Un nuevo sistema

Julia Rendon
El Circulo
Published in
4 min readMay 9, 2020
En la muestra de Yayoi Kusama. Reino Sofía, Madrid.

Hoy te pude cargar para tu siesta. Como lo hacía cuando naciste. Volviste a dormir en mi pecho, te volví a hacer upa hasta que cerraras los ojos. Recordé lo esencial.

***

Hace tiempo que mi hija Vera, la más pequeña, no se dormía encima de mi pecho. Cuando recién nació, durante ese período que llaman puerperio, esos cuarenta días que yo estoy segura son, en realidad, dos años, lo hacía siempre.

La más grande, Uma, que no es tan grande tampoco, también lo hacía cuando nació. Las dos se apoyaban con una mejilla rozando la piel desnuda de mi camiseta que ellas mismas bajaban para poder sentir más.

Fue el día siete, creo. O quizá el nueve, no lo sé con exactitud porque los días de aislamiento los siento difusos. Vera se quedó dormida en mi pecho. Su carita tomaba toda la piel. Mi corazón latía fuerte por la incertidumbre o por el miedo y la arrulló para dormirse nuevamente ahí, como una recién nacida.

No la llevé a su cama. Me senté por no sé cuánto tiempo, una eternidad, o quizá segundos. Me senté y su mejilla estaba caliente y pude mirar su boca, su pequeña nariz. Sus pestañas gigantes, mucho más largas que las mías. Sin apuro, sin ganas de irme a escribir, sin ganas de levantarme, sin tener que hacer nada “especial”. En silencio estábamos cuando se acercó Uma, se sentó cerquita y puso su cabeza en mi hombro. Entonces pude sentir su sien, su cara también calientita, suave.

Y en esa eternidad o en esos segundos, sentí, obvio, amor, inconmensurable amor, desbordante, sin fin, indescriptible, claro. Y luego, enojo.

Estoy enojada con este sistema tan hombre, tan capitalista, tan patriarcal, que nos ha quitado esto.

El cuidar está puesto en el último eslabón de la fila, no te sirve ni para tu puto CV. ¿A quién le importa que seas una buena cuidadora?

Llámenme cursi, si quieren, pero no puede ser que se obligue a la mayoría de mujeres (yo no lo he tenido que hacer porque tengo millones de privilegios) a dejar a sus bebés de tres meses para volver a trabajar. Creo que ningún mamífero deja a sus crías antes de que estén listos. Sólo los seres humanos. Porque tenemos que volver a competir, darnos arañazos, piedrazos en las empresas. Excavar la tierra, matar animales como locos sin piedad, chupar medias de los jefes, cumplir un rol, ser enemiga de mi colega porque si no, no avanzo.

Nos han dicho que nos quedemos en nuestras casas. Lo doméstico, eso que el sistema ha relegado al último lugar, a lo innecesario, que no se paga y no sirve, ahora toma protagonismo.

Es mucho tiempo, dijo Donald Trump. Hay que salir a trabajar. Tienes que morirte trabajando en un Starbucks para no fallarle al sistema. Tienes que salir cuando tu bebé cumpla los tres meses, no importa si todavía toma tu leche, todavía quiere tu piel, o que tú tengas que encerrarte en un baño de la oficina porque la leche se sale y si te ven capaz no te dan la promoción que mereces. No: tú tienes que servir café. Y pronto, tienes que volver a servir café, no importa que se mueran los viejos, son menos personas a quien cuidar, con quien gastar el tiempo haciendo eso que no es importante.

Yo yo, ahora estoy enojada porque ahora me cae la ficha. Porque me doy cuenta que yo tan yo, he dejado de dormir a mis hijas en mi pecho, de poner sus cabezas en mi hombro. Porque he estado ocupada, he tenido que hacer cosas. Obvio que son importantes las cosas que quiero hacer, no estoy romantizando una maternidad especifica. Cada una vive su maternidad, o debería vivir su maternidad si la quiere (otra cosa que nos quita el sistema de mierda: el poder decidir si quiero ser madre y si lo quiero cómo maternar, cómo dar a luz, cómo sentir). Pero, sí creo que sin los cuidados que en su mayoría han sido realizados por mujeres durante todas las eras de la historia de la humanidad, nuestra raza ya no existiría.

Me atrevo a decir que el cuidar es revolucionario en estos momentos. Me atrevo a pensar que debe ser lo que rija en una nueva forma de vida que deberíamos construir. Y desde este enojo que, bien calibrado, puede lograr muchos cambios y muchas revoluciones, espero ser parte de la creación de un nueva sistema. Es demasiado necesario.

Ahora, me tengo que ir, tengo cosas importantes que cuidar.

--

--