10 AFORISMOS POR LOS QUE DEBES TEMER -Y NO TEMER- A UN PERRO CALLEJERO.
1) Además del miedo el perro callejero huele la soledad. De esto –de tu hedor dulzón- dependerá qué distancia te acompañe. A veces te seguirá sólo una cuadra en un pueblo desconocido, otras –y muy pocas- toda su vida hasta que entierres sus restos en el patio trasero de tu casa o en el baldío más lejano que conozcas, no hay diferencia. Los primero años aún sentirás que está a tu lado.
2) Un perro callejero siempre te huele primero antes de que lo mires. No importa que creas lo opuesto. Tampoco la distancia es ventaja para ti. Es lo que saben hacer; olfatear cosas y principalmente cuidarse de ti.
3) No importa cómo lo nombres, un perro callejero siempre sabe que se llama Solovino.
4) Es bluseros por naturaleza. Le encanta aullar en escalas menores bajo la noche, beber de anforitas o de cualquier charco sucio que se le atraviesa, que es lo mismo. Siempre sabe calmarse la sed. La sed del jadeo incontrolable que lo hace moverse sin destino por la ciudad.
5) Un perro callejero está lleno de cicatrices por peleas que no comenzó, a menos que huela una hembra en celo, porque entonces pierde la cabeza aun sabiendo que hay heridas que no cierran.
6) Siempre cae con la finta de la piedra imaginaria. No se arriesga. Es más, si te azuza gritarle algo como Perro estúpido ya se alejó lo suficiente para escucharte. Sabe lo que hace.
7) Trae navaja y no duda en usarla si lo provocas. En una de esas hasta para hacerte el paro.
8) Aunque no se nota a simple vista, trae la rabia. La porta desde cachorro cuando lo abandonaron. La enseñó -por primera vez- con sus colmillos de fuera tras aquella patada que le dieron en la panza vacía cuando intentó carroñar en la basura del mercado. Casi nunca la usa, siente que pierde la cordura.
9) Se impone reglas que ni siquiera entiende. Aunque sabe cruzar la calle mejor que muchos humanos.
10) No deja nunca que le lloren. Cuando un perro callejero -por cualquier circunstancia- muere en la calle; nadie le llora. Lo que deja –en algunos- es un recordatorio de impotencia. Un paisaje de desconsuelo que no se quita girando la vista, al menos en un par de cuadras. Así huelen los errores hinchados por el sol.