HARRY POTTER: HAY UNA CARTA PARA TI

La visión de J. K. Rowling de la fantasía.

J. Lluch
El Circo Ambulante
18 min readJun 21, 2016

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Albus Dumbledore y Harry Potter en busca de los Horrocrux, por Kazu Kibushi

Al contrario que tantas otras historias de fantasía, la saga de aventuras de Harry Potter no surge de la intención de transmitir un mensaje, sino de un ejercicio creativo personal. La génesis de estas novelas está únicamente en la psique de su autora y su forma de interpretar los mitos de la humanidad.

Para los nacidos en los años 90, la saga de Harry Potter se convirtió una de las bases de nuestra cultura generacional, esas experiencias que compartes con toda la gente un poco mayor y un poco menor que tú, independientemente de cómo seas y cuáles sean tus otros intereses (las otras dos serían el auge de Pokémon y la irrupción de los ordenadores personales en nuestras casas). Es por eso que este artículo se va a pasar un poco por el Arco del Triunfo nuestro libro de estilo, ya que me veo obligado a escribirlo desde una perspectiva personal. ¿Por qué? No soy el mayor fan de las novelas; de hecho, no leí las dos últimas hasta haber cumplido los dieciocho, y jamás los he releído, como sé que han hecho muchos de mis amigos. Pero he de hacerlo porque la única forma en que uno puede afrontar este universo es de la misma forma en que fue concebido: de forma personal. Aquí no entra la crítica temática ni argumental, todos los que afrontéis esta saga de esa forma os iréis muy decepcionados. Sí podemos encontrar alguna lectura cristiana con aquello de la resurrección y el mesianismo, o las profecías, pero más que un mensaje o un tema central, son rasgos dejados en la obra por la visión que la propia Rowling tiene del mundo. No, los motivos por los que esta saga y su mundo son importantes son dos, y tienen poco que ver con el academismo de otras obras: escapismo y accesibilidad.

J. K. Rowling supo dar en el clavo de lo que la gente de mi generación necesitaba cuando levantó su mundo sobre esos dos pilares. Es comprensible, ya que es bastante conocido el hecho de que escribió las primeras novelas en un mal momento personal, y sin duda eso influyó en que uno de los rasgos más destacados de Harry Potter sea el escapismo moderado al que invita. Al contrario que otros autores que han escrito en un estado de intensa depresión, como Hideaki Anno, creador del anime Neon Genesis Evangelion, Rowling no trató de dar salida a sus demonios internos en su obra (salvo tal vez cuando retrató a los monstruosos dementores, pero por entonces ya estaba recuperada, y ellos son más bien una metáfora del efecto que la depresión tiene en la gente), sino que buscó edificar un relato terapéutico centrado en la catársis: Harry Potter es un niño huérfano que es tratado injustamente y sin el más mínimo afecto en un mundo hostil y aburrido, hasta que un día no solo descubre que es especial, sino que es más especial que la propia gente especial. Es famoso, y al final, después de mucho esfuerzo y aventuras, consigue hacer honor a esa fama y demostrar que la merece. La vida de “el chico que vivió” es uno de los mayores exponentes de realización personal de la cultura popular. Casi todos los que pudimos leer esos libros en nuestra infancia o adolescencia quisimos vernos en algún momento en su misma situación, ¿quién en su sano juicio no querría? Pero no solo se trata de la historia; solo había un Harry Potter y no todos podíamos serlo. Es por eso que el relato está repleto de personajes de su misma edad, algunos muy desarrollados, como Neville Longbottom, y otros que apenas son mencionados y que funcionan casi como escenografía. Bien podría haber otras historias emocionantes ocurriéndole a alguno de ellos entre bambalinas, y los libros ni las mencionarían. Bien podría ser tu historia.

