Una carta de despedida

Lorena Valenzuela Sousa
El desvelo tiene tu nombre

--

Querido tú,

Tanto tiempo sin escribirte, que hasta había olvidado como deletrear tu nombre. Tu cara es diferente, tus gestos no son los mismos, pero tu esencia se mantiene inmutable. Ese hombre fuerte, luchador, protector, listo para cuidarme y salvarme de mi misma una y otra vez. Ese hombre que tantas veces he esperado y amado. Ese por quien tantas veces he llorado. Ese al que tantas oportunidades le he dado, no solo para amarme, sino también (y más aún) para romperme el corazón.

Eres y siempre serás el hombre de mis sueños. El que cumple con cada requisito de mi lista. El que me hace sonreír, el que me llena de ilusión, el me hace creer en un futuro lleno de aventuras, de batallas conquistadas y de noches en vela hablando sobre nuestros sueños y planes para conquistar el mundo. Ese hombre maravilloso, con el que no temo ser yo misma, soltar mis zapatos después de un largo día, vestirme con uno de tus t-shits favoritos para sentarnos en el sillón a simplemente disfrutar de nuestra compañía. Ese que me da escalofríos al sentir su mano acariciando mi espalda y el que con cada beso me confirma que todo va a estar bien.

A ti, mi eterno enamorado, tengo que decirte adiós. Despedirte duele, pero más duele aferrarme a la idea de la ilusión de ti. No eres real, nunca lo has sido, y es injusto pedirte que lo seas. Eres el producto de mis expectativas, de mis inseguridades, de mis deseos de que alguien haga por mi lo que yo no tengo el valor de hacer por mi misma. Eres mi esperanza de sentirme completa y plena, eres mi camino a la felicidad… y por tu bien y el mío, es ya tiempo de que te quite esa responsabilidad.

Te digo adiós porque te deseo, pero no te necesito. Te digo adiós porque es tiempo de ser mi propio héroe, de ponerme a mi primero, de ser feliz por mi, de ser completa por mi, de llenarme a mi y de caminar por este incierto trayecto confiada en que está bien no tenerte. Te digo adiós porque ya no quiero imaginarte, ahora quiero conocerte. Conocer tu versión real, la que también tiene defectos, la que viene con sus propias maletas y que ha caminado valles y montañas para encontrarse, y en el camino, encontrarme y elegirme.

Gracias por cada beso, por cada sonrisa, por cada aventura. Gracias por cada desprecio, por cada desilusión, por cada despedida. Gracias por cada lección, no sobre ti, sino sobre quien soy. Gracias por convertirme en esta versión más fiel, más pura, más autentica de mi misma. Gracias por mostrarme todo lo bueno que mi corazón es capaz de dar, y por generar en mi la consciencia de lo que nunca más estoy dispuesta a aceptar.

Gracias, ilusión mía. Deseo para ti un camino lleno de realidad, del amor que te mereces al lado de alguien que sepa verte como yo nunca pude. Que este mundo nos lleve por el camino que nos pertenece a cada uno, y que, si alguna vez volvemos a vernos, podamos reconocernos en la piel de quienes lo han dado todo por simplemente ser.

Siempre tuya,

YO.

--

--