La Peste

Rapaz es el aire que se traslada entre mi mirada y el sagaz polvillo infinito del afuera, de la estepa animal. En el monte donde la peste parece no existir y el mundo es mas gentil y arcilloso, los rayos del sol dibujan reflejos cada vez mas valientes antes de que la batalla nueva comience. Pienso, esto es merecido.

Nos trasladamos entre un pinar cada vez mas denso. Sus limites indivisibles raspan nuestras mejillas, son tatuajes de nuestro amor efímero. Nos prometemos y nos deseamos durante millas en silencio hasta que apareció un claro circular. Nos soltamos. “Estamos lejos de la peste” me dijiste sonriendo.

En el monte donde la peste parece no vivir, existe el silencio y la distancia. Ese espacio atemporal donde los individuos se desdibujan y ya no hay necesidades ni materiales ni emocionales y donde parece, solo parece, podemos elegir.