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La peste, revisitada: 2028

100 días de escritura

cerohd
El Circulo

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Dominio público: imagen para 100 días de escritura
Dominio público: imagen para 100 días de escritura

…No pasará inadvertida la encriptación del documento final, rechazado por editoriales otrora leales al escritor, buscando eludir los ataques sistemáticos de terroristas cibernéticos, cuya intención extrema consiste en suprimir el recurso electrónico, dado que, hasta el momento de la escritura de esta nota, no han podido dar con el paradero de Albert Camus.

La peste es una crítica al Nuevo Orden Mundial (NOM), cuyo advenimiento en 2020 supuso la mutación de la democracia en el totalitarismo del estado narrado a través de las derivas de la neolengua en las acciones políticas amplificadas por los medios. El entretelón pandémico, instrumentado para el control de las masas, ocultó un conflicto entre potencias para hacerse a una hegemonía, largamente ansiada desde la caída del muro de Berlín, del que el virus fue una herramienta decisiva para ganar la contienda.

El autor limitó sus reconocidas habilidades literarias para entrar a saco contra las cuarentenas, descritas como un recurso despótico de los gobernantes para ejecutar negociados, inverosímiles en otro tiempo, cuya utilidad les permitió acumular poder por décadas mientras alentaban la indignación a través de arrebatos populistas que redundaron en la denominada cultura de la cancelación, definida por Camus como “Un recurso discursivo que olvidó sus formulaciones emancipatorias, para impregnar sus actuaciones de actitudes gregarias, poco diferenciadas de las vistas en las estructuras mafiosas”; tampoco quedó fuera de su análisis la pasividad, inducida tecnológicamente, para adormecer a las masas con un discurso de miedo, cuyo escalamiento en sí resultó en un fenómeno nunca antes visto.

Camus ingresó en “territorio comanche”, al decir de sus comentaristas, en el que no coincidió con el aplauso del establecimiento, “Privilegiados cuya lucidez se mide en la dimensión de la pantalla de retina de su dispositivo”, para afrontar la reducción del hombre por el hombre en un escenario que “manipuló la percepción de la opinión al vincular las cifras de los muertos con un producto cinematográfico hartas veces visto”. Mientras mueren aquellos que tienen que morir, no necesariamente por el virus, el personal médico afronta el duelo con el melodrama de su “sacrificio” y la exhibición de un dolor tragicómico en las redes sociales — instrumentos, afirma el escritor, que fomentan el miedo e implantan otra capa de corrección política a los lenguajes naturales, desvirtuándolos como medio de expresión política. En este punto, Camus ha sido enfático en subrayar que los esfuerzos de una humanidad indolente por paliar los dolores que provoca la enfermedad, son “espectáculos cuya ignorancia no deja de ser indignante”, ya que son respuestas “pavlovianas” al circuito de estímulos construidos por gobiernos y corporaciones para sustentar la restricción de las libertades.

Hay un punto macabro — que el mismo autor enuncia a través de uno de sus personajes, quien afronta tres veces la prueba para detectar la peste y, al final, renuncia a considerarse sano por las presiones de médicos y cercanos — al señalar “La rara casualidad de que los medios de comunicación estuvieran listos para recluirse mucho antes de que la población pudiera hacerlo”. Complicidades que traducen, según el autor, un estado de preparación solo advertida por pocos, tomados como delirantes, y, posteriormente, reducidos durante el aislamiento general obligatorio. Camus entra a las residencias de los mayores para desnudar el geronticidio, ejecutado por cuidadores provistos con celulares de última generación, mientras las economías locales sucumben a un enemigo silencioso, como lo es la desaparición del flujo de capital. “Un momento histórico para la especulación”, no solo de las bolsas sino del rentista, quien nunca sucumbió a la peste, comprando a precios irrisorios propiedades y cuerpos durante la cuarentena.

Sin misericordia, el argelino expone en largos pasajes la forma en que la hipocresía corporativa erosiona las actividades humanas: repartidores hambrientos que no alcanzan su destino caen tiroteados por las fuerzas del orden, al tiempo que drones sucumben del cielo por las resistencias hambrientas y post-tecnológicas. Incluso se retrata a sí mismo intentando la reinvención, tras recibir la crítica de un acomodado profesor universitario, cuyo rechazo a los ejercicios de estilo escritos en su blog durante las primeras fases de la simulación, le obligan a cuestionar su profesión. Camus detalla un panorama en el que el enemigo, la peste, es el trasunto de la humanidad, que ha construido un teatro de operaciones para diezmarse a sí misma. Quien venza, asegura, ganará tiempo y hegemonía. Sin embargo, más que dominar al hombre, la potencia vencedora tendrá como tarea restringir la Inteligencia Artificial al rango de instrumento de control. Sugiere que se cuenta con un plazo medio de tres generaciones para alcanzar este cometido antes de que el singular teatro de operaciones sea controlado por medios no humanos. El final es angustioso, no hay escapatoria posible, ni siquiera buscando refugio bajo tierra o aspirando al ahogamiento marino.

Al momento de su publicación, La peste no le granjeó el aplauso de sus ilustres simpatizantes, quienes lo consideraban un crítico del sistema. Rescatar los primeros capítulos fue labor de hackers, ellos mismos amenazados por fuerzas oscuras. Sin embargo, impresos y distribuidos en algunas partes del mundo, posteriormente fueron conectados con el resto del material, disponible en un repositorio brindado por un auxiliador de Camus.

El autor alcanzó a revisar el material final antes de su desaparición en 2024.

Publicado en https://listed.to.

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