INTRODUCCIÓN A LA FENOMENOLOGÍA DE HUSSERL

Antonio Molleda
El Circulo
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15 min readJun 16, 2024
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Fueron las controversias referentes a la existencia del mundo material -o mundo exterior, por oposición al mundo interior de la vida psíquica- las que condujeron a Husserl a la actitud fenomenológica, <<o sea, de lo que en la naturale­za se encuentra, por así decirlo, con carácter de yo>>[1].

Para los escolásticos, que en esto siguen a Aristóteles, el alma y el cuerpo constituyen los dos principios de una substancia única; el hombre, de quien el cuerpo es la materia (hylé), y el alma, la forma (morfé); de aquí el nombre de hilemorfis­mo.

Mas la acción de estos dos principios constitutivos es inseparable; las impresiones registradas por el cuerpo, repercuten en el alma y los pensamientos más espirituales llevan el acompañamiento, considerado como material, de la imagen. En estas condiciones se comprende la posibilidad del conocimiento directo del mundo exterior.

Descartes rechaza la teoría escolástica de la sustancialidad de alma y cuerpo. Para él, el hombre es, esencial­mente, un alma o un pensamiento, a los que el cuerpo, mera máquina, permanece totalmente extraño. Así el alma se encuentra encerrada en sí misma, no alcanzando directamente sino a sus impresiones; es preciso un razonamiento para conocer, a partir de estas impresiones, la existencia de una realidad exterior y necesaria para explicarlas.

Siendo imposible comprobar la verdad de la conclusión así obtenida, puesto que, por hipótesis, nada se da al hombre fuera de sus impresiones subjetivas, la especulación filosó­fica desemboca lógicamente en negar la existencia de una realidad exterior e incluso la de un principio permanente del pensamiento, que nosotros llamamos alma, espíritu… To­do se reduce a imágenes o representaciones. Tal es la teoría de Hume, a la que se llamó fenomenismo.

Kant pretendió poner de acuerdo el concepto de sentido común, según el cual nuestras representaciones corresponden a cosas, y el fenomenismo, reduce todo lo real a esas representaciones. Para nosotros -dice Kant- no hay más que fenómenos; jamás, en efecto, nos es dado alcanzar las cosas en sí, a las que denomina noúmenos. Nosotros no conocemos el mundo exterior, tal como es, pero ese mundo existe.

Con Hegel se llega al idealismo absoluto: no hay nada sino la idea.

Con miras a reanudar la cuestión sobre el punto de que partiera Descartes, se suscitó el movimiento fenomenológico. <<La filosofía fenomenológica -escribe Husserl-, se considera en su método entero como repercusión pura de las intenciones metódicas que ya movían a la filosofía griega desde sus comienzos; pero ante todo de las intenciones aún vivas que parten de DESCARTES y llegan en las dos líneas del raciona­lismo [rat] y el empirismo a través de KANT y del idealismo alemán hasta nuestro confuso presente>>[2].

LA ACTITUD FENOMENOLÓGICA DE HUSSERL

Corrientemente se entiende por <<fenomenología>> el estudio descriptivo de los fenómenos[3], tal como se ofrecen a la experiencia inmediata. Estas investigaciones no se distinguen de la observación psicológica corriente sino por una mayor preocupación de lo realmente vivido y la descon­fianza hacia los prejuicios de la filosofía del sentido común de que es vehículo el lenguaje.

Mas la fenomenología de Husserl es un <<método>> filosófico que utiliza descripciones fenomenológicas en el sentido corriente del vocablo, pero que no las considera sino como un medio de llegar a un más allá del fenómeno. A través de ellas <<aprehendemos, en vez de las cosas puras y simples, en vez de los valores, los fines, los útiles puros y simples, las vivencias subjetivas correspondientes […]. De Ahí que todas estas vivencias se llamen también fenómenos>>[4].

LAS EXISTENCIAS PUESTAS ENTRE PARÉN­TESIS

Desde hace más de dos siglos el pensamiento filosófico lucha con este problema: ¿No hay más que fenómenos, o bien existen también las cosas en sí, un mundo de cosas materiales y un mundo de lo puramente psíquico? La dificultad de este problema y la solución en que se detiene impide la observa­ción de los hechos, única de la que puede salir un progreso del pensa­miento.