¿Quién no ha querido estar en alguna de las cuatro casas de Hogwarts? (Excepto en Hufflepuff; nadie quería estar en Hufflepuff)

El mundo de Harry Potter funciona tan bien como una teoría de la conspiración, y no, no estoy de coña. Para quien no lo sepa, estas teorías son tan populares por la satisfacción que aportan a la mente humana, como una droga. Nos susurran al oído que el mundo no es tan caótico y vulgar como nos parece, que en realidad todo ocurre por un motivo oculto y que hay poderes fantásticos trabajando en la sombra: los Iluminati, los Hombres de Negro, continentes hundidos, disecciones alienígenas… nosotros sabríamos la verdad, y eso nos convertiría en especiales. J. K. Rowling reinterpreta esos mitos para ofrecernos la idea de que los monstruos mitológicos de los que siempre hemos oído hablar existen de verdad, y nos ofrece una explicación que suspende nuestra incredulidad de por qué no podemos verlos. Somos muggles, gente no mágica, y ese mundo nos está vedado. Pero podemos asomarnos a él desde la páginas de sus libros y por un momento vivir allí, fantasear con que somos unos de los pocos elegidos. Creernos especiales. Ése es el motivo de que tantos niños de mi generación creyesen con fanática fe que la carta de ingreso al Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería se había perdido en algún punto del camino, y que no tardaría en llegar. Yo aún lo creo.

El otro punto que hemos nombrado en que las novelas de Harry Potter se hacen fuertes es en su accesibilidad. Veréis, vivimos en un mundo con un acceso a la información nunca antes visto. Hoy en día cada cual es maestro de algo, y aún así, la cultura occidental nunca antes había sido tan homogénea. Toda mi generación está al tanto de los cuentos clásicos por Disney, todos hemos ido al colegio y hemos tenido las mismas asignaturas. Aunque no tengamos ni idea de mitología griega, todos sabemos qué es un minotauro, un pegaso o un centauro. Sabemos perfectamente qué son los vampiros y los hombres lobo y cuáles sus habilidades, que Darth Vader es el padre de Luke Skywalker, tararear la canción de los Cazafantasmas y que los magos llevan sombreros picudos. Lo tenemos tan claro que nos cuesta creer que tan solo una generación antes no todo el mundo tenía por qué saberlo. Esta saga llega en el momento exacto en que la cultura que antes era de unos pocos se convirtió en la de muchos. Puede parecer una tontería, pero las novelas no serían lo mismo si las reglas del quidditch no fueran lo único que hubiera que explicar. Si uno lo analiza de cerca, se da cuenta de que la mayor parte de las historias del género fantástico deben emplear una gran parte de sus esfuerzos en construir su mundo para que los espectadores podamos aceptarlo; con Harry Potter no es así. A lo que más tiempo dedica esta colección es a describirnos las rutinas de los alumnos durante el curso, y tampoco ésa es una decisión casual. Dado que todo su público ha pasado por la misma experiencia escolar, resulta otra efectiva baza para lograr que sus lectores se imaginen a sí mismos acompañando a los protagonistas.

Hogwarts, ilustración con el particular estilo de Victor Medina. Aquí podéis encontrar su galería.

Todo eso está muy bien, pero lo cierto es que hay que vivir en una cueva en las montañas de Afganistán para no saber que sí, Harry Potter fue un rotundo éxito. Y probablemente allí también lo sepan. Pero, ¿qué pasa con su historia? ¿Son sus personajes algo más que estereotipos para que los lectores se identifiquen con ellos? ¿Hay verdadera calidad detrás de su impecable fórmula para el éxito? No me andaré con filigranas lingüísticas para decirlo, lo cierto es que Harry Potter está francamente bien. Tal vez no bien para que lo estudien en el futuro los profesores de Literatura Inglesa de Oxford, pero suficientemente bien para aportarte algo. Como dijo el gran crítico Roger Ebert, una buena obra es la que puedes ver varias veces, y cada vez que lo haces te aporta algo nuevo. Y la saga del chico con la cicatriz en forma de rayo lo hace.

