MONOS o cómo contar la guerra de manera diferente

Oscar Esteban Ramírez
El cine que se lee
Published in
2 min readAug 26, 2019

Somos un país, condenado quizás, a la guerra eterna. Y se nos nota a todos y en todo lo que hacemos, como la insólita expresión “Salgo en bombas” para expresar prisa o el infaltable “Cuídese” a la hora de despedir a alguien. Se nos nota, también, en lo que contamos, en los mundos que creamos y que crean algunos para entretener a otros. Se ha escrito largo, larguísimo, sobre la guerra y se han hecho, cómo no, incontables películas y telenovelas sobre la guerra. Sobre nuestra guerra.

MONOS, de Alejandro Landes, sin embargo, es algo distinto. La película cuenta la historia de un grupo de jóvenes que hacen parte de una organización rebelde alzada en armas y quienes se les encomienda la tarea de custodiar a una persona secuestrada. Y aunque la película decide no situarse en ningún lugar del mundo y aparecerse en cualquier tierra, cualquier país, es imposible no reconocer el acento de sus personajes, la inmensidad del páramo y la humedad de la selva por donde ellos andan.

En MONOS, entonces, la guerra –que sin ser colombiana, perfectamente lo puede ser, y lo es– no se cuenta en el lenguaje de las armas, el ritmo de las ráfagas de balas ni la conmoción de explosiones gigantescas. La guerra se cuenta desde adentro de cada uno de los personajes, la música es la que llena el silencio de sus pensamientos y marca el ritmo de sus instantes de caos adolescente. Y consigue así, sin escenas de tiroteos espectaculares, ruidosos, entablar un diálogo mucho más resistente y certero con el espectador.

Porque al ver MONOS, uno como colombiano logra entender eso que para tantos de nosotros, ciudadanos urbanos, se dibuja tan distante. Entiende, al ver a esos muchachos que son como uno, que la guerra, por encima de cualquier brochazo político o ideológico, es un monstruo que se lo traga todo, que consume hasta el deseo, lo más humano ­–lo más animal, también– que tiene una persona.

La experiencia cinematográfica trasciende los colores brillantes de las llamas y los sonidos apabullantes de las explosiones para comunicarse con el espectador más allá de estímulos sensoriales y superficiales. Permite que este se conecte con los personajes, con sus tragedias y metamorfosis, ambas tan propias de la juventud y pueda, a su vez, dialogar con ellos, enternecerse, asustarse, alegrarse.

MONOS se asume así misma como un producto mucho más profundo, desmarcado intencional y radicalmente de la tradición narrativa alrededor de la guerra. Esto, a su vez, la carga de un peso de importancia y relevancia mucho mayor, al punto, incluso, de posicionarse como un referente claro para el porvenir del cine colombiano.

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