PERSONAJAS

Antonio Molleda
El Circulo
Published in
8 min readApr 27, 2020

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Una de las acepciones del término eídolon (en griego ειδωλον), en la obra de Platón, es la de confundir la réplica o el simulacro del mundo con su realidad, convirtiendo esta misma realidad en la ficción de un espectáculo, que se muestra como una irrealidad de la propia experiencia de la vida.

No se puede considerar a Personajas como una gran obra de teatro. Fue escrita para ser interpretada por adolescentes en un colegio público. Y, sin embargo, Personajas tiene una capacidad de innovación, una producción de imágenes, una incitación a repensar la realidad, incluso una renovación de eso que nos parece nuevo, constituyendo uno de sus aspectos nucleares, que es digno de formar parte de los estrenos más interesantes de este año 2020.

Personajas es una velada crítica a la alienación social; un intento de implantar un pensamiento único, disfrazado de progresismo constructivo y positivismo, frente a una tradición social de pensamiento. Ambas alienantes.

Digamos que esta situación es el punto de partida: un enfrentamiento entre un pensamiento negativo y un espíritu que representa la alienación del otro. Es, como no podía ser de otra manera, una teoría crítica de la sociedad actual.

El surgimiento de movimientos contrapuestos y el nacimiento de poderes que controlan las masas, configuran las claves de esta singular obra en la que los signos, y esperanzas de racionalidad y sentido común se conjugan confusamente con visiones colectivas de decadencia, progresismo, destructividad y violencia totalitaria.

Visiones de una vida deshumanizada y socialmente humillada por el poder o los poderes imperantes. Y, por si fuera poco, todo ello conjugado con fenómenos de irracionalidad y regresión cultural propios de una sociedad rebosante de manías fantasmagóricas reconocibles como cultos. Manías que son fácilmente controlables y más fácilmente reducibles hacia esferas sociales y de convivencia que nada tienen que ver con la supuesta operatividad de la libertad de la voluntad; ni tan siquiera con la programada autonomía de lo que debería ser la libertad, contradictoriamente redefinida bajo presupuestos autonómicos derivados de la necesidad y del deseo interno, en aras de una ansiada analogía de contrarios existenciales y que bien podría estar fundamentada en postulados estrictamente imaginativos, los cuales nos hacen ver como si realmente fuesen la estructura interna de la identidad personal, apareciendo incluso con valores propios, considerados como específicamente humanos y que no son más que una interesada remodelación de los viejos estatutos de todo tiempo y de toda época para controlar la opinión.

Entramos así en la doblez, o en otra forma de suplantación o de impostura donde la verdad y la vulgaridad son la misma cosa; donde la formación y la información se confunden en un juego dialéctico sin principio ni final ¿acaso lo hay?; en fin, donde el saber y el sentido común son engullidos por los falsos espíritus que contribuyen a perpetuar la miseria de esa época. Es decir, entramos en una concepción social de lo antiestético, de la incultura y del aborregamiento. Poniéndose así de manifiesto una crisis de valores, de convivencia, de principios y de costumbres sociales (¿estamos hablando de ética?), provocando el surgimiento de una nueva forma social de percepción de la realidad, o de una pérdida de identidad cultural a través de una especie de pseudo-racionalización y empobrecimiento estético de la experiencia individual de la realidad, siendo el origen de una conciencia escindida y desdichada, propiciando al mismo tiempo el desarrollo de formas cada vez más violentas y primitivas de dominación social, en un vano intento de saltar hacia el horizonte utópico de una nueva organización social que configure los espacios interiores y exteriores de la existencia; construyendo, de esta forma, un nuevo sistema de valores, que es lo mismo que apropiarse de lo que está bien y de lo que está mal, del gusto, de las preferencias, del placer, de la felicidad, de la libertad, de la opinión, de lo justo…, de lo correcto.

Lo cultural y lo social devienen entonces en un empobrecimiento; la convivencia en un cierto orden caótico, la diferencia en un delito a perseguir, originando, todo ello, una sociedad dividida y perdida, altamente conflictiva, amenazada por sus propias fuerzas destructivas, e inundada por visiones cada vez más oscuras del porvenir. Una sociedad en la que los signos culturales y de convivencia se suceden sin solución de continuidad con los de destrucción, represión y manipulación del pensamiento. Personas, opiniones, libertades se destruyen y se transforman a capricho para satisfacer el orden establecido.

Son situaciones límite entre lo que somos y lo que aparentamos que somos. Entre el ser de una manera y al tiempo ser de otra. Entre el reconocerse a sí mismos como idénticos a otras personas o reconocer su mundo como idéntico a otro paralelo y distinto.

