Porteños

Admiro el porte de las gaviotas
Que orgullosas,
No saben inclinar ni sonrojarse — 
Cuando un sigilo las perturba
Del suelo al vuelo
Solo un vestigio pasajero.

Aunque
Si te olvidase, habría una parte de mí
Que osase los amaneceres
Como eremita.

Tendría ojos que no verían
Vida en el agua
Ni perenne estabilidad
En las montañas.

El sol vislumbraría tímido
Mi piel, olvidadizo y efímero
Posándose en cada canto
De este a su idea infiel
Universo casto;

Sonreiría como sin experiencia.
Pronunciaría palabras, salivas, gestos
Ajenos.
Pronunciaría cuerpos, obseso
Sólo por la vaga reminiscencia
De un aroma por mis fosas
En el olvido caído.

Queríamos ser el pasto de un prado
Terso, verde y emergente
Pero enlazados por lo bajo —
Así, profundamente.
Así como una raíz
Que no es familia, que no es sangre
Sin embargo constante país.

Fuese el aire que respiro
En una ahumada Torino.
Fueses la brisa matinal de Porto
En un alba de julio
En un alma que murió
Despaciosamente…