Las líneas de Dios (en tiempos de COVID-19)
Resuena una garganta a través del cristal,
de la lluvia, el tintineo;
la oscuridad callada al fondo
se viste de negro para guardar el duelo.
Estas sábanas me dan calor,
pero es hielo el sentir,
¡qué paradoja!
Es abril y aún invierno…
Galopan las curvas, galopan los números, galopa el tiempo.
Yo pienso en los que están
y estarán porque luchan,
aunque de mí sólo salgan
los aplausos a las 19:58 y el silencio.
Tiempos de incertidumbre
y de jabón por arma;
yo me paso el día con sed
y no es de agua:
os quiero, mamá, papá, hermano, familia, … abuelos.
Vuestra imagen a través de una pantalla se dilata en esta línea que es el tiempo para suavizar la ausencia, la distancia segura (aunque ahora sea más hasta mi casa: mínimo metro y medio) y el echar de menos. ¿Duele esto un poco menos cuando se escribe?
Desde aquí, entre dos luces,
bajo este techo que no es mío
y una almohada extraña
en la que sostener el sueño,
se teje una pena de hilo blanco
en la maraña de mi pelo.
Todas las líneas de Dios están ocupadas.
¿A quién llamo a esta hora de la noche,
si Él no responde?
¿A quién le rezo?