En primer lugar, debemos mencionar algunos de sus temas y su forma de presentarlos. Harry Potter tiene elementos de multitud de géneros, y eso contribuye a la variedad de historias que la saga cubre: recuentos de la vida (género más conocido por su término en inglés, slice of life), romance, comedia, aventuras, novela de aprendizaje, costumbrista, y sobretodo, mucho misterio. Me veía tentado a decir que este último género es el más sobresaliente de todos, es más, de hecho lo digo, pero al hacerlo corro el riesgo de dar la sensación de que flaquea en los demás. Y no es cierto. La prosa de Rowling no será la más refinada ni la más profunda, pero su capacidad para atrapar la personalidad de cualquier personaje por poca presencia que tenga le permite clavar el ambiente que debe reinar a cada momento según el cariz de la situación. En cristiano: sus personajes tienen tantos matices que resultan creíbles en cualquier género. El villano más temible y venerable se comportará como debe tanto si la escena es graciosa como si es trágica, y eso permite darle a la saga una gran versatilidad. Las historia de amor son creíbles, los adolescentes se comportan como adolescentes y los adultos como adultos, si la situación es divertida te reirás, y si es triste, llorarás, o casi. Como toda buena historia de fantasía, por muchos elementos extraños que haya, todo debe suceder con realismo, como en la vida misma. Una vez aclarado esto reiteraré lo que dije al principio: lo mejor de la novela es el misterio. Hasta el cuarto tomo (incluido), cada una de las novelas que conforman la colección trata sobre un misterio puntual que se resuelve al final de cada curso. Es un planteamiento sencillo y efectivo, sobre todo cuando pensamos que el tono de esas novelas está pensado para niños. Aun así, como todo buen misterio, consigue sorprender en el momento de la revelación incluso si superas la edad del “target” al que van dirigidas, y sin recurrir a trucos baratos ni giros sacados de la manga. A lo largo del relato, se nos va suministrando información muy dosificadamente y en los momentos más inesperados, lo que complica prever el resultado hasta el último momento; y sin embargo ahí está, si vuelves a leerlo todo tiene sentido y te preguntarás cómo no fuiste capaz de verlo venir. Por otro lado, las tres últimas novelas adquieren un tomo más épico y adulto, y sus misterios se transforman con ellas. Ahora la clave es una sola: descubrir cómo Voldemort, el villano de la saga, logró adquirir su poder y cómo derrotarlo. Pero no por ello abandona los giros argumentales y las sorpresas. Y nuevamente todo vuelve a tener sentido, como seguramente los que lo hayan leído recordarán, sobre todo en lo referente a una revelación especialmente querida por los aficionados.

Harry y Hagrid en el Callejón Diagon. Por Mary GrandPré, ilustradora habitual de las novelas en su versión inglesa.

¿Pero de qué va Harry Potter? Antes de poder destacar alguno de sus temas más interesantes, primero debemos desgranar su trama. Harry Potter es un chico huérfano que vive maltratado por sus aburridos tíos en el lugar más aburrido del mundo: los suburbios de Londres, Inglaterra. Todo cambia el día en que recibe una carta de admisión de Hogwarts, una prestigiosa escuela de magia en la que se le informa de que es un mago y de que debe aprender a controlar sus poderes. No solo eso, también descubre que detrás del mundo ordinario de la gente sin magia, llamados “muggles” por los que sí la tienen, se esconde toda una realidad en que las criaturas mágicas y los hechiceros viven ajenos en su propia sociedad paralela. Y aún hay más: sus padres, a los que creía muertos en un accidente de coche, resultaron ser asesinados por Lord Voldemort, un mago tenebroso que once años atrás trató de dominar el mundo y que fue destruido al tratar de acabar también con Harry, por aquel entonces un bebé, lo que le dejó la curiosa cicatriz en forma de rayo que el niño lleva en la frente. Todo ello hace de Harry alguien famoso dentro del mundo mágico. En la escuela Hogwarts, traba amistad con Ron Weasley, un chico pelirrojo y atolondrado, con Hermione Granger, una joven brillante y estudiosa de padres muggles, y con el director de la escuela, Albus Dumbledore, considerado uno de los mayores magos de la historia. También se enemista con un compañero, Draco Malfoy, hijo de una distinguida familia que apoyó en su momento a Voldemort, y con el profesor de Pociones, Severus Snape. A lo largo de los seis cursos que el chico pasa en el colegio, los protagonistas irán descubriendo detalles de la misteriosa desaparición del mago oscuro y la relación que éste tiene con Harry, hasta presenciar su regreso, que sume al mundo mágico en una crisis sin precedentes que solo el joven mago parece ser capaz de solucionar.

