Lisboa
Tengo el recuerdo quebrado de una tarde iluminada por la espera, recorriendo las calles de la ciudad pequeña inundada de niños y viajeros.
Al cobijo de un pañuelo y del café de las cinco, esperaba que llamaras desde algún rincón de tu abandono.
Yo esperaba con el corazón atado, con la miel y el rumor de los sentidos, con la poca conciencia que deja el amor cuando vemos que se aleja.
Yo esperaba y nada más.
Y todo y nada eran lo mismo, porque no sabía si estaba llena o vacía de ti. No sabía si correr o sentarme a mirar un árbol. Buscaba en mi bolso un libro en el que refugiarme, para que no adivinaran que era una mujer llorando por dentro.
Se fue la tarde descorriendo ante mis ojos y acaricié la duda como a una vieja amiga. Entonces comprendí todo y nada, las dos caras de la luna. La cara oculta resplandece para quien puede asomarse a ella.
