Las cosas que importan: antifragilidad y belleza

Francisco Belmar Orrego
El Circulo

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Me encuentro atrapado en una página en blanco. Tengo al menos tres artículos para Medium que debo terminar y no he podido hacerlo. El motivo es muy sencillo: la atmósfera. La negatividad de estos tiempos es difícil de ignorar. Por eso hablo de la atmósfera, puesto que aunque hay cosas que uno puede ignorar con cierto éxito, la presión de la época está ahí de todas formas. La concentración requiere de calma. Es verdad que ella no siempre estará ahí y, por lo mismo, es necesario aprender a vivir sin su presencia, pero creo también que no hay que desterrarla para siempre de nuestras conciencias.

Se ha vuelto de moda hablar de la antifragilidad y creo que es excelente. Nos la pasamos décadas hablando de la resiliencia, de la empatía y de la vulnerabilidad, pero jamás nos concentramos en que la antifragilidad contiene a todas las anteriores. Creo que es un buen primer paso para reconstruir gran parte de las cosas que, siendo de las más importantes, habíamos debilitado sistemáticamente.

El debilitamiento de lo que yo considero importante es fruto de las ideas de quienes promueven lo contrario. Critican a la sociedad de consumo, pero consideran independiente y autónomo a quien vive sus relaciones personales bajo preceptos mercantiles. Critican el hastío y el vacío de la existencia contemporánea, pero se celebra un arte banal y sin contenido. Se habla de respeto a creencias ancestrales, pero se ridiculiza a quien es cristiano o creyente. El resultado de ese proceso ha sido horrible: hoy la gente es exactamente aquello que odia y no hay nada más peligroso que el odio hacia uno mismo.

Fue así que dimos la paz por sentada, pero porque la odiamos. Por algún motivo que no entiendo, esa paz que es la que nos permite crear y vivir de crear, ha pasado a ser considerada un pecado. Solo hablamos de la paz en contra de la guerra, pero lo cierto es que odiamos la tranquilidad porque la consideramos aburrida. Parece un gran sinsentido, pero para mí no lo es tanto si es que la gente en realidad se odia tanto a sí misma. Ese odio debe canalizarse y siempre eso sucede sacrificando lo que consideramos que nunca vamos a perder. Esa enfermedad mental que nos impide estar en paz con nosotros mismos es muy diferente de la que nos mueve a crear belleza.

Así que también debemos lidiar con un lenguaje odioso y maligno de parte de aquellos que dicen dedicarse a la belleza y la bondad. Eso es lo más agotador. La belleza debería ser el remanso de los desesperados, pues a través de ella se llega a lo trascendente. Por eso pretendo escribir sobre lo que es importante, que son esas pequeñas cosas que van a contrapelo del lenguaje de odio que está predominando por doquier. La cortesía, la amistad, el amor sincero y las relaciones sustantivas (con personas y cosas), son casi lo único que nos queda para resurgir de la ola destructiva de hoy. Son, al final, las cosas relevantes para alcanzar la antifragilidad.

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