Por ello Husserl decide no contestar a las cuestiones referentes a la existencia de las realidades substanciales, materia o espíritu; suspende su asentamiento y practica la epojé (ἐποχή), recomendada por los escépticos griegos, para <<alcan­zar su conciencia como fenómeno puro, singularmente, pero también como el todo de su vida pura>>[5]. Y no es precisamente que Husserl se incline al escepticismo. Por el contra­rio, pretende llegar a la verdad. Pero coloca, según su fórmula, <<entre parénte­sis>> estas cuestiones tan discutidas, para atenerse a la intuición inmediata, que no cabe poner en duda, <<esto es, […], debe inhibir toda simultánea ejecución de las posiciones objetivas puestas en acción en la conciencia irreflexiva, e impedir con ello que penetre en sus juicios el mundo que para él “existe” directamente>>[6]. Dicho con otras palabras, <<para ver el mundo y captarlo, hay que romper nuestra familiaridad con él>>[7].

Esta actitud recuerda la de Descartes rechazando sistemáticamente toda afirmación a propósito de la cual pueda suscitarse cualquier motivo de duda. Pero Husserl es todavía menos escéptico que Descartes, pues mientras Descartes considera como falsas las afirmaciones que no le parecen evidentes, Husserl se contenta con dejarlas <<entre parénte­sis>>:

El mundo experimentado en esta vida reflexiva sigue siendo para mí <<experimentado>> en cierto modo, y exactamente con el mismo contenido peculiar que antes. Continúa siendo el fenómeno que era antes, sólo que yo, en cuanto sujeto que reflexiona filosóficamente, ya no llevo a cabo, ya no concedo validez a la creencia natural en la realidad que es inherente a la experiencia del mundo, a pesar de lo cual esta experien­cia sigue estando ahí y es aprehendida por la mirada de la atención[8].

Esta epojé fenomenológica, este <<dejar fuera de validez>> o <<entre paréntesis>> el mundo objetivo, no nos coloca, desde luego, ante la pura nada. Después de haber descartado cuanto tiene un sentido quedamos en presencia de aquello por lo cual todo toma un sentido: la conciencia pura, el yo, pues <<yo no soy un ‘ser viviente’>>, ni siquiera un ‘hombre‘>>’ o unaconsciencia’, […]: yo soy la fuente absoluta, […], pues yo soy quien hace ser para mí>>[9].

LA <<EPOJÉ>> FENOMENOLÓGICA

Así pues, la doctrina de Edmund Husserl, como la de Bergson, ha señalado una vuelta a Descartes pasando por el kantismo[10]. En efecto, Descartes y, sobre todo, Kant, <<des­vincularon el sujeto a la consciencia haciendo ver que yo no podría aprehender nada como existente si, primero, no me sintiera existente en el acto de aprehenderlo; pusieron de manifiesto la consciencia, la absoluta certeza de mí para mí, como la condición sin la cual no habría nada en absoluto, y el acto de vinculación como fundamento de lo vinculado>>[11]. Ello no significa, como hemos visto, que Husserl adopte una posición similar a la de Kant, pues hay diferen­cias fundamen­tales entre el <<yo>> kantiano y el <<yo>> husserlia­no. El yo trascendental husserliano es un <<residuo fenomenológico>> y no el <<Yo pienso>> kantiano que <<acompaña a todas las percepciones>>. Además, a diferencia de lo que sucede en Kant, las realidades no están para Husserl <<cons­tituidas>>, sino que siguen siendo <<las cosas mismas>> tal como se dan a la intuición esencial. En este respecto puede decirse que hay en Husserl un progre­sivo acercamiento a Descartes.

En cualquier caso, la fenomenología de Husserl va apareciendo cada vez menos como lo que fue originariamente, es decir, como un método, deviniendo explícitamente en una doctrina y aproximándose cada vez más a lo que Husserl se esforzó por hacer de ella: una <<ciencia>> sin supuestos. Como escribió Merleau-Ponty, la fenomenología puede ser conside­rada como <<un modo o estilo de pensar>>[12]. Está moldeada por exigencias metodológicas, pero también por supuestos filosó­ficos. De esta forma, la fenomenología irrumpió como un intento de extirpar todos los supuestos de la llamada <<actitud natu­ral>>, tanto la del sentido común como la <<científica>>. Estos supuestos vician, según Husserl, el punto de partida filosófico. Oponiéndose a todas estas conjeturas, Husserl declara que no está dispuesto a dar su visto bueno a ningún supuesto postulado que pudiese alterar o tergiversar <<lo dado>> en cuanto <<dado>>. Lo <<dado>> no es esto o aquello; hay que describirlo exactamente tal como se da, y a este efecto hay que adoptar la actitud fenomenológi­ca. Esto es, fenomenológicamente hablando, no cabe decir si lo que se describe es real o ideal, existente o inexistente. El fenomenólogo no quita ni pone; cualesquiera enunciados son puestos <<entre paréntesis>>, como si la fenomenología fuese una especie de tipografía filosófica.

