21 y contando. Textos seleccionados. Día 17.

Día 17: DIÁLOGO SOSPECHOSO

Abre Whatsapp, Messenger o Instagram, y escribe un diálogo que empiece con el último mensaje que recibiste. Este diálogo debe mantener la tensión y debe hacernos sospechar de algo, sin que logremos adivinarlo hasta la última línea.

Con los diálogos que nos mandaron ayer recibimos una dosis de realismo puro y duro, una mirada en las grietas que se abren entre distintos tipos de relaciones humanas: matrimonios, noviazgos, amistades y filiaciones familiares. En la mayoría de los diálogos se buscaba entender algo o completarlo con una pieza de información que sólo nos era dada hacia el final.

Estos fueron nuestros favoritos:

Julieta Ballesteros

— Hay que averiguar cuánto cuesta.
— Yo no puedo salir. Hay policías por toda la cuadra. — asomándose por la persiana.
— Yo sé que no podés, nada podés.
— Ya, ya, me le bajás el tonito.
— Vos como no estás aquí sino cuando te da la gana.
— Trabajo, como trabajás vos. Dejá de estar culpándome como si fuera la única que vive aquí.
— Sí, pero lejos. Trabajás bien lejos como si fuera poco. Ahora te toca estar aquí y no podés dar la espalda, pero aun así no movés un dedo, ni siquiera podés salir para conseguir lo que necesitamos.
— Debe haber otra manera, si sale mal va a ser peor.
— Nada puede ser peor. ¿Ya viste a Lina? ¿Hablaste al menos con la psicóloga del colegio? Ella no aguanta más, ni yo. Tiene que acabar esto.
— Hay que esperar, sólo eso. Ser pacientes hasta que las cosas mengüen.
— Esperar, claro. — El tono irónico desconcertó a su esposa — . Esperar a que el Espíritu Santo se manifieste así como espero a que vos dejés de pensar sólo en tu futuro, en tus sueños de quinceañera y te parés por un instante a aceptar que esos años ya pasaron. Se nos va la vida esperándote, Sara.
— ¿Entonces qué hago? ¿Obligo a la policía que venga hasta aquí y se lleve al loco que tenemos por vecino y nos jode la vida? ¡Vos nos trajiste a esta casa! La he llamado cientos de veces y sabés que nunca va a llegar.
— Estar aquí, sólo eso. ¿Podés?
— Sí…
— Cuidá a Lina mientras vuelvo.

— Amor, — la miró melancólicamente antes de cerrar la puerta — tené cuidado. Buscarás al abogado, ¿verdad?
— No, Sara. Las ratas no se llevan a juicio, se envenenan.

Octavio Buelvas

- No me gusta –dijo Miguel-

- No le gusta hablar de usted mismo, ¿por qué no le gusta? –respondió ella-

- Me gusta hablar de otras personas, no de mí, por ejemplo, hábleme de usted.

- Usted pidió esta cita, si no quería hablar, ¿por qué la pidió? –replicó ella-

- ¿No sabe por qué? ¿No tiene ni idea de por qué la pedí? –le preguntó Miguel-

- Asumo que tiene un problema y quiere hablar de ello, ¿es así?

- Sí, es así, tengo un problema, y usted puede ayudarme. ¿Usted siempre tuvo el cabello negro? La imaginaba mas castaña –replicó Miguel-

- ¿Me imaginaba? ¿acaso nos conocemos?

- No personalmente, ¿y desde cuándo se hacen consultas virtuales?

- Desde que inició la pandemia. Discúlpeme, no le entendí antes, -añadió- ¿usted y yo nos conocemos de antes? –preguntó ella-

- No, no, pierda cuidado, no nos hemos visto ¿y esta atendiendo desde su casa?

- Sí, estoy ateniendo desde mi casa, me gustaría continuar, si esta de acuerdo.

- Sí, por supuesto. –respondió Miguel- tiene una casa muy bonita, que lindo el retrato del fondo de la pared.

- Gracias, es de mi esposo. Me gustaría que me hablara de usted, cuénteme de usted, algo, lo que quiera.

- ¿Es su esposo el del retrato? ¿o él lo pintó?

- Es el del retrato, por favor continuemos, cuénteme algo de usted.

- Bueno, soy un hombre tranquilo, amoroso, entregado, soy muy entregado, cuando me enamoro me entrego por completo –y añadió con la voz quebrada- por completo…

- Entiendo –replicó ella- ¿es una pena de amor? ¿es por eso que buscó esta consulta?

- No lo sé, por favor dígamelo usted, usted es la psicóloga, la doctora, la im-por-tan-te.

- Todos somos iguales Miguel, sólo quiero entender qué le pasa. ¿tuvo una ruptura recientemente?