La saga se divide en siete tomos, cada uno ocupando un año de la vida de su protagonista, y va progresando en su argumento lentamente, al ritmo de una rutina escolar que siempre acaba trastocada por las aventuras y los misterios a los que se enfrentan sus protagonistas. Gracias a la longitud temporal que abarcan, las novelas permiten tratar como pocas veces se había hecho antes temas como la adolescencia y el paso a la madurez, aunque no sean su tema central. Ese espacio está reservado para un mensaje positivo, que es que el sentido de la vida está en la gente que queremos. Lord Voldemort se presenta como un ser obsesionado con la muerte, y ésa es su motivación para tratar de hacerse más fuerte. Sin embargo, su fijación por volverse inmortal acaba resultando absurda, ya que su único objetivo es prolongar una vida carente de cualquier otro objetivo. Resulta un poco tópico, pero en la novela el mensaje es efectivo: Voldemort está condenado al fracaso por su incapacidad de amar. Incluso si lograse su meta de volverse inmortal, se encontraría atrapado en una existencia sin sentido. También encontramos referencias a la xenofobia, en especial en el segundo libro, en la relación entre magos y muggles. En el universo de Harry Potter, existe un sentimiento más o menos generalizado de superioridad entre la gente mágica hacia quienes no lo son, fruto de la obvia capacidad de unos para hacer cosas que los otros no pueden, y de la ignorancia de los segundos sobre los primeros. Esto provoca prejuicios sobre las capacidades de aquellos cuyos padres no son magos, que son referidos por los puristas como “sangre sucia”. Al parecer, el discurso xenófobo fue empleado por Voldemort en su momento para atraerse seguidores entre las familias de magos más elitistas, un poco al estilo de los movimientos fascistas de mediados del s. XX, y eso condujo a una brecha en la comunidad mágica representada por un lado por aquellos que respetan a quienes no tienen magia (o incluso los admiran), como los Weasley, la familia de Ron, y las largas sagas de magos poderosos, como los Malfoy, que promueven la superioridad de los magos. Este discurso es criticado en las novelas al desmentirse que los sangre sucia sean peores magos, desde el momento en que la alumna más brillante de la escuela, Hermione, proviene de una familia no-mágica, y tras el descubrimiento de que el padre del propio Voldemort era muggle.

Dumbledore contra Voldemort en el Ministerio de Magia. Mary GrandPré.

Un tema especialmente interesante es el de las profecías autocumplidas. Como es de rigor en todo mundo mágico que se precie, en el de Harry Potter hay profecías. Pero, curiosamente, no gozan de demasiada credibilidad por parte de los magos. Antes de provocar una carcajada generalizada a todos los que penséis que resulta un tanto hipócrita que gente que puede guardar sus recuerdos en una botella o lanzar fuego por un trozo de madera no crea en las predicciones, explicaré que hay un buen motivo detrás de ello, y es que los propios magos saben lo difícil que resulta interpretarlas. En las novelas tiene un papel fundamental una profecía concreta en la que se hace referencia a quién derrotará al Señor Tenebroso, lo que lleva a éste a hacer todo lo posible por tratar de impedir que se cumpla, motivo por el cual Voldemort desea matar a nuestro protagonista. Esos esfuerzos son los que provocan a la larga su propia caída, sobre todo cuando tenemos en cuenta que la profecía bien podría no hacer referencia a Harry Potter, sino a su amigo Neville Longbottom, quien encaja también en todas las especificaciones. Y lo que es mejor, si el propio villano no la hubiera interpretado de esa forma, no tendría por qué haberse llegado a cumplir. Este tipo de augurios autocumplidos son muy comunes en la mitología griega, donde los caprichos del destino juegan siempre un papel fundamental, pero en esta saga literaria se les trata más como una trampa para supersticiosos que como una fuerza universal inexorable, despojándolos de todo respeto.

Harry (Daniel Radcliffe) y Hermione (Emma Watson) con el “giratiempo” en la adaptación de Harry Potter y el prisionero de Azkaban, dirigida por Alfonso Cuarón.