Husserl intenta, pues, descubrir un procedi­miento que nos haga posible la adquisición de las verdades fundamentales y su justifica­ción apodíctica: por eso, su regla esencial, desde el origen, es <<ir a las cosas mismas>>, y luego, eliminar radicalmente todo prejuicio y toda teoría preconce­bida sobre lo real. Dos principios hay, entonces, implica­dos en este punto de partida: un principio negativo, consis­tente en rechazar todo cuanto no está apodícticamente justificado, es decir, justificado de tal manera que lo contrario aparezca totalmente inconcebible; y un principio positivo, consistente en recurrir a la intuición inmediata de las cosas, en cuanto que esta intuición, y sólo ella, puede ser fuente primera de toda certeza. <<Epojé>> e intuición: tales son las dos reglas fundamentales del método fenomenológico.

Pero el término <<cosas>>, sin embargo, no debe inducir­nos a error. En virtud de la <<epojé>> misma (o puesta entre paréntesis de todo lo que no está, según Husserl apodíctica­mente justificado, es decir, que sea incondicionalmente cierto o necesariamente válido), las únicas cosas que nos son verdadera­mente dadas son los fenómenos. La existencia (o la <<cosa en sí>>) no es, en modo alguno, una evidencia apodícti­ca, aun cuando la cosa en sí o la existencia como fenómeno sea un dato con igual título que los demás. El dominio de la intuición fenomenológica estará, pues, constituido por todos los fenómenos dados a la conciencia, es decir, por todo lo que se manifiesta de algún modo y por cualquier motivo, y el objeto de la fenomeno­logía consistirá entonces en descu­brir y describir con el mayor rigor todo el universo de los fenóme­nos, esforzándose al mismo tiempo por captar las relaciones que los unen entre sí, lo que equivale, evidente­mente, a superar la pura descripción y a interpretar los fenómenos o a decir su sentido: <<… La exhibición fenomeno­lógica de lo percibido en cuanto tal, no está ligada a la explicitación en sus notas que se lleva a cabo en el decurso de la percepción, sino que pone en claro lo ‘encerrado‘”’ en el sentido del cogitatum y meramente coasumido de una manera no intuitiva (como es el ‘reverso’), haciendo actuales las percepciones potenciales que hacen visible lo que no lo era>>[13]. Desde este punto de vista, cada tipo de fenóme­nos dará origen a métodos especia­les de investigación, de descripción y de interpreta­ción. <<Se anuncia con ello una doble dirección de las descripciones fenomenológicas: la dirección ‘NOÉTICA’>>[14] es decir, el acto intencional, <<y la dirección ‘NOEMÁTICA’>>[15], esto es, el contenido objetivo del pensar.

Podemos, pues, decir que, en cuanto método, la fenomeno­logía se presenta, primero, como una especie de positivismo, pues se pliega a <<lo dado>>. Pero esto no significa de ningún modo que excluya la filoso­fía propiamente dicha o la metafí­sica. De hecho, la dirección fenomenológica no ha tardado en hacerse realmente metafísica, ya que,

Restituye el concepto más primigenio de la filoso­fía como ciencia universal a partir de una radical justificación de sí misma -que es ciencia única en el antiguo sentido platóni­co y luego en el sentido cartesiano. La fenomenología desarro­llada rigurosa y sistemáticamente en el sentido que acabamos de ensanchar es idéntica a esta filoso­fía que abarca a TODO conocimiento genuino. Se divide en la fenomenología eidética (u ontolo­gía universal) como FILOSOFÍA PRIMERA y en la FILOSOFÍA SEGUNDA, la ciencia del universo de los facta o de la intersubjetivi­dad trascendental que los encierra a todos ellos sistemática­mente. La filosofía primera / es el universo del método para la segunda y en su fundamen­tación metódica está referida retrospectivamente a sí misma[16].

