¿Es el Universo un diálogo?
En el principio existía la Palabra,
y la Palabra estaba con Dios,
y la Palabra era Dios.
Ella estaba en el principio con Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de Ella,
y sin Ella nada de lo que ha sido hecho, fue hecho
Juan 1, 1–3
“Me imagino el cielo como una especie de diálogo” dijo alguna vez Borges, porque él conocía el sumo placer de dialogar.
El diálogo es un tipo de conexión entre dos personas, la conexión más directa (diría yo), porque mediante la emisión y recepción de sonidos, interpretados como palabras que a su vez contienen significado, las mentes de dos personas se comunican, se tocan — y cuando el diálogo es genuino — se sincronizan. Es decir que mediante el diálogo, dos consciencias pueden llegar a fusionarse en una sola consciencia, sin por eso perderse la dualidad que es necesaria para que exista el diálogo.
Yendo un poco más allá, podemos pensar que el diálogo no termina con la comunicación a través de la palabra hablada; puede ocurrir ser mediante la escritura, o señas visuales, incluso podemos decir que cualquier interacción efectiva entre dos partes es una forma de diálogo. La vida misma es un diálogo constante, dialogamos todo el día con nosotros mismos, ahí dentro de nuestras mentes cuando pensamos, nos preocupamos, tomamos decisiones o nos alegramos por algo. Dialogamos con las personas que nos rodean, pero también con el ambiente; con otros seres vivos cuando interactuamos con ellos, pero también con los objetos inanimados, o con el mundo entero visto como ese ente en el que vivimos, con el cuál a veces estamos de acuerdo y a veces no, ese mundo que a veces se mueve hacía dónde queremos y a veces no nos hace caso por más que pongamos todo de nuestra parte.
Yo iría más allá de lo que dijo Borges; el cielo (si es que existe un cielo más allá de esta realidad, que es a su vez un cielo y un infierno) seguramente será diálogo, pero más importante: la realidad que se nos presenta, inmediata, tangible, no es más que un constante diálogo; complejo, de múltiples niveles, con diálogos que se ramifican casi infinitamente en otros diálogos, a veces fluidos, suaves y sutiles, a veces violentos pero no por eso menos necesarios. Vivimos en una constante interacción dialógica, ¿por qué no considerar entonces la posibilidad de que la sustancia misma de la que está hecha el universo sea algún tipo de “Palabra”, y la existencia misma sea un diálogo?
