clave de sol

Por ahí viene Cecilia, belleza y armonía de colores, infinita.

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“Ángel músico”, Rosso Fiorentino.

Si me muriese ahora mismo,

lo cual no quiere decir que yo lo quiera,
por favor, ruego que sea en clave de sol.

Ruego hacerlo rodeada de sus silencios, de sus melodías
interminables que forman un manjar para los oídos,
para el alma,
para el ser vivo y ser abastecido.

Quiero estar con ella a toda costa, sin importar el tiempo que pase o cuanto ocurra, quiero vivir abrazada a los “fortes”, “piano” y a capela.

Como una ambrosía o un deleite; lo confieso. Me atrapa, me hipnotiza, me sumerge en lo más profundo de sus entrañas sin poder yo tener control sobre ello,
y ya no puedo parar,
ya no hay escapatoria en mí ni en ella que pueda atravesar.

Me engulle con sus sostenidos, altos, bemoles, sus 3/4 o 2/3 aunque de eso no entiendo mucho y sobre todo, su capacidad de transmitir lo que no sabemos decir o sentir.
Me lleva a donde quiere y como quiere, a universos materiales
inexistentes, puramente sensoriales y trascendentales, pasionales e inequívocos. Me lleva como marea en tempestad a lugares recónditos, inimaginables en lo mundano, existentes en otro allá.

Me lleva y me deja, allí,
en medio del todo,
fluyendo en segundas voces, en armonías y musicales en las que me evado,

me transformo en un do y recorro todo lo inhumano.

Soñadores,
amantes,
alocados,
despistados,
seres, los aquí presentes.
Ruego tengan piedad de mí, porque a veces ni yo misma me entiendo ni me siento yo cuando estoy con Santa Cecilia.
Ni quiero entender ni quiero saber, sólo pido,
si es que no me muero hoy,

morirme mañana en clave de sol.

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