El mundo que nos presentan las novelas es muy rico en cuanto a detalles y personajes, en detrimento de la construcción de un trasfondo o una mitología. De hecho, los más entusiastas habrán descubierto algunos agujeros argumentales en cuanto al funcionamiento de determinados dispositivos o hechizos de su universo, como el hecho de que un artefacto tan increíblemente poderoso como el giratiempo no sea utilizado con más frecuencia (o que se le permita a una niña de trece años tenerlo). La sociedad mágica vive con un nivel tecnológico propio del siglo XVII, que según las propias novelas, es el momento en que se decidió ocultar su existencia a los muggles, pero más allá no se hacen demasiadas alusiones a la historia. Por lo general, su universo de ficción toma para sí todos los mitos de la humanidad, convirtiéndolos en historia. Merlín, Houdini, Nicolas Flamel… todos ellos son parte de ese mundo, y sus leyendas nos parecen solo eso, leyendas, porque los magos así nos lo habrían ocultado. Lo mismo ocurriría con los animales fantásticos que pueblan su mundo. La mayoría son criaturas provenientes de diversas mitologías reales salvo algunas excepciones, como unas bestias llamadas graphorns o una especie de hongos llamados horklump, y las novelas se aprovechan del conocimiento más o menos generalizado que tenemos de ellas para ahorrar explicaciones y hacernos el mundo más familiar. Sin embargo, hay que reconocer que la dosificada información acerca de cómo funciona su mundo deja con ganas de más. Los libros apenas muestran localizaciones distintas al Ministerio de Magia y el Callejón Diagon, en Londres, y Hogwarts en las Tierras Altas de Escocia, y cada referencia al funcionamiento del mundo exterior se vuelve preciosa. Recuerdo el entusiasmo que sentí al leer el cuarto libro de la colección, en el que un campeonato primero de quidditch, el deporte al que juegan los magos montados sobre escobas, y después de magia entre la escuela de los protagonistas, la Academia de Magia Beauxbatons (Francia) y el Instituto Durmstrang (Bulgaria), te mostraban por primera vez que la magia se vivía de distinta manera fuera de Reino Unido. Una de las pocas cosas que sabemos del mundo mágico de Harry Potter son las escuelas de magia más importantes del mundo, aunque los detalles sobre su funcionamiento escasean. Serían Castelobruxo, en la selva amazónica brasileña, Instituto de las Brujas de Salem, una escuela femenina estadounidense, Koldovstoretz en Rusia, Mahoutokoro, una escuela en Japón, la Escuela Mágica de Uagadou en algún lugar de África, y las tres ya mencionadas. De la información que tenemos de ellas podemos deducir que no existen demasiadas escuelas en el mundo, ya que por lo general todas aceptan estudiantes provenientes de otros países más o menos cercanos a su localización, y que no en todas partes se usan varitas, sino también cetros, bastones o simplemente las manos, pero cualquier otro dato escasea. Acerca del funcionamiento de la magia, sabemos que ésta se empezó a practicar y estudiar de forma organizada en Europa durante el Imperio Romano, motivo por el cual los hechizos están fundamentalmente en latín, pero se sugiere que en otros lugares la magia podría haberse empezado a usar de forma completamente diferente.

Para terminar, hacer mención a su gigantesco plantel de personajes. Como podríamos eternizarnos si fuésemos a repasarlos todos, me centraré en los más importantes y en mencionar cómo casi todos los que aparecen más de una vez en las novelas acaban evolucionando de una forma u otra conforme los acontecimientos se suceden, como Narcisa Malfoy, la madre de Draco, o Griphook, el duende que ayuda a los protagonistas a entrar en el Banco Gringotts.

Harry Potter, por Victor Medina

En primer lugar tenemos a Harry Potter, protagonista indiscutible de la saga. Su carácter originalmente estaba diseñado para no poseer demasiados rasgos definitorios a excepción de su valentía (el rasgo común de aquellos que acceden a la casa Griffindor de Hogwarts) y así permitir que los lectores tuvieran más fácil identificarse con él. Es por ello que a pesar de lo increíble que es todo lo que le rodea, aún es capaz de odiar asignaturas y de mostrarse más interesado en los deportes que en aprender. Sin embargo, conforme el tono de la historia se vuelve más adulto, también lo hace Harry, pasando una adolescencia difícil en que su miedo a acabar pareciéndose a Voldemort y la continua fama a la que se ve expuesto le convierten en un joven poco obediente y problemático, hasta una madurez en que ha aceptado sus responsabilidades y se ve capaz de tomar decisiones desinteresadas que contribuyan al bien de los demás. Después tenemos a Ron y Hermione, sus compañeros inseparables. Estos dos personajes, que acabarán en una relación romántica cocinada en la tensión sexual de toda una adolescencia, poseen un carácter completamente opuesto. Mientras ella es un ratón de biblioteca, probablemente como cualquiera de nosotros seríamos si de pronto descubriéramos que podemos hacer MAGIA, Ron es vago y poco inspirado, aunque a lo largo de sus aventuras demuestra tener una gran inteligencia y una intuición de la que sus amigos carecen. A pesar de que sus personalidades extremas y los rollos típicos de la pubertad provocan algunos conflictos entre ellos, lo cierto es que la estructura de los libros está planteada de forma que ninguno de ellos pudiera haber tenido éxito en nada si no fuera por el apoyo de sus amigos, tema que se convierte en la tesis de la saga. Su creíble amistad y la enorme química entre ellos son uno de sus mayores puntos fuertes.

