Mi vida con Ansiedad

Pablo Espindola
El Circulo
Published in
3 min readMay 6, 2020
Fotografía de Sydney Sims en Unsplash.com

Ansiedad no es buena aliada, nadie la elije en una guerra. Tampoco es una buena amiga, no imagino a los niños en la escuela eligiéndola para hacer los trabajos prácticos, invitándola a merendar o a jugar junto a los demás compañeros.

Seamos honestos, en los trabajos Ansiedad siempre es discriminada. El rechazo de los adultos es unánime, a tal punto que en las entrevistas laborales jamás se refieren a ella positivamente. La verdad es que me da un poco de pena, jamás consiguió un buen cargo por sí sola.

Digamos todo, Ansiedad no es una buena compañía a ninguna edad. Los viejos tampoco la distinguen a la hora de contar sus anécdotas de juventud, o simplemente reposar junto a ella los últimos días que les queda de vida.

Les tengo que confesar algo personal, en la adolescencia mi primera relación sexual fue con Ansiedad, aún la recuerdo acostada en mí como si fuese hoy. Me apareció de golpe, como siempre lo ha hecho, y no me pude negar, como de pibe tampoco me le negaba aquellas veces en las que tenía que esperar algo importante como lo fue mi primera mascota. Ella siempre estuvo, incondicional a mí.

Jamás preferí juntarme con Ansiedad, a pesar de eso ella siempre se me pegó como la mugre después de un partido de fútbol en el potrero de Saavedra. A juzgar por las cosas importantes no puedo negar que siempre me ha sido fiel, más que mis padres, pero la fidelidad no agota el concepto de amor. Entiendo a Ansiedad como una amistad tóxica, de esas que siempre están en las malas sosteniéndote la vela con una mano y con la otra ofreciendo una copa de vino, pero que jamás aparecen en las buenas.

Sí, ya sé, Ansiedad es una carga, siempre está pegada a las decisiones futuras que tengo que tomar. Confieso que en ciertos momentos de presión ha sido una mujer práctica, me fastidio reconociendo esto porque siento que estoy jugando con ella, pero a decir verdad más allá de ser una buena consejera al momento de tomar decisiones importantes, y solo a veces, no es alguien con quien deseo compartir el resto de mi vida.

La mayor parte de mis días no la evoco, así y todo, ella está adherida a mí… es la pareja más estable que tuve.

Para serles sincero ya ni recuerdo cuando fue el primer día que la conocí ni cómo se me presentó, pero me conoce como nadie. Más allá de eso cada día que pasa intento alejarme un poco más de ella.

Ansiedad hace mella en mí más que cualquier otra persona, es una gota de agua insaciable sobre mi frente. Últimamente tuve muchos desencuentros con ella, me enojé bastante queriendo que se alejara de mi vida para siempre. Tengo que reconocer algo y no me duele hacerlo, los mejores días de mi vida fueron sin ella… ¿si me ha ayudado?, claro, pero es una ayuda venenosa, jamás la ansié, es una espesura de la que no me puedo despegar. Estoy agotado. Son muchos los días que idealizo con que desaparezca para siempre, que se vaya sin dejar una nota. No tengo una sábana larga de grandes fracasos en mi vida, pero puedo afirmar que ella siempre ha participado en esos lamentos. Tengo que dejar de albergarla como fantasma. Creo que la odio.

Hoy le pedí el divorcio, ella hace caso omiso. Es intolerante, alega que sin ella mi vida no tendría sentido, la clásica; dice que yo dependo más de ella que ella de mí, que sin ella estaría desmotivado y sin energía, yo creo todo lo contrario. Así es como me manipula, siempre hizo lo mismo, tiene un poder de convencimiento absoluto y finalmente termino recurriendo a ella consciente o inconscientemente… Comienzo a dudar un poco de todo lo que me planteó la última vez que discutimos fuerte… Ahora que pienso mejor creo que un poco de razón tiene, no debería romper con ella, al fin y al cabo, es la que mejor me conoce.

--

--

Pablo Espindola
El Circulo

Lic. en Comunicación Social UBA. Nos delatamos en sueños. Soy lo que intento hacer con lo que aún están haciendo conmigo. Cualquier excusa es buena para un vino