Kamchatka

El cielo no sabía sonreír
En esta tierra cuya gente
Harto tiempo — así, tanto
Que sería difícil de decir — 
Había estado a observarlo.
Incógnitos lares, páramos dónde
Se había desaprendido el bostezar
Siendo el letargo un retazo olvidado.

Me sentía muy lejos de casa
Desbordado en nostalgia
Y muy cerca de mí.
Las personas no me referían
Siquiera su indiferencia — 
Creo ya difícil
Se apercibieran de mí.

Mi corazón
Había sufrido una repentina oclusión,
Y un escindido sentimental de las venas
Se manifestaba a cada escena
D’este asaz temprano atardecer.

Me aburría en cada esquina
Minuciosamente pintada
De mi mental ciudad natal.
La neofilia causaba estragos
En mis bien habidos rasgos —
Que no es fuesen malos
Mas apenas: no raros.

Mi acento los incomodaba
Porque acentuaba más bien nada.
El extranjero per se era descontado
Pero había en esta manera de ser ajeno
Un ameno parentesco;
Riesgo otro en fin no había
Que el de cernir y no discernir
De dónde uno provenía.

Las publicidades, los roces
A mis oídos de fugaces voces
En las estaciones; los títulos
De un diario cuya fecha era
Detalle secundario;
Inclusive del cine los subtítulos
Me eran insípidos inexpresivos.
Sin embargo en esta nueva meseta
Era que la vida me interpelaba.

Viera lo que viese
Sintiera lo que sintiese
Y quisiera, lo que no quisiese.