Por otra parte, el método, por sí mismo, implica ya una doctri­na. Por lo mismo que la <<epojé>> es una puesta entre paréntesis de todo el dominio de la existencia y no permite subsistir bajo la mirada del espíritu más que el puro fenómeno, la fenomenolo­gía de Husserl envuelve una especie de idealismo, reduce el universo a las cogitationes, al conteni­do inmanente de la conciencia, y no reconoce más tipo de conocimiento cierto que la intuición de las esencias[17]. Y, de hecho, ciertamente, es hacia un idealismo radical a donde se orienta cada vez más Husserl.

Según él, en efecto, si se quiere alcanzar verdaderamen­te lo apodíctico, en punto absoluto de certeza, la <<epojé>> debe versar no solamente sobre <<las realidades espacio-temporales>>[18], es decir, sobre las realidades del <<mundo>>, sino también sobre el yo natural y sus actos, es decir, <<de lo que en la naturale­za se encuentra, por así decirlo, con carácter de yo, con todo lo que insepa­rablemente le pertenece en cuanto vivir psíquico (como experimentar, pensar, sentir, querer), en cuanto facultad y hábito>>[19]. En otras palabras, el Cogito cartesia­no se detiene sin motivo en un yo substan­cial que, como tal, no es más que una cosa del mundo y no el puro fenómeno que conside­ra el método fenomeno­lógico. El error de Descartes, como ya ha precisado Heideg­ger, ha sido concebir el sum del Cogito según el tipo del est de la res, suponiendo erróneamente que la inteligibilidad era unívoca. En realidad, se requiere una <<epojé>> más profunda, que recaiga sobre el sujeto empírico y sus actos subjetivos, para reducirlos al estado de puros fenómenos. Esta <<epojé>> fenomenológica, este <<dejar fuera de validez>> o <<entre paréntesis>> el mundo objetivo, no nos coloca, desde luego ante la pura nada, o ante la conciencia vacía, ya que, después de haber descartado todo cuanto tiene un sentido, quedamos en presencia de aquello por lo cual todo toma un sentido: la conciencia pura, el YO. Se trata, entonces, de una <<epojé>> que recaiga sobre el sujeto empírico y sus actos subjetivos, para reducirlos al estado de puros fenóme­nos. Solamente así alcanzaremos el dominio de la conciencia pura trascendental, en la que no subsisten más que los puros fenómenos trascen­dentales, con el Yo trascendental, que es, en definitiva, la primera existencia apodícticamente cierta con que tropieza la regresión fenomenológica. Imposible, en efecto, suponer que el Yo trascendental no sea él mismo más que un fenómeno, porque así nos veríamos envueltos en una regresión al infinito, que haría del universo entero de los fenómenos una pura ficción, una ilusión absoluta.

Pero esto no es todo. La investigación fenomenológica no puede considerarse como acabada con el descubrimiento del Yo trascendental: este Yo, en realidad, es múltiple, en cuanto que comprende o implica toda la serie de los demás <<Yo>> trascendentales, estos otros <<YO>> consti­tuyen, es decir, determi­nan los fenómenos de la conciencia que no es trascen­dental ni natural; <<es sólo -si se puede decir que ‘es’ algo- un “haz de intenciones”>>[20], un foco luminoso, proyec­ta­do sobre la posible infinidad de las <<apariencias, aspectos o presentaciones>>. Las cosas no son entonces ni contenidos de la conciencia ni realidades que trasciendan absolutamente a la conciencia. Las cosas, existentes o no existentes, reales o ideales, son <<objetos intencionales>> para una conciencia que consiste en fluctuar de continuo en distintas dimensiones. La conciencia de Husserl se halla pues abierta a todo, pero a la vez lo pone todo <<entre parénte­sis>>. Suspende el juicio sobre cuanto hay, pero sólo para poder describir lo que haya, esto es, como dice Husserl, para poder describir <<lo aje­no>>[21], pues, <<la vida anímica no sólo nos es asequible por medio de la experiencia de sí mismo, sino también mediante la expe­riencia de lo ajeno>>[22]. Obteniendo <<así la plena ampliación del concepto psicológico genuino de “experiencia interna”>>[23]. Además, este <<aje­no>>, estos <<Yo>> constituyen, es decir, determi­nan los fenómenos de la conciencia trascen­dental y natural en toda su variedad. Pero tienen que tener, por encima de su multiplici­dad, un princi­pio de unidad, que será el primer constitutivo, un Yo absoluto, universalmente constitutivo y jamás consti­tuido, que no es sino el residuo último de la <<reducción fenomeno­lógica>>. No es solo uno entre el infinito número de objetos intencionales o <<intencionables>>. No es ni siquiera un primus inter pares; es un absoluto.

