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El Vulvófilo

100 días de escritura

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El Circulo

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Dominio público: imagen para 100 días de escritura
Dominio público: imagen para 100 días de escritura

Durante el tiempo que permaneció ingresada, hasta cuando murió por una enfermedad de cuyas causas no vale la pena referir aquí, la actriz María Guerrero no dejó de repetir que alguien, a quien ella nombró como el Vulvófilo, acechaba a las otras internas luego de que la guarda nocturna se alejara de los pasillos.

En su momento, nadie dio crédito a la historia; Guerrero, cuyo histrionismo no le facilitó una vida de esplendor sobre las tablas, no era una persona fácil de tratar — como lo aseguraron varios de los encargados de ese turno en el hospital — por lo que a su muerte a nadie sorprendió que sus restos mortales fueran cremados en el horno de la institución, dado que ningún familiar o conocido se acercó para brindarle honras fúnebres.

Pese a escuchar los persistentes rumores sobre el Vulvófilo, fui uno de los que asignó la historia al padecimiento que aquejaba a Guerrero. Luego de su desaparición, cuando las autoridades visitaron el hospital y descubrieron los rastros de una verdad que asignamos a la fantasía, descubrí que la actriz intentaba advertirnos de una situación violenta e incluso macabra.

Después de que la institución fue intervenida y las internas trasladas a centros médicos más seguros que el nuestro, uno de los compañeros de la ronda fue hallado quemando unos documentos que comprometían su labor al cuidado de la actriz.

Al ser interrogado por sus actos, éste decidió acogerse al silencio. Algunos lo señalan como responsable de lo que ocurrió durante el tiempo que María Guerrero vivió internada. Las autoridades han establecido una vaga hipótesis, vinculando al Vulvófilo con unos feminicidios ocurridos en la zona en 2016.

Lo que a continuación usted leerá es lo rescatado del fuego.

“En 2012 conocí a Rael así se hizo llamar — , en los pasillos de una biblioteca a la que acudía en las tardes para continuar la adaptación al teatro de La condesa sangrienta, novela escrita por Isabel Bathory.

Rael se hizo presentar como un amigo de un amigo, Alberto, otro estudiante de arte dramático, a quien perdí de vista luego de concluir mis estudios. Pese a que su nombre espoleara mi curiosidad, R., afirmaba que sus padres vivieron ciertas experiencias del tercer tipo en Perú durante los setenta de las que él se desprendía con escepticismo.

Bastó para mí su explicación porque desde el momento en que nos encontramos hasta los días de mi reclusión, lo que aconteció entre ambos fue suficiente para constatar que la realidad, ese complejo de capas superpuestas, guarda en su centro aquello que acecha para devorarnos.

Desde cuando me tomó, prefirió que lo llamara bajo un apelativo que condensaba quién fue realmente: el Vulvófilo.

Me trituró, devoró y escupió cientos de veces durante esos años. No le bastaba con destrozarme, sino que me recomponía, pedazo a pedazo, víscera a víscera, hueso con hueso, y me devolvía al mundo, al que regresaba a la espera de un siguiente encuentro.

Entre mi gente, R. fue un nombre prohibido. Algunos sospechaban que ése podría no ser su nombre; otros me advirtieron del peligro que acarreaba frecuentarlo. No obstante, nadie impidió que lo contactara. Tampoco que lo auxiliara en su búsqueda de novicias para su deleite personal. “María, estás loca”, afirmaban con esa certeza que da atestiguar moralmente el vértigo de una espiral en descenso.

En mi descargo afirmo que R. pudo con todo y ellas, las novicias, aceptaron por vértigo, tal y como ocurrió conmigo, la que abrió sus puertas.

La huida y la reclusión en este lugar son escenarios difusos para mi memoria. En contraste, Rael es inevitable en su imagen precisa. No podrán los medicamentos suprimir los episodios posteriores, pero sí lo harán conmigo en el lapso de estos meses. Él los administra. Antes de morir, dijo, tú volverás a mi regazo”.

Descubra una versión primaria de esta historia en https://listed.to.
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