Personajas es la imagen, la representación, el simulacro de un posible futuro, en su sentido más fuerte, llevándonos a posicionamientos extremos en la convivencia; constituyendo, en consecuencia, una réplica de lo que podría llegar a ser nuestra sociedad actual, escindida, perdida, despistada, egoísta e interesada, convirtiendo esta misma realidad en la ficción de un espectáculo, en la irrealidad de la experiencia y de la vida. Una realidad, por otra parte, que aparece como la ficción de nuestro propio mundo. Desdoblamiento y suplantación. Es como mirarse en un espejo y ver detrás de él nuestra sombra, concediendo a la imagen reflejada, sin quererlo, un nombre, y a la sombra otro que, a partir de ese momento, nos suplantará.

Un mundo, o un espectáculo, da igual, que tratará de generar nuevos sistemas de socialización y modificación de la conducta, para así tratar de usurparnos día a día un pedazo de nuestra visión del mundo.

He llegado a preguntarme si los protagonistas de Personajas trataban de romper su presente para escapar de la mediocridad. Esta era una salida, qué duda cabe. Pero creo que no, que no es así.

Para mí, Personajas es la mentira que persiste en sí misma para desvelar y autentificar hechos tan decepcionantes como poco expresivos. Es la falsación de la cultura y del conocimiento, del individuo y de la libertad. Es tratar de revestir los hechos de sombras y artificios que no son susceptibles de parecer nada más que lo que son, sombras y artificios, hasta el grado de la inverosimilitud o la burla, atreviéndose, con el mayor de los descaros, a reclamar la cultura soy yo.

En Personajas, las proposiciones y los juicios acaban convirtiéndose en un ritual mágico y las palabras más exactas se transforman en un sentido familiar pero incomprensible en todo caso. El término revolución, el término democracia, el término paz, el termino educación, el término cultura, por no aludir a otros aún más densos carecen de sentido.

La dominación, el poder, la administración, el saber, la religión, la diversión, la cultura, el arte, el ocio, el conocimiento, la voluntad, la libertad…, han devenido la misma cosa: el orden establecido.

Lo grave de todo este montaje es que el ataque frontal a la cultura, me estoy refiriendo al ataque que hacen en Personajas, pasa por cultura. Un ejemplo claro de la demencia socio-cultural-progresista de los que nunca serán protagonistas de la Historia. Que esa demencia es pedantemente irrespetuosa con el conocimiento, algo a lo que nos tienen acostumbrados, pero se trata de un fenómeno más de esa razonable y previsible irracionalidad característica de esta peculiar sociedad perdida en el caos de unas libertades condicionadas.

Una sociedad compuesta por hombres y mujeres carentes de una dimensión interior capaz de exigir y gozar cualquier progreso verdadero de su espíritu. Todo viene impuesto por la autoridad, no hay que pensarlo, no hay que criticarlo. Es un pensamiento único. Son hombres y mujeres para quienes la autonomía y la espontaneidad es algo privado de sentido alguno. Sus prejuicios, si los tuviesen, tendrían un carácter meramente funcional.

Pero nos queda una esperanza, al fin y al cabo, siempre hay una esperanza. Es el Hado, es Fortuna, el Destino, el Sino…, son las Personajas, esa fuerza desconocida que habita en todos nosotros y en cualquier rincón de la cultura, y que nos recuerda, sin saber muy bien el porqué, que nos falta algo, que lo que hay no es lo nuestro. Un vértigo que arranca de lo más profundo de nuestro ser buscando lo desconocido, la libertad, la necesidad…, la complicidad. En fin, la utopía, la ilusión más que probable de construir una sociedad nueva recuperando lo que les habían robado. Una sociedad que reclame para sí una nueva conciencia. Se trata de hombres y mujeres que hablen una nueva lengua, sin sentirse por ello actores secundarios. Se trata de hombres y mujeres que se necesitan para ser lo que son: hombres y mujeres. Se trata de personas que hablen una lengua nueva, que acojan inclinaciones y gestos diferentes sin olvidar lo que son. Se trata de hombres y mujeres que hayan edificado en el interior de sí mismos una barrera natural opuesta a la crueldad, brutalidad, violencia, fealdad, corrección…, tan característico de los tiempos que nos toca vivir. Se trata de que nadie nos imponga cómo debe ser (complicado término para introducir aquí) el mundo en que vivimos, defendiéndonos contra la tutela moralista del estado y de la sociedad, abriéndonos un nuevo campo de juego a la libertad para el desarrollo de nuestra capacidad de conocer, de convivir, de realizar, de sentir, de progresar, de vivir.

Y es que, al fin y al cabo, no se puede borrar la Historia de un plumazo y pretender que nunca ha existido. El pasado siempre vuelve, es su terca e inexorable cadencia. Es su condición.

©Antonio Molleda

Espectáculo teatral representado por el Taller de Teatro Escolar del I.E.S. Navarro Villoslada.

Los escritores y directores de la obra son: Ana Artajo (que es también profesora del I.E.S. Navarro Villoslada) y Ion Martinkorena.

Departamento de Lengua Castellana y Literatura

I.E.S. NAVARRO VILLOSLADA

Calle Arcadio María Larraona, 3, 31008, Pamplona

Pamplonaiesnavar.teatro@educacion.navarra.es

Curso 2019–2020 Pamplona

Personajas, la obra al completo

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