cualitativo, pero puede brindar una medida para percibir la acidez del ambiente, lo cual influye no solo en la conservación de los documentos, sino en la capacidad de mantenerse viable en el ambiente”.

Las dificultades económicas y el bloqueo impuesto por los Estados Unidos constituyen obstáculos en el proceso de restauración.

En el caso de Sofía, ella es microbióloga y en su experiencia profesional trabajó durante mucho tiempo en el polo científico. “Sin embargo, por trabajar aquí no quiere decir que se haya coartado mi realización como investigadora”, comenta la científica. “Al contrario, he podido desarrollar estudios muy interesantes que en otro lugar no hubiera podido realizar. Además, he tutorado tesis de estudiantes de la facultad de biología, de ingeniería, y he tutorado maestrías. Es decir, es una realización profesional importante”.

El laboratorio del Archivo Nacional de Cuba es un lugar prácticamente desconocido. Es como un escondite en el sótano de esta antigua edificación. Por lo que suele ser ignorado por la comunidad científica.

“La gente no se imagina desde el punto de vista científico todo el arsenal de posibilidades investigativas que este departamento puede ofrecer”, expresa Sofía. “Este laboratorio ofrece material capaz de impulsar estudios de maestría, doctorados, investigaciones, publicaciones, hacer lo que uno desee. De hecho, es posible que uno se jubile y continúe envuelto en las investigaciones de un trabajo que no tiene fin. Por otro lado, nosotros tenemos la ventaja de que no solo trabajamos para el Archivo Nacional, sino también para la red de archivos históricos. Es decir, tenemos todos los archivos históricos en el país a lo largo y ancho para hacer estos estudios. Por tanto, es una fortaleza tener nuestro laboratorio para la satisfacción científica de todos los que trabajamos en él.”

Al frente de una maquinaria imparable

Al subir las escaleras, es posible sentir cómo el aire se vuelve menos denso. El lobby es amplio. Elvira Corbelle Sanjurjo, la directora general del Archivo Nacional de Cuba, espera en su oficina, en el otro extremo de la sala.

“Comencé a trabajar en el Archivo en el 1989, recién graduada de Historia”, relata Elvira luego de darle un sorbo a su café. “Fui asignada por el plan de adiestramiento y demás políticas existentes en el país. Y aquí estoy todavía”.

Elvira Corbelle Sanjurjo, directora general del Archivo Nacional de Cuba.

Elvira comenta que transitó por las distintas responsabilidades y departamentos del Archivo. Hasta que en el año 2020 fue nombrada directora general. “Qué mejor lugar para un historiador que trabajar en un archivo porque los documentos son una fuente incalculable de información”, agrega la directora.

A Elvira le resulta fácil romper las barreras comunicativas. Gesticula mucho. Es una persona llena de energía. A medida que expone sus conocimientos sobre el archivo, es posible percibir que es alguien capaz de mover fuerzas y que siente una inmensa pasión por su trabajo.

“El archivo nacional está enclavado en un lugar complejo, originalmente no se encontraba en este local”, esclarece la directora. “Este inmueble es de carácter patrimonial. Fue construido en 1944. Por lo que siempre estamos velando por su estado constructivo. Por eso siempre buscamos apoyo en la comunidad, la cual nunca ha titubeado en ofrecernos su apoyo. Esta localidad, San Isidro, entiende el valor de esta institución y la gente la siente suya”.

El Archivo Nacional de Cuba es una institución de puertas abiertas. El noventa y cinco por ciento de los fondos documentales que conserva es información pública, brindan servicios a toda la ciudadanía, tanto personas naturales como jurídicas y también a instituciones. También se utiliza en función de socializar, demostrar y colaborar en la labor de combatir datos erróneos, incluso las falsas noticias.

El Archivo presta servicio al público, la mayor parte de su documentación es accesible a la población

El archivo, además, tiene la función de certificar la documentación o la información que se encuentra en la institución. “Por una ley notarial que existe en Cuba podemos emitir certificados de los documentos que se conservan aquí entre los que se encuentran: escrituras notariales, registros de defunción, participación en las guerras de independencia”, añade Elvira.

Por otro lado, las personas naturales pueden tener en su poder documentación de carácter histórico que pueden donar al Archivo. A estos documentos se les realiza un proceso de pruebas en los laboratorios de conservación para comprobar la autenticidad de los mismos.

En cuanto a las entidades, existe un cronograma de transferencia, después de transcurrido el plazo establecido en la norma, que es de 30 a 50 años se transfiere la documentación al archivo y se empieza a conservar acá todo lo relacionado con el patrimonio documental de la nación.