LA BÚSQUEDA DE LAS ESENCIAS O LA REDUCCIÓN EIDÉTI­CA

Mas la fenomenología de Husserl no es sólo una descrip­ción de los datos inmediatos de la conciencia como si se tratase de una psicología corriente la cual se deja atrapar por el objeto, sino que reflexiona sobre el objeto pensante; su psicología es una psicología reflexiva, <<porque el vivir psíquico mismo sólo se hace patente en la reflexión>>[24]; describe el campo neutro de lo vivido; yo trato -dice Husserl- de captarme <<como yo puro[25] con la vida de la conciencia pura que me es propia, en la cual y por medio de la cual el mundo objetivo entero es para mí, y es precisamen­te tal y como es para mí>>[26]. Son, así, las <<estruc­tu­ras>> mismas de la actividad de la conciencia lo que trata de determinar, <<de ahí que todas sus vivencias se llamen también “FENÓMENOS”; su característica esencial más general es ser como ‘conciencia-de’ ‘aparición-de’ -DE las respecti­vas cosas, pensamientos (juicios, razones, consecuencias…), de los planes, decisiones, esperanzas, etc. >>[27].

Husserl llama esencias a estas estructuras. Mas las esencias husserlianas no existen en sí, en un mundo aparte, como tipos ideales de cosas posibles, como sucedía en Platón, sino que son hechos resultantes de la relación de las cosas con la conciencia. Sin embargo, son universales y captadas como tales, no después de una comparación mental de impresio­nes análogas, sino directamente, en un caso concreto, mediante la operación que Husserl denomina <<reducción eidética>> (la reducción del dato a la forma eidos o a la esencia) o <<intuición eidética>>, pues, <<todo campo de experiencia posible cerrado en sí mismo permite ‘eo ipso’ la transición universal de la facticidad a la forma esencial (eidos)>>[28]. Parece ser que las esencias fenomenológicas así alcanzadas no sean sino las estructuras del espíritu o de la conciencia.

Ahora bien, una estructura fundamental de la concien­cia era ser intencional, esto es, que tendía hacia los objetos, pues <<La conciencia es siempre conciencia de algo>> -repite Husserl hasta la saciedad. Por tanto Husserl no admite el <<yo pienso de Descartes>>; se piensa siempre algo; el dato inmediato no es ego cogito, sino ego cogito cogitatum, siendo el objeto pensado tan inmediato como el hecho de pensar.

Sin duda la conciencia puede nombrar el objeto de diversas maneras: como presente, como pasado o como futuro; como real o como posible; como presente o como lejano, como deseable o como temible, como amado o como odiado…; mas siempre enfoca un objeto, es decir, algo que no es ella misma, que es externo a ella.

Tal es reducida a sus líneas generales, la doctrina fenomenológica de Husserl; la cual saca a plena luz la verdad capital de que sólo lo concreto (o, si se quiere, el hecho sensible) es un dato de hecho. La conciencia puede llegar a ser el objeto de un conocimiento científico y fundamentar la ciencia metafísica. El procedimiento de esta ciencia será, pues, la <<reducción eidética>>, o consideración exclusiva de la esencia dada en el fenómeno empírico singular. Sin duda que la fenomenología aparece como una ciencia de la concien­cia, y que ella quiere profundizar hasta su principio absoluto.

