COMUNIDADES, COMUNICACIÓN Y DIALÉCTICA

Wilfredo Mañá Serra
El Circulo
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4 min read1 day ago

Las comunidades pueden caracterizarse provisoriamente como conjuntos de individuos que comparten cosas: espacio vital, valores, intereses, conocimiento, proyectos, etc.

Llamaremos colectivos en general a las comunidades poco o nada estructuradas formadas generalmente de manera espontánea, y a veces incluso sin intención de sus miembros, es decir, formadas por individuos que comparten una situación sin ser conscientes de ello (por ejemplo, los inmigrantes en un determinado país son un colectivo que comparte intereses, e incluso rasgos culturales, si proceden del mismo país, pero pueden no estar organizados ni conocerse entre sí). Las organizaciones, en cambio, son comunidades con una estructura definida, con objetivos claros y con reglas que establecen las funciones de sus miembros. Una organización puede surgir por la evolución de un colectivo o por la asociación de individuos que no pertenecen a un colectivo común pero comparten algún interés al que quieren dedicar su esfuerzo conjunto. Por sus objetivos y por el grado de pertenencia de sus miembros las organizaciones pueden ser muy diferentes: empresas, partidos políticos, sindicatos, clubes deportivos, comunidades religiosas, etc.

Es interesante observar que entre los colectivos sin “autoconciencia” y las organizaciones hay toda una gama de comunidades en situación intermedia: grupos de amigos, familias, grupos de vecinos, trabajadores de una misma empresa, trabajadores de un mismo ramo de actividad, personas que comparten un mismo problema (p. e., grupos de apoyo, asociaciones de afectados o damnificados, etc.), personas que comparten ideales o creencias, estudiantes de una misma disciplina o de disciplinas afines, etc. Una primera premisa importante es que los grupos humanos tienden a la conciencia de grupo y a la organización. Esta tendencia evoluciona a través de la puesta en común de los recursos e información que atañen a todos, evolución que, tratándose de una situación en la que aún no hay funciones específicas para nadie, se desarrolla a través de toda una variedad de procesos dialécticos (conversaciones, charlas, debates, diálogos ) que, al menos en principio, no tienen más reglas que las de la cortesía y el sentido común, por lo que estos grupos necesitan comprender, ante todo, la naturaleza dialéctica de su situación, es decir, el hecho de que la constitución y mantenimiento del grupo dependerá de la confrontación de múltiples puntos de vista, puesto que la mencionada tendencia del grupo a la unidad entra en juego con la diversidad y libertad de sus miembros, lo que dará lugar necesariamente a situaciones de ajuste.

La tendencia a la organización a la que nos referimos no conduce a la formación de un dispositivo automático. No hay organización, por desarrollada y regulada que esté, que no sea siempre y fundamentalmente un centro de actividad dialéctica motivada por los ajustes mencionados: de sus integrantes entre sí, de sus integrantes con el grupo, de la organización con otras organizaciones o de la organización con los cambios de su entorno.

Claro que no todo puede discutirse o decidirse a través de debates. Una organización evoluciona también, paradójicamente, en el sentido de reducir la dialéctica, es decir, estableciendo autoridades, reglamentos e instrucciones que permitan tomar decisiones rápidas sobre la base de reflexiones y experiencia previas. En ese sentido, el esquema clásico de análisis de la comunicación, en el que un emisor elabora un mensaje y lo transmite a un receptor, corresponde a un concepto “fuerte” de organización entendida como puro sistema de circulación de mensajes informativos o directivos. Aunque como esquema general esta concepción es útil, pone de lado dos cosas:

1) En el nivel en que se toman las decisiones (que luego se “emiten” hacia los receptores correspondientes) no hay manuales o reglas que nos eximan de la necesidad de un intercambio dialéctico y,

2) Toda información debe ser controlada y sometida a crítica en algún punto; obviamente, en primer lugar, por los responsables de las decisiones y, con frecuencia, también por los meros receptores-usuarios de esas informaciones cuando detectan un problema (y si la organización les da la libertad necesaria para manifestar sus objeciones).

Por eso, debe evitarse el error de pensar que la organización es una entidad sólida, independiente, en la que los individuos entran y salen como si fuera una casa. Por ejemplo, una reunión no es un grupo de personas sentadas en torno a la misma mesa; una reunión se constituye como algo orgánico (como un ente colectivo funcional) cuando esas personas se atienen al objetivo que los convoca y son capaces de interactuar de manera eficiente y productiva comprendiendo los tres aspectos de su trabajo: la lógica de sus mensajes, su retórica o presentación, y la dialéctica de ese intercambio de mensajes. De igual manera, la organización no es el organigrama. Como el contexto en el que se encuentra es dinámico, ella sólo sobrevivirá como estructura coherente mientras sus múltiples espacios de argumentación (de “pensamiento en equipo”) conserven un mínimo de racionalidad.

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Wilfredo Mañá Serra
El Circulo

Profesor de Filosofía, antes y ahora. Un aficionado, en esencia (pues, como dijo Wilde, la verdad raramente es pura, y nunca es simple).