Severus Snape, Profesor de Pociones. Victor Medina.

Por último, Albus Dumbledore y Severus Snape, profesores de la escuela y personajes que en algún momento han ocupado el rol de mentores del protagonista de dos formas completamente distintas, estructuran el drama más adulto de la saga, en el que el duro destino de Harry y lo terrible de la situación en que todos se ven envueltos (no olvidemos que a pesar de ser novela fantástica, los asesinatos y el componente de intriga política lo convierten en ocasiones en una historia policíaca) llevan a personajes a extremos morales. Por un lado, el opaco Dumbledore esconde bajo una capa de afabilidad y respeto a un hombre acosado por la responsabilidad, que en su juventud estuvo a punto de convertirse en un mago tenebroso al estilo del propio Voldemort a causa de su relación con otro joven mago, Gellert Grindelwald. Sin embargo, esos acontecimientos lo transformaron en un hombre comprometido, compasivo y desinteresado, y aunque su tendencia a controlar el comportamiento de la gente y a no ser del todo claro han complicado en algunas ocasiones la misión de los protagonistas, su papel es vital en la lucha contra Voldemort. Snape, por su parte, es reconocido como uno de los mejores personajes de la saga, gracias a su ambigüedad y su trágica historia, que impide que a nadie le resulte indiferente. Su tormentosa relación con el protagonista logra que haya sido odiado y amado a partes iguales, y resulta ser uno de los personajes que más influencia tiene en el desarrollo de gran parte de los personajes principales.

Mucho queda en el tintero, pero si hay algo que se debe mencionar antes de acabar, es la influencia que esta saga ha tenido en tantos jóvenes de nuestra generación. No solo las aventuras de Potter han contribuido enormemente a acercar la lectura a gran cantidad de niños que de otra forma se habrían quedado en el analfabetismo cultural, sino que han servido para que muchos de nosotros revisemos la imagen que teníamos de nosotros mismos durante la difícil época de la pubertad: gracias a sus aventuras muchos hemos aprendido lo terrible que resulta el acoso escolar (sí, no podemos olvidar que esa es otra de las temáticas del libro) y que todos nos hemos sentido en determinados momentos solos, rechazados, abrumados por lo que se espera de nosotros, envidiosos o frustrados. Además, seguro que no me equivoco cuando afirmo que muchos aprendimos a dar nuestros primeros pasos en la creación de fantasías propias leyendo las aventuras que le sucedían a alguien que no nos resultaba muy lejano. No estoy seguro de que Harry Potter se vaya a volver eterno, y es probable que otras obras lo sustituyan pronto en el imaginario popular, pero sin duda será una pieza clave para toda una generación que ahora comienza a crear sus propios mundos imaginarios.

Galería de ilustraciones de las novelas por Mary GrandPré aquí.

Galería de los personajes por Victor Medina aquí.

La historia de Harry Potter se cuenta en los siguientes libros, además de la fidedigna adaptación al cine de Warner Bros. Company:

  • Harry Potter y la Piedra Filosofal
  • Harry Potter y la Cámara de los Secretos
  • Harry Potter y el prisionero de Azkaban
  • Harry Potter y el cáliz de fuego
  • Harry Potter y la Orden del Fénix
  • Harry Potter y el misterio del príncipe
  • Harry Potter y las Reliquias de la Muerte
  • Animales fantásticos y dónde encontrarlos
  • Quidditch a través de los tiempos
  • Los cuentos de Beedle el Bardo

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