Los infortunios del cazador solitario

Fernando Barrera
El Circulo
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4 min readMar 10, 2021
Imagen de Catalina Castells en Pixabay

Al perseguir el deseo de pertenecer, queda un vacío que no puede llenarse ni sustituirse más que con lo perseguido. Dos historias, una escrita durante la Revolución Francesa y otra a principios de la Segunda Guerra Mundial, narran el acecho de la pasión mientras se vive con la cavidad de lo inalcanzable. El Marqués de Sade y Carson McCullers sobresaltan en sus novelas la idea de desesperanza y desolación y cómo la búsqueda de pertenencia y la lucha por los principios de virtud se disipan si no existe un verdadero sentimiento nihilista en la naturaleza del hombre.

Aun cuando resulte extraño unir dos historias que, en la superficie, las dos novelas presentan temas en común. La divergencia en su tratamiento le da la riqueza de su entendimiento. El primero de ellos es la plenitud. En el caso de Justine, la protagonista rechaza la abundancia de bienes materiales si es que eso interfiere con mantener su virtud inmaculada ante la adversidad. Los personajes con los que se cruza la infortunada tienen la mentalidad de que solo se llega a nuevos estados de consciencia si se acepta todo tipo de placeres: la construcción de los paradigmas morales impide al hombre alcanzar su liberación. El choque con la castidad y el exceso por la búsqueda de bienestar refuerza el discurso de la decadencia para alcanzar conexiones que transciendan. La novela de “El Corazón es un cazador solitario” enfatiza en la persecución de ese estado de saciedad a través de dos personajes en particular. El personaje de Mick, una chica que siente que no encaja, se refugia en su habitación interior: el mundo que ella construye donde expresa sus emociones. Un momento de descubrimiento sobre esta sensación se da cuando Mick escucha por primera vez la tercera sinfonía de Beethoven: le llega la inspiración de componer, deconstruir y absorber lo que significa la música. John Singer, un personaje mudo que forma parte de la vida de Mick, funge como refugio. Él interactúa con más de uno de los personajes en la novela y su capacidad de percepción hace que cada uno sienta la plétora de pertenencia. En ambas novelas, el contacto con el otro es crucial para enfrentarse a la necesidad de alcanzar la pasión.

La libertad es un objetivo latente en ambas historias. Justine se enfrenta a que solo se puede alcanzar la libertad si se corrompe lo que es sagrada para ella. Es la destrucción de las buenas costumbres a través del sexo, el poder y el dominio mediante la sublevación del otro. Los “mentores” de Justine recalcan la idea del anarquismo social y que solo puede lograrse si se reduce la naturaleza del hombre a sus más básicos instintos. El propósito y la fe nublan a la gente porque son construcciones artificiales que lo anclan a la vida social común. El trabajo de McCullers pone a luchar a sus personajes con las injusticias a través de dos personajes en particular: el Dr. Copeland (un médico negro) y Jake (un borracho vividor). Ambos viven de primera mano lo que el sistema hace a los marginados por la sociedad. Si eres pobre, el desempleo y la falta de recursos te perseguirán por el resto de tu vida; si eres negro, serás víctima de abusos por las autoridades, por la sociedad civil y el premio por tu existencia será el castigo físico (en el caso del Dr. Copeland, le amputan las piernas a su hijo por un crimen solo por ser negro). Existe otro tipo de liberación que maneja la novela. John Singer escribe cartas a su amigo mudo que está hospitalizado por problemas de salud. Nunca se las envía, pero el hecho de escribirlas le ayuda a soltar su tensión acerca de los acontecimientos que ocurren en su vida y de cómo la gente lo observa, lo busca y le pide consejo cuando él no habla. Singer se vuelve un confesionario de secretos, ambiciones e injusticias y él solo tiene ojos por el bienestar de su amigo y que ya no esté esclavizado en esa cama de hospital.

La diferencia en la época no impide a que la narración dicte la importancia de los dos temas previamente mencionados. El escrito del Marqués de Sade detiene la narración para describir a los personajes, a la protagonista, las víctimas y los agresores. Eso ayuda a hacer hincapié en lo que es importante de observar. No es el contexto social, las calles o los edificios. Trasciende las personas que son víctimas y victimarios en la rueda del infortunio. La descripción detallada de cada uno de los personajes de “El corazón es un cazador solitario” acentúa el vacío que intentan llenar. Esto hace contraste con la simpleza y sutileza de la descripción de situaciones, escenarios y el paso del tiempo. En ambas novelas, es por medio de la muerte de un personaje que se inicia una transformación. La fulminación por rayo de Justine invita a reflexionar a Juliet, su hermana, sobre el número de excesos que vivió para conseguir lo que quiso. En el caso de la novela de McCullers, el suicidio de John Singer hace que el resto de los personajes a su alrededor se muevan hacia delante con sus vidas y persiguen sus propósitos.

Los trabajos de ambos autores dejan una advertencia sobre el significado de la pasión. Hay una necesidad humana de vivir en sociedad y de sentir que pertenecemos a algo que va más allá de nosotros mismos. No existe el nihilismo puro ni tampoco la sublevación para alcanzar la unión. La vida es un portal y nosotros, sus porteros.

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Fernando Barrera
El Circulo

Graduado de economía. Especializado en creación literaria. Amante de la fantasía y ciencia ficción. Todo un litaku: literato y otaku al 100.