MORGAN, EL DOLOR Y LA NOSTALGIA

Camilo.Porta
El Circo Ambulante
Published in
4 min readJun 29, 2016
Nina en su concierto en el Teatro Lara de Madrid (Foto de Andrea Silván)

Madrid ha sido la cuna de numerosos movimientos y géneros musicales, de eso no cabe duda. Actualmente, la capital conforma una de las más relevantes raíces para el panorama independiente nacional. Entre todo este caos de intenciones artísticas, ambiciones y proyectos con estilo, comienza a alzarse el elegante trabajo de Morgan.

El alma indiscutible de este grupo es Carolina de Juan, Nina. Cantante y pianista, comenzó su andadura musical presentando temas de composición propia y acústica allá por el año 2010. Dos años después, la banda se completó con la incorporación de Paco López (Guitarra y voz), Alejandro Ovejero (Bajo) y Ekain Elorza (Batería). Ahora están sumergidos en la gira de presentación de su primer trabajo: North.

Las influencias de este disco debut son muy variadas. Pueden observarse rasgos del pop más elevado pasando por el rock clásico o el folk rock, aunque el ingrediente de mayor fuerza quizás sea el soul americano más profundo, el de toda la vida, que no es tanto de toda la vida como Charles Bradley. Pese a toda esta mezcla estilística, Nina y su banda consiguen un material con un sonido fresco, renovador. Su espectacular voz se combina con guitarras abiertas, teclado, coros con aire gospel, saxo, y, cómo no, el omnipresente piano. Además, las letras reciben un cuidado que tiene unos resultados brillantes tanto estética como conceptualmente.

Morgan tiene una especial conexión con el Norte de España. En el País Vasco han dado multitud de conciertos, convirtiéndose prácticamente en su segunda casa. Allí grabaron este disco, de ahí su nombre. En su distribución, este trabajo parece estar formado por tres partes diferentes, aunque relacionadas. Empieza muy fuerte en su primer acto con Home, Work, Praying y Goodbye. Estos cuatro temas surten un perfecto efecto inmersión en la música del grupo, y tras poco más de diez minutos ya se está perfectamente envuelto en su particular atmósfera. Sin bajar el ritmo ni la fuerza, se puede encontrar la parte, quizás, más juguetona y funk del disco con Thank you, Attempting, Sometimes, Roar, Cheesecake, y Weather. Para terminar, Freely, Cold y Volver protagonizan el final de este impresionante debut en el que la nostalgia es uno de los hilos conductores principales.

El pasado ocho de junio tuvieron sold out en una noche mágica en el Teatro Lara de Madrid. Era más o menos fácil afirmar que se les caería el escenario encima, sobre todo por su inexperiencia. No fue así, más bien todo lo contrario. Un grupo puede tener un trabajo espectacular en el estudio. Sin embargo, si esto no se ve reflejado en el directo, o incluso mejorado, todo pierde fuerza y sentido.

El espectáculo empezó con las luces del teatro apagadas. No parecía haber movimiento. De repente, Nina entró por la puerta principal, como un espectador más. Descalza, con un vestido largo de encaje blanco, parecía levitar por el pasillo entre las butacas. Acompañada de Paco López y su acústica entonan un tema relajado, sin micros ni amplificadores. Por un momento parecía Joan Baez en Newport. Al final de la canción se encendieron las luces y en el escenario estaba esperando el resto del grupo, que tras el clásico: “un, dos…tres” empezaron con un frenético Cold. Fueron sucediéndose los temas y las improvisaciones, con un dúo de trompetas que dio en el clavo en todo momento y un grupo de coristas que parecían Lisa Fischer y sus compañeras a punto de marcarse un Gimme Shelter. “Pues eso, que muchas gracias”, repetía una y otra vez Nina sin poder ocultar su nerviosismo frente a la avalancha de halagos de las butacas. Se encogía de hombros, se ahuecaba el pelo y continuaba aporreando al piano, su amante y confidente en esa noche madrileña.

Sin duda, uno de los momentos más emotivos fue en el que cantó Volver. El único tema en castellano del disco, que aparece de hecho como bonus track, y uno de los que ha resultado más conocido de la banda por su difusión en redes sociales. Con un comienzo un poco tímido, tras un par de teclas erróneas se disculpó: “Bueno, voy a empezar otra vez”. Todo estaba a flor de piel en el patio de butacas, así como los flashes de las cámaras de los teléfonos móviles. Nadie quería perderse el mínimo detalle. Y entonces comenzó con su:

Sé que ya no importan

las preguntas que fallé,

y cuando intente corregirme no estarás,

sé que no te importa

que no pueda respirar

y si me ahogo,

sé que no me salvarás.

Acabó tal como empezó, sin micros ni amplificadores, acompañada de la acústica y con el caluroso aplauso de un público satisfecho. Muchos de los lectores de esta pieza quizás conozcan a Nina por su increíble colaboración en Charo, una de las canciones del nuevo disco de Quique González. Él mismo comentó en una entrevista para Efe Eme: “Canta como Lucinda Williams con veinticinco años, cuando le habían roto el corazón”. Realmente es uno de los puntos a favor del grupo y su elemento más diferenciador.

No han sido muchos los grupos de ámbito nacional que han decidido seguir la senda del dolor del soul. Esto convierte la arriesgada apuesta de Nina y su banda en algo realmente renovador, pese a que pueda parecer una contradicción. North es más que un álbum, es una perfecta carta de presentación, una declaración de intenciones. Resulta emocionante que esta particular visión y este conjunto de elegantes referencias estilísticas hagan su aparición en un momento en el que la decadencia es la verdadera protagonista del ámbito musical, patrio y foráneo.

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