Tierra de ámbar (Parte I)
Poemas íntimos para exorcizar fantasmas pertenecientes al libro Tierra de ámbar (Ed. Futuro, Venezuela 2001)
De tanto no verte
quizás desaparezcas
¿qué podré hacer entonces aquí?
abrazado al nombre de lo que eras
de lo que ya no serás.
Alberto Barrera Tyszca.
Si algo te queda de mí
los cuentos de Cortázar
el mapa de tus constelaciones
o el sabor a mi piel mandarina
tapa el hueco que dejaste en la pared
el espacio que ocuparon los cuadros
que te llevaste.
Es difícil
sentarse al otro lado
con los pies colgando
del Árbol de la Vida
intentando de nuevo
perder la mortalidad.
Aplacé todo lo urgente
en mi vida
como si el centro
no fuera tu sexo
ni el lunar en los labios
y todo acabara
en un enjambre de sueños
tirados en la almohada.
La duda
tener sed y reclinarse
sin descanso
en un pozo seco.
Si faltan las palabras
el espacio
encuentra los puntos
entregados al silencio.
Hago de mis manos
un nudo que aprieta las horas y los días
como un animal sediento de lluvia
retorciéndose en el descanso
y que lame sus heridas
a la sombra de la nada.
Hay algo que arde en la yerba
detrás de cualquier sonido
que evoque la risa que parte
y descansa en mi piel
sin prisa
recogiéndome el cabello
en la nuca.
La realidad
emerge como una isla
del océano de mis lágrimas
como una lluvia lisa
que cierra mis ojos sin querer
deseo saber oler y tocar
ver con mis ojos de lechuza.
Tu perfume taladra mi alma
parte las cosas que toco
envuelve mi boca
hacia la eternidad de tu cuerpo.
Espero que llegues
y me acuesto tarde
sin escuchar la llave
violando la cerradura
solo el silencio
golpea mi cama
y el corazón se esconde
entre las sábanas.
El sabor de tu enigma
en el espejo
cae a tientas
sacudido por el polvo invisible
como un niño desarropado.
Cubrí el espejo
con un pañuelo
para que no arrastraras
de mi alma al reflejarme.
Dos gatos negros
sin Ana
mirando el patio
en el aguacero.
Esa
piedra blanda
es espuma
vertida en el vacío
que se ríe
de su soledad.
Sopla el viento
me arrastra
queda tiempo
antes que caigan las hojas
la flor en el vaso
al límite de la decadencia.
Tomas la palabra
y alzas su cuerpo
hasta tu cintura
donde descansará
entre el vaivén de la sombra.
Recorro tus huecos
con los ojos húmedos
Insisto
no hay forma de desearte
sin obtener dolor a cambio.