- Miguel respondió entre sollozos -Sí-

- ¿Fue una relación larga?

- Ocho años –respondió Miguel- Ocho años… Es muy lindo el retrato, ¿usted pinta? ¿es carboncillo, cierto? ¿usted lo hizo?

- No, yo no lo pinté, no sé quien lo hizo, Miguel, escúcheme, usted pidió ayuda, sacó una cita virtual para que lo ayuden, yo puedo hacerlo, pero necesito de su colaboración, cuénteme qué le pasa, ¿por qué quiere ayuda?

- Porque quiero entender como alguien puede amar de mentiras por tanto tiempo –respondió Miguel-

- ¿Alguien lo amó de mentiras?

- Sí, me mintió, jugo conmigo, me hizo sentir especial, único, me hizo creer que todo era distinto conmigo, que yo era distinto, pero todo fue una mentira, tiene un marco muy lindo ese cuadro. –dijo Miguel-

- Veo que le gustan los cuadros, Miguel, veo que usted también tiene varios, ¿quiere hablar de pintura? –respondió ella tratando de encontrar un patrón en el lenguaje-

- Me fascina la pintura, es mi pasión, es mi vida, ¿usted tiene una pasión? –le preguntó Miguel-

- Sí, mi trabajo, ¿por qué le apasiona la pintura?

- ¿Su trabajo? Que triste, de verdad que triste, yo a usted la imaginaba tan distinta, tan radiante, tan llena de vida, tan excepcional, y es una simple mujer que le gusta su trabajo, sin ninguna pasión, sin ninguna razón aparente que demuestre que uno podría gozar en su compañía, que triste, que triste en

verdad…

- Miguel, es normal que los pacientes reflejen en su terapeuta la tristeza que puedan sentir por la situación que atraviesan –replicó ella- se llama proyección, pero créame, no se sentirá mejor después de decirme todo eso, al contrario.

- Yo no quiero sentirme mejor, ¡yo quiero morirme! –respondió Miguel-

- No diga eso –respondió ella-

- Ese retrato… parece tener un corazón -insistió.

- ¿Un corazón? Sólo es un rostro — ¿por qué piensa que tiene un corazón? –dijo ella-

- Sí, definitivamente tiene un corazón, ¿usted sabía que el carboncillo se usa desde las épocas del arte rupestre? Pero qué va a saber usted de eso, si usted es una pobre mujer sin sueños, sin pasiones, sin ningún tipo de atractivo, ¿usted nunca se ha preguntado, porque su esposo esta con usted? ¿qué le pudo haber visto?

- Miguel, ¿así se siente usted? ¿una persona sin sueños? –interrogó ella-

- No me estoy proyectando… ¡estoy hablando de usted! ¿es que no lo entiende? Qué va a entenderlo –reflexionó Miguel- si usted ni siquiera sabe que es arte rupestre, rupestre como el corazón de ese retrato, ¿cómo se llama su esposo?

- Se llama Efraín, déjeme preguntarle algo –aprovecho ella- ¿siente que todos los corazones son de piedra?

- No todos, sólo el de Efraín… -y colgó-

Laura Aguirre

18:50

— Lau, ¿Manuel por qué es tan odioso?

— ¿Cómo así, Julito, qué pasó?

— ¿No estás viendo lo que dijo de vos en el grupo? ¿eso es verdad?

— ¿Cuál grupo? no sé de qué me hablás.

— Ah, es que no ya estás ahí. Nada, olvidalo.

— No, no, contame que ya empezaste.

— Luego hablamos, que volvió a escribir.

20:07

— ¿Ya? Te leo.

— Mmmm, dejemos así.

— No, Julito. Si dijo algo acerca de lo que pasó anoche, seguro está mintiendo.

— Acabás de decir justo lo que él dijo que dirías.

— Ese tipo es un mentiroso patológico, no le hablés.

— A mí no me des órdenes, que yo no soy Manuel para que me manipulés a tu antojo.

— …

— ¿En serio creíste que te iba a durar tanto la farsa? ¿Que nadie se iba a dar cuenta?

— ¿Es sobre mi opinión sobre su viajesito?

— Viajesito, Julito… todo lo que considerás inferior a vos lo marcás con diminutivo, ¿no? No sé cómo Manuel se aguantó a una ególatra tanto tiempo.

— Ay, me lo dice el que no puede pasar ni un día sin contarme sus miserias. Al menos no me quejo todo el tiempo como vos o tu amiguito Manu.

— ¿Arruinar a los demás te hace mejor?

— Hice lo que tenía que hacer, los dos sabemos que no iba a dar la talla. Debería agradecerme. Prácticamente lo salvé.

— ¿Vos escribiste esa carta en su nombre?

— Ay, esa beca no era para él. Que se la den a otro que no haya dejado embarazada a la novia.