ZIPI Y ZAPE Y LA ISLA DEL CAPITÁN

Reseñas de El Circo Ambulante

J. Lluch
El Circo Ambulante
5 min readJul 16, 2016

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Zipi y Zape y la Isla del Capitán es todo un homenaje a las películas de aventuras de los años 80, especialmente aquellas historias infantiles de Steven Spielberg como Los Goonies o Hook. De hecho, podríamos decir que comparte el mismo espíritu y el mismo saber hacer que las películas de aquella época, todo ello aderezado con una buena dosis de moraleja positiva y efectos especiales. ¿Sus fallas? Algún retorcido giro argumental de más, y un guión con altibajos.

Hace unos pocos días, algunos miembros este blog pudimos tener un encuentro junto a otras publicaciones digitales con el director de la película, Oskar Santos, y el supervisor de efectos especiales, Juanma Nogales, quienes nos contaron que en algunos pases de la cinta por el extranjero les preguntaron por qué no se hacían ya películas así. No porque sean buenísimas o difíciles de hacer, no; por ahí no van los tiros. Es que simplemente han desaparecido del mapa. Si uno se fija en el panorama actual, solo algunas cintas de animación ofrecen ya historias de aventuras para toda la familia, y las películas de acción real o buscan ser adultas con un tono oscuro, o son tan infantiles que resultan infumables para cualquiera que ya lea libros sin dibujitos. No quiere decir que las películas con niños para niños sean obligatoriamente buenas, pero es que ya ni se hacen.

Es por ese motivo que Zipi y Zape y la Isla del Capitán resulta tan refrescante. Tiene meteduras de pata, claro que sí, pero no es aburrida ni estúpida, y lo conjuga bien con el hecho de ser infantil. Su trama es la siguiente: tras su última trastada, Don Pantuflo y Doña Jaimita, los padres de Zipi y Zape (aunque en la película en ningún momento se les llama por sus nombres), se los llevan castigados a una isla donde su padre pretende encontrarse con un editor para la novela que acaba de escribir. Una tormenta les obliga a refugiarse en un orfanato donde la directora, la señorita Pam, permite a los niños vivir como quieran en un mundo de fantasía. A la mañana siguiente, los padres de los gemelos se han ido, por lo que los chicos deberán quedarse a vivir allí y descubrir qué es lo que realmente está pasando en la isla.

“Unos efectos especiales a los que estamos poco acostumbrados […] ayudan mucho a reforzar esa sensación de maravilla, con un mundo creíble y visualmente atractivo.”

El argumento juega con los clásicos de la literatura de aventuras, transmitiendo ese espíritu del misterio y de lo desconocido, de lo exótico, de los fantástico y de lo extravagante. Siembra en el espectador la duda de qué es lo que realmente se oculta tras lo que vemos en pantalla, y su dirección va retirando el velo a un ritmo acertado. Uno empatiza con los protagonistas y desea descubrir la verdad tanto como ellos. Y unos efectos especiales a los que estamos poco acostumbrados en el cine español ayudan mucho a reforzar esa sensación de maravilla, con un mundo creíble y visualmente atractivo, a lo que debemos sumar una dirección artística impecable. Tanto la fotografía como la banda sonora hacer muy bien su trabajo, regalándonos un mundo de ficción detallado y hermoso.

Elena Anaya como la señorita Pam.

Si hay que lamentar algo, es el querer abarcar demasiadas cosas en una sola producción que, tan solo sobre el papel, es una adaptación de los cómics del gran dibujante español José Escobar. Poco queda del espíritu de las tiras originales de Zipi y Zape en esta película, que no dejaban de ser comedia de enredos con un tono costumbrista. Tan solo el carácter deslenguado y problemático de los chicos unido a algunos toques de humor slapstick (el clásico “golpe y porrazo”) quedan en la historia, y eso juega muy en contra de las expectativas que uno puede tener con la película. Además, la referencia y el homenaje a los clásicos de los 80, tan de moda hoy en día, cuando parece que tiene que haber hipertextualidad en todas partes, se hacen con muy poco tacto, lo que da la sensación en muchas ocasiones de tomar recursos prestados de otras producciones conocidas por todos, haciéndonos alzar una ceja al ver nuestra suspensión de la incredulidad rota.

“Trata de abarcar demasiadas cosas. Hay un número musical, ciencia ficción, misterio, triángulos amorosos, comedia […] y un largo etcétera que no demuestra otra cosa que un grave déficit de atención.”

El argumento, si bien es imaginativo, original y con encanto, da demasiadas vueltas para contarnos una historia que podría haberse hecho más simple en beneficio de la narrativa, y aunque es fácil de entender, da la impresión de en ocasiones estar cogido con pinzas. Como ya hemos dicho, trata de abarcar demasiadas cosas. Hay un número musical, ciencia ficción, misterio, triángulos amorosos, comedia, terror, conflicto entre padres e hijos (este elemento sería el hilo conductor de la trama), conflictos morales, acción, giros argumentales y un largo etcétera que no demuestra otra cosa que un grave déficit de atención, que entorpece lo que de otra forma sería una excelente historia de aventuras. A ello hay que sumar los problemas de guión. Zipi y Zape y la Isla del Capitán tiene un buen número de personajes, pero las idas y venidas de su trama provocan que la presencia y el sentido de algunos quede diluida, por lo que a pesar de los claros esfuerzos que los guionistas, entre los que se cuenta el director, han puesto, no todos resultan memorables, algo muy importante en este tipo de género. Es difícil calarlos a todos, y la actuación no contribuye a mejorar lo presente. Teo Planell y Toni Gómez están muy acertados en sus papeles de Zipi y Zape respectivamente, así como Jorge Bosch y Carolina Lapausa como los padres de las criaturas y Fermi Reixach como Jaime, el siniestro mayordomo con garfio. Pero el resto de papeles no terminan de estar bien levantados, en especial una Elena Anaya, el mayor nombre de la cinta, que no parece terminar de creerse su papel.

Con todo, la cinta tiene otras cualidades redentoras, en especial en el plano técnico, donde los efectos especiales brillan con luz propia. El sonido y algunas escenas por ordenador consiguen hacer entonar al espectador el ya clásico “es tan bueno que no parece español”, y posee una escena de animación fantástica que casi por sí sola hace que merezca la pena ver la película. Y lo más importante, es una película con alma, con un mensaje muy claro y positivo que cualquier niño, sea de hoy en día o de los 80, entenderá.

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