Sentada en nuestro banco

Lorena Valenzuela Sousa
El desvelo tiene tu nombre
4 min readAug 30, 2017

Ayer regresé al banco donde te conocí. Me atrevería a llamarlo nuestro banco, si es que alguna vez tuvimos algo que verdaderamente fuera de ambos. Pero si me permites atreverme, si me regalas una última indulgencia, permíteme creerlo nuestro.

Ayer eramos sólo Cortázar y yo, perseguidos del recuerdo de ti y de ese día. El recuerdo de verte por primera vez, absorto en tus propios pensamientos, en un mundo creado en tu mente del que poco a poco me hiciste partícipe y a donde muchas veces llegamos a viajar juntos. El recuerdo de un encuentro que surgió de la espontaneidad de las horas, de la falta de planes y de prejuicios. Ambos salimos ese día a vivir, y fue la vida misma la que se encargo de encontrarnos. El recuerdo de tus preguntas indiscretas, de mis respuestas dispuestas y sinceras, de nuestras conversaciones sobre la vida, sobre nuestras vidas, como eran y como pensábamos que debían ser.

¿Qué tanto han cambiado tus ideas luego de haberme conocido? ¿Qué tanto han cambiado las mías? Cortázar me lo preguntaba ayer, y no supe como responder. No supe decirle si en realidad soy distinta a como era, o si es esta una versión más honesta y pura de quien siempre fui, pero me negaba a aceptar. De ti, poco pude responderle. Tú siempre has sido inexcusablemente tú, sin pretender ser más y sin disculparte por lo que dejas a tu paso. Por primera vez desde el día en que sentados en este mismo lugar decidimos darnos una oportunidad, deje de dar excusas por ti y dejé que fuera nuestro banco el que contará nuestra historia.

Si este lugar pudiera hablar, ¿Cuántas historias esta crees que contaría? ¿Cuántos secretos crees que se esconden y se callan en medio de sus hierros? ¿Cuántas veces habrá sido testigo de inicios sin planes y de desenlaces inesperados? Si nuestro banco pudiera hablar, ¿cuántos secretos crees que te confesaría? ¿cuantos de esos ya los conoces?

Posiblemente te confesaría que esa noche no llegue nerviosa, ni ansiosa, como muchas otras veces me pasó. Te contaría que llegue a la expectativa, y abierta a lo que fuere que esa espontanea noche había reservado. Pero así mismo te diría que cada palabra, cada pregunta, cada confesión, fue tejiendo un hilo de nervios inexplicable, uno que nunca logré sacudir, pero que nunca logré explicar. Nunca, esto es, hasta que meses después entendí lo vulnerable que me había vuelto a ti, a tus caricias, al calor que se sentía dormir en tu abrazo y la paz que vivíamos dentro de la burbuja que habíamos creado. Te confesaría que fueron esos mismos nervios que jugaron en nuestra contra, que me jugaron sucio cada vez que quise sacudirlos y ser quien tantas veces me pediste que fuera. Nervios producto de un miedo irracional a perderte. Irracional, entiendo ahora, porque en realidad nunca pierdes lo que no ha sido tuyo.

Posiblemente nuestro banco te hablaría de las lagrimas de rabia, de impotencia, y porque no, hasta las de dolor, que estallaron una vez se rompió la burbuja. Te contará cómo, por más que lo intenté, rompí mi promesa de salir a tiempo. Le pedí que no lo hiciera, pero a estas alturas, me dijo, ¿de qué vale guardar secretos? Indiscreto como es, posiblemente te contará también sobre lo difícil que se me ha hecho renunciar a quererte. Renunciar a la idea de un nosotros y conformarme con el consuelo de ser tu amiga. Te confesará que hay días más difíciles que otros, que hay momentos en los que cuestiono que tan racional es esta idea de poder sin querer. Te confesará que a veces la idea de dejarte duele más que la idea de quedarme sin tenerte. Te explicará porqué a veces me voy, aunque termine regresando, aún cuando tú ni siquiera lo notas.

Puede que se atreva incluso a decirte lo mucho que quiero que seas feliz, lo poco que entiendo porque no puede ser conmigo, pero lo resignada que estoy a que sigas tu camino sin mi, a que encuentres (si no es que ya lo has hecho) a quien pueda satisfacer eso que tanto anhelas encontrar… a que sonrías, a que descanses y te descargues. Con el único deseo de que por lo menos me lo cuentes, y que en tus nuevas historias logré yo por fin comprender qué era eso de lo que tanto me hablabas, que al parecer nunca tuvimos y que no logró subsanarse con nada más.

Eso que convirtió la historia que quiso contar nuestro banco en un triste recuerdo de burbujas que explotan, sin manera posible de reconstruirlas.

Originally published at https://eldesvelotienetunombre.wordpress.com on August 30, 2017.

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