Canción del último tránsito
Llegamos casi de noche, bajando la suave pendiente de un prado,
y empieza a pesar la certidumbre de que estos pasos son irreversibles.
Voces de niños, rumor de fugas próximas, lucecitas tenues y lejanas,
como de un planeta que viviera en perpetua madrugada.
Ya están aquí los espíritus amigos
y esas presencias curiosas que nos tocan sin temor.
Porque ya no hay apremios.
Poco a poco parece que nos vamos perdiendo y, junto a los otros, empezamos a entender
que ya no hay donde llegar,
a comprender que hemos vuelto.