Además, en la fenomenología, la <<epojé trascendental>> hace de ella rigurosamente una filosofía de las esencias, que se bastan desde ese momento a sí mismas y son realidades completas, sin referencia a la existencia, la cual no interviene, en fenomenología, más que a título de fenómeno y de dato de conciencia, pero no de realidad <<en sí>>. La intuición de las esencias será, pues, teóricamente, una intuición completa y exhaustiva del objeto y deberá determi­nar, según parece, un idealismo radical. De modo que se puede decir que la fenomenología, como revelación del mundo, reposa sobre sí misma o, también, se basa en sí misma. Siempre inacabada, porque la interrogación que se dirige a sí misma es realmente infinita, su marcha incoativa, que significa que no sabrá nunca a dónde va; pero esto no es la señal de un fracaso, sino, por el contrario, la forma misma del progreso, que es revelar progresivamente, sin esperanza de poderlo agotar, el doble misterio solidario del mundo y de la razón.

NOTAS:

[1]E. Husserl: El Artículo de la Encyclopaedia Britannica, <<cuarta y última versión>>, Edit., Universidad Nacional Autónoma de México, México, D. F., Primera Edición, 1990, pág., 59.

[2]Ibíd., pág., 81.

[3]Ibíd., pág., 59.

[4]Ibíd., pág., 61–62.

[5]Ibíd., pág., 63.

[6]Ibíd., pág., 63.

[7]M. Merlau-Ponty: Fenomenología de la Percepción, Ediciones Península, cuarta edición, Barcelona, 1997, pág., 13.

[8]E. Husserl: Meditaciones Cartesianas, FCE. Barcelo­na, 1985, pág., 61.

[9]M. Merlau-Ponty: Fenomenología de la Percepción, Ediciones Península, cuarta edición, Barcelona, 1997, pág., 8.

[10]Esta vuelta es más clara y categórica en la fenomenolo­gía de Husserl que en el bergsonismo.

[11]Ibíd., pág. 9.

[12]Ibíd., pág. 8, concretamente Merlau-Ponty escribe: <<la fenomenología se deja practicar y reconocer como manera o como estilo, existe como movimiento, antes de haber llegado a una consciencia filosófica total>>.

[13]E. Husserl: Meditaciones cartesianas, FCE, 1985, pág., 97.

[14]Fundamental para comprender la fenomenología de Husserl.

[15]E. Husserl: El Artículo de la Encyclopaedia Britannica, <<cuarta y última versión>>, Edit., Universidad Nacional Autónoma de México, México, D. F., Primera Edición, 1990, pág., 64.

[16]Ibíd., pág., 79.

[17]A este respecto Merlau-Ponty escribe que <<la fenomeno­logía es el estudio de las esencias y, según ella, todos los problemas se resuelven en la definición de esencias: la esencia de la percepción, la esencia de la conciencia…>>. En M. Merlau-Ponty: Fenomenología de la Percepción, Ediciones Península, cuarta edición, Barcelona, 1997, pág., 7.

[18]E. Husserl: El Artículo de la Encyclopaedia Britannica, <<cuarta y última versión>>, Edit., Universidad Nacional Autónoma de México, México, D. F., Primera Edición, 1990, pág., 59.

[19]Ibíd., p., 59.

[20]Cita sacada del libro de José Ferrater Mora: La Filosofía Actual, Alianza Editorial, segunda edición, 1970, pág., 47.

[21]E. Husserl: El Artículo de la Encyclopaedia Britannica, <<cuarta y última versión>>, Edit., UNAM, 1990, México, pág., 62.

[22]Ibíd., pág., 62.

[23]Ibíd., pág., 65.

[24]Ibíd., pág., 61.

[25]<<Neutro y puro>> significan que no deben nada al objeto.

[26]E. Husserl: Meditaciones Cartesianas, FCE, Madrid, 1985., pág., 62.

[27]E. Husserl: El Artículo de la Encyclopaedia Británnica, <<cuarta y última versión>>, Edit., UNAM, 1990, México, pág., 61.

[28]Ibíd., pág., 65.

BIBLIOGRAFÍA:

Ferrater Mora, J.: La Filoso­fía Actual, Alianza Edito­rial, segunda edición, Madrid, 1970.

Husserl, E.: El Artículo de la Encyclopaedia Britanni­ca, <<cuarta y última versión>>, Edit., Universidad Nacional Autónoma de México, México, D. F., Primera Edición, 1990.

-Meditaciones Cartesianas, FCE. Barcelo­na, 1985.

-La Crisis de las Ciencias Europeas y la Fenomenología Trascendental, Editorial Cerítica. Barcelona, 1991.

Merlau-Ponty, M: Fenomenología de la Percepción, Ediciones Península, cuarta edición, Barcelona, 1997.

©Antonio Molleda

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