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El Cubano Libre
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6 min readAug 5, 2022

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Por Claudia Samón

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“Me di cuenta que ser maestro es mi camino”

Expresó el profesor Pablo Juan Mesa Mendoza, quien participó en la campaña de alfabetización con 13 años de edad y a los 17 comenzó a enseñar Física, labor que realiza hasta hoy.

Pablo Juan Mesa Mendoza, con solo 13 años de edad, pidió ir a alfabetizar a la zona en que fue asesinado Conrado Benítez. Sus instructores dudaron de enviar a ese adolescente a un área tan infestada por bandidos, y el muchachito rubio, de poco más de un metro cincuenta, especificó: “Ahí es donde debo estar”.

Cuando Pablo Mesa inició el servicio militar lo enviaron a una base a preparase como profesor. No fue algo que él escogió _ Foto: Cortesía del entrevistado

Al conocerlo, nadie adivinaría la historia de ese profesor canoso y bajito, que anda a paso lento, cansado por su edad y cuyos ojos verdes se iluminan al sonreír. A la sombra de un árbol en el Instituto Preuniversitario vocacional “Hermanos Martínez Tamayo”, donde imparte clases de Física, narró en voz baja su tiempo en la campaña de alfabetización, las circunstancias que lo llevaron a ser profesor y la manera en que aborda su asignatura.

Recuerda que sus estudios fueron en un colegio católico de La Habana, con hijos de señores adinerados. Su padre, aunque ingeniero mecánico en una compañía norteamericana, apoyó la Revolución y pertenecía al Movimiento 26 de Julio. Cuando le dijo: “Pipo, yo me quiero ir con mis amigos del barrio a enseñar” él mismo lo llevó para Varadero. Allí comenzó su preparación.

Reconoce que su madre no estuvo muy a favor de su decisión, y fue sacado a escondidas de la casa por su papá con la excusa de ir con unos familiares a Camagüey. Se ríe al confesar que su mamá no supo dónde estaba hasta dos meses después de él llegar al Escambray.

A petición suya fue ubicado en El Naranjal, una zona cercana a Tinajitas, donde asesinaron a Conrado Benítez.

-¿Cómo eran las condiciones del lugar?

“Difíciles. Era una casa de guano y dormía en hamaca. Con el farol que me dieron antes de ir para allá alumbrábamos para dar las clases.”

Enseñaba a la señora de la casa y a su hijo de 15 años. Para ayudar a la familia con la que vivía aprendió a recoger café, tumbar manos de plátano y alimentar a los animales. También a montar caballo, el medio de transporte de la zona. A él le gustó, aunque al inicio le fue incómodo. Declara que a esa edad y con esas situaciones, “eso era una aventura”.

-¿Alguna vez sintió que su vida estuviera en riesgo?

“El campesino con el que vivía tenía un hijo miliciano y otro en las pandillas de bandidos del Escambray, a veces se acercaba a visitarlo. Un día el campesino me dijo: ʹSi sientes de noche ladrar a los perros y yo salgo, quédate dentro, que es mi hijo que viene y debo evitar el contacto entre ustedes para que no haya un accidente. Aunque ellos saben que tengo un alfabetizador en mi casa y no lo pueden tocar.ʹ De esa vivienda me sacaron, era difícil estar entre dos bandos.”

Pablo se estremece al recordar el miedo sentido cuando ya entrada la noche los perros ladraban mucho. Él mismo se autocontrolaba, se convenció de que no sucedería nada.

-¿Ha vuelto a contactar con alguno de ellos?

“Ya mayor, fui a Cienfuegos como inspector nacional de Educación. Una periodista avisó a El Naranjito que pasaría por allí. Cuando llegué, estaba todo el poblado reunido para verme. El compañero del gobierno local que me atendió era el mismo muchacho al que alfabeticé. Llevó a su mamá, ella aún conservaba el farol que le di en nombre de la Revolución”

La campaña lo ayudó a crecer y ponerse al tono de los jóvenes de su época dando el paso al frente. Le enseñó a tomar conciencia política de aquello que valía la pena defender.

“La campaña de alfabetización me enseñó a tomar conciencia política de aquello que valía la pena defender” _ Foto tomada por la autora

-Pero no fue su tiempo de alfabetizador la razón de hacerse profesor.

“No. Cuando recibí el llamado al servicio militar, me ubicaron en una brigada donde nos formaron como maestros de secundaria para las Fuerzas Armadas Revolucionarias. No fue algo que yo elegí.”

Fue el primer expediente de su año y lo enviaron para la escuela de cadetes “Antonio Maceo”. Tras ocho años pidió el traslado para la formadora de maestros “Salvador Allende”; allí sintió que se preparaban tanto estudiantes como profesores.

Pablo Mesa, al igual que su papá, quería ser ingeniero mecánico. Pero finalmente eligió la asignatura Física y hasta el momento sigue impartiéndola.

Recalca que le gusta mucho la materia que imparte. La encuentra interesante, pues explica todos los fenómenos y lo hace pensar. “Cuando tienes la posibilidad de hacer experimentos, te enamoras más de la asignatura porque lo que estudias lo ves en la práctica.”

“El problema de ser maestro es que uno al principio no quiere serlo, pero cuando empiezas a dar clases, intercambias con los alumnos y les coges cariño, te agarra. Eso fue lo que me sucedió a mí.”

Foto tomada por la autora

Un día se dijo: “si voy a ser maestro, debo tener un título que lo diga”. Fue para el Pedagógico a licenciarse en Educación, en la especialidad de Física.

Destaca que la didáctica y la metodología son necesarias para transmitir con éxito las clases a los alumnos. Él primero enseña la teoría y luego experimenta. “Siempre he tenido a mi disposición buenos laboratorios, y he compartido con claustros que gustan de la práctica tanto como yo.” Con el objetivo de amenizar el experimento para los estudiantes, lo planifica, prepara y ensaya antes de mostrarlo en el aula.

Este año es el número 52 desde que a los 17 empezó a trabajar de maestro. A pesar de los cargos ocupados nunca dejó la Física.

“Fui metodólogo municipal de Física en San Miguel del Padrón y jefe de metodólogos de la misma localidad. Luego me hicieron inspector nacional, ese trabajo me desagradaba, pues no impartía clases y duré poco en el cargo.”

Es tan fuerte el ímpetu de Mesa Mendoza que jubilado no soportaba estar sin trabajar. Después de mudarse para el Cerro desde Alta Habana se reencontró con Godoy, profesor del preuniversitario “Hermanos Martínez Tamayo” con el que había trabajado antes, quien le propuso ir a trabajar a esa escuela, donde necesitaban profesores de Física. No dudó en ir al centro escolar, fue aceptado enseguida. De eso hace ya siete años.

“Hubo una etapa en la cual pensé dejar de dar clases, pero me di cuenta que ser maestro es mi camino. Tengo 75 años y sigo trabajando.”

Foto tomada por la autora

Considera que debe retirarse. Padece del corazón, una angina de pecho, tuvo un infarto. Después de enfermarse con Covid 19 presenta problemas con la presión y falta de aire. Su familia le dijo: “Juicio político contigo, no puedes seguir trabajando” y aceptó. A veces debe faltar por turno médicos y por un problema de personalidad no le gusta.

“El médico me ofreció la baja inmediata, pero dije que no; pues yo termino el curso que empecé”.

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