“En el otro cinco por ciento de los documentos que no están disponibles al público se encuentran la documentación que pueda atentar contra la seguridad o defensa del estado y la que tiene que ver con la protección de los datos. Por otro lado, también se encuentran los documentos sensibles en cuanto a su estado de conservación del siglo XVI y XVII, además constituyen documentos paleográficos para los que necesitas dominar el castellano antiguo. Tenemos una labor encaminada a la traducción de estos últimos para posibilitar que los usuarios puedan acceder a ellos”, explica Elvira.

Para proteger dichos documentos cuentan con un plan de conservación preventiva, en el cual la entidad tiene definida los principales documentos que se encuentran en peligro y a partir de esto se lleva a cabo el proceso de digitalización. Además, mantienen los controles encaminados a proteger y evitar que se sustraigan documentos de la entidad. “El acceso a los depósitos es limitado y poseemos un sistema de cámaras. El último evento de este tipo ocurrió hace siete años, pero gracias a los controles implementados se pudo evitar que se sustrajeran del centro”, añade la directora.

Sin embargo, hoy los fondos documentales no están en línea, motivo por el cual, aunque presentan una gran cantidad de documentación digitalizada, no se puede acceder a ellas.

“Estamos implementando una solución tecnológica de conjunto con los desarrolladores de la UCI denominada Arquea para que desde la web puedan acceder a estas imágenes digitalizadas desde el fondo. Desde el sitio web del archivo los usuarios van a poder acceder a los fondos patrimoniales de las personalidades. Pretendemos que para diciembre de este año podamos implementar este portal. Tenemos previsto inaugurarlo el 28 de enero con motivo del aniversario de la fundación del archivo”, comenta Elvira.

Sin embargo, la enérgica historiadora, a pesar de reconocer la necesidad de adaptarse a los nuevos entornos digitales, es una defensora del papel.

“Los archivos nacionales nunca han perdido ni perderán la competencia contra internet porque los documentos que se conservan en ellos son únicos. Por tanto, su valor es incuestionable. Además, responde a la memoria de cada país. Es decir, incluso estamos relacionados con la seguridad nacional de los países. En estas instituciones se encuentran documentos que recogen toda la historia desde la fundación misma de las naciones. Lo que sí es cierto es que somos víctimas del tiempo y de los contextos históricos que se viven. Y en la actualidad los archivos nacionales se ven obligados a pasar por un proceso de digitalización de la documentación para que sea fácil el acceso y de alguna manera también evitar su deterioro, porque al no ser manipulado el documento en físico, es posible prolongar sus años de conservación”, expresa Elvira.

No obstante, según la historiadora, la conservación de un documento físico siempre es más fácil que la conservación de un documento digital. “Lo digital es muy vulnerable porque la tecnología está cambiando constantemente, y, además, el propio documento e incluso la forma digital de conservar es más vulnerable que en físico. Por ejemplo, Cuba es un país que siempre corre riesgo de desastre. Un documento que se moja se puede recuperar. Una tecnología que se moja no”.

Dentro de la documentación que más orgullo le produce a Elvira conservar se encuentra el epistolario de Serafín Sánchez, el documento original de la Constitución de Jimaguayú, la única grabación sonora de un mambí que se conserva: una entrevista de radio realizada a Enrique Loynaz, una espectacular colección de fotografías que incluye: ferrotipos, daguerrotipos y placas de cristal, una colección de grabados y gran cantidad de documentación original de Conrado Walter Massaguer, incluido un álbum de caricaturas.

“La realidad de la institución se ha transformado”, comenta Elvira con cierto orgullo. “En este sentido se creó una unidad de desarrollo e innovación, se realizan proyectos de investigación. Actualmente en el Archivo se imparten diferentes cursos en materia de conservación, relacionados con la historia. El próximo mes se impartirá un curso relacionado con la paleografía española para los interesados en la transcripción. Divulgamos el cronograma de los cursos vía web y a través del correo de capacitación a principios de año y después continuamos promoviéndolo”.

Elvira es una mujer que tiene fe en la vida y en el mejoramiento de las cosas, si no fuera así, seguramente un trabajo como el suyo no sería el ideal para ella.

“Desde la primera vez que puse los pies en este lugar me fui enamorando de la gestión documental y, en lugar de trabajar como historiadora pura, comencé a convertirme en una gestora documental. Yo solo espero que me pueda jubilar aquí. Para mí el archivo es mi casa, mi familia. Mis hijas correteaban por los pasillos, como los hijos de muchos trabajadores. Hemos tratado de inculcarles el amor por los libros. Y es que cuando llegamos al archivo nos sumergimos en un mundo apasionante que nos permite librarnos del estrés y los problemas de la vida cotidiana. Es maravilloso descubrir la historia tras la historia, es decir la historia detrás de cada documento e imagen”.

Una vez que se descubre el interior del Archivo nacional de Cuba, no se pisan de igual modo los escalones de la entrada. Uno sabe que ahí no solamente se guarda la historia, sino que, desde los mismos cimientos de esta construcción, se mueve una maquinaria imparable que no se cansa de derrotar al tiempo.

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