Otoño
Llega el otoño, y las hojas secas caen como mis sueños, mientras miro a través de la ventana el cielo gris. Ese gris tan reconocible que enturbia mi día a día con la pereza y que invita a esconderme por los rincones de la casa para refugiarme de los tormentos que en otros tiempos me hicieron feliz en el pasado.
El frío llama tímidamente a mi puerta para quedarse y hacerme compañía, entonces recurro a esas mantas que compartía, sintiéndolas como si fuesen el escudo que protegían mis delirios de un niño, sintiéndome a salvo de este mundo. Pero no es lo mismo si no es en compañía.
Ahora todo se siente más emotivo, todo lo vivo de manera más sensible, desde el café caliente que me preparo al levantarme, hasta la hora de meterme solo en la cama. Me despierto de noche y me acuesto de noche, como si no quisiesen que me olvide de la soledad que me acompaña. Sin nadie a quien poder proteger del frío venidero, sin nadie a quien poder abrazar por la espalda y decirle un Te Quiero.
El otoño, estación de sentimientos y lamentos. Donde vivo cabizbajo hasta que termina el invierno. Luego crecen nuevas hojas, como reflejo de nuevas oportunidades para compartir sentimientos. El otoño es precioso en compañía, pero no te das cuenta hasta que el amor se termina. Y cuando llegue invierno, será peor.
Cómo me encanta el otoño, amo la melancolía y las emociones que da rienda suelta el café que despierta sobre nuestros corazones. Anhelo, todo anhelo. Mi mundo gira sobre emociones que lloran de alegría y tristeza las experiencias vividas y que ya no volverán...
Qué sentimental soy.