Autobuses caraqueños. Notihoy.com

Mi vida en un bús

José Antonio Wilhelm
El Ego Crítico
Published in
6 min readJan 29, 2017

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Ya ni recuerdo la primera vez que tomé un bus, ¿es tan importante que rememore eso?, me precio de tener una buena memoria, pero no tanto para tener ese momento exacto, desde niño; y es el detalle importante, donde vivo llamamos así a los autobuses, si gusta llámelo dependiendo de su región y así seguimos bien, ¿sabían que el nombre viene del latín omnibus «para todos» y que un francés (Oui!) vendedor de sombreros tenía su tienda (Omnes Omnibus) en frente de la primera estación pública de carruajes en Nantes y tan conocido fue que llamaron a estos vehículos así? ¡Que loco no!, y sí, consulté un ratico Wikipedia, ese nombre no se generó espontáneamente, mi curiosidad me ha llevado a aprender más de lo que yo mismo pudiera creer.

¿Cuántas veces así como quien no quiere la cosa nos hemos atemorizado, dudado, hasta fastidiado de diariamente montarse (como ganados que van directo a un matadero) ya sea por trabajo o cualquier particularidad en estas unidades de transporte?, así nos toca a quienes no tenemos carro, eso incluiría bicicleta también, ¡cómo desearía una!, pero así es la realidad de la mayoría aunque para otros resultaría algo inconcebible.

¿Cuántas veces perdimos la dignidad (o a menos así siento) cada vez que corremos detrás de estas chatarras andantes? apurados, atrasados incluso, ¿cuántas otras logramos sobrevivir una hora, o el tiempo que se tome el chofer, parados y apretados entre una incontable cantidad de personas en un entren que caben más, un ruédense pa’ trás, hasta un espalda con espalda (en algunos casos con «r»), música a un volúmen que dejaría sordo a cualquiera, pegan unos «frenazos» que desafían la física y a un ritmo frenético tipo Máxima Velocidad (Speed) para que luego anoten en un puesto improvisado cuál profesional del volante va más a tiempo o no.

Los famosos “Banderitas”.

¿Seré el único o me quejo mucho?, ¿Acaso somos de plastilina?. Por ejemplo, meten a mil, no olvidemos los banderitas en un vehículo hecho para 120 y que el mismo vaya ya casi al borde de pegar a la carretera, ¿acaso tenemos ruedas?, porque eso de rodarse es casi una proeza para nosotros, como la del colector (especie de cobrador asignado por el chofer) quien se pasa cual trapecista en un circo entre esa grosera aglomeración humana donde si intentas rascarte le tocas el culo al que está al lado o si quieres acomodarte sólo un poco te recuestan sus partes sexuales, y no por gusto, aunque sí hay quienes disfrutan ¿les recuerdo la inhumana velocidad a la que van estas latas con ruedas?.

¿Qué hablar acerca de una peculiaridad de este medio colectivo? Las especies que surgieron y que aún surgen, otras se adaptan al mejor estilo darwiniano, ¿Cuántas veces presenciamos a esos vendedores que ofrecen sus productos a precio de «oferta» por motivo de una campaña publicitaria?, caramelos y otros dulces, jabones milagrosos, desparasitantes, bolígrafos, bisutería, tarjetas con mensajes de amor y pare de contar, ¿qué decir de quienes fueron rescatados de algún vicio (agregue ese u otro, hasta algún crimen) por alguna «organización religiosa» y solo piden lo que Dios y su corazón pongan en su mano?, una vez vi y oí a uno que maldijo a una señora porque no le dió nada, ¿no decían acaso lo que naciera de corazón?, ¿cómo olvidar a quienes piden ya sea para ellos o algún familiar por alguna dolencia física, enfermedad terminal, viejitos y otros no tanto con tumores que a la vista dan un asco inimaginable, ¿y dónde dejamos a los cantantes?, desde unos ya entrados en edad hasta más jóvenes que interpretan desde boleros, baladas, merengues hasta rap, hip-hop, entre otros géneros más, ¿se acuerdan de uno en especial que se golpea el pecho y piernas como si de un tambor se tratara mientras canta sus «piezas»?, ¿Qué habrá sido de él?.

No hace mucho presencié, unos chamos que pedían dinero para la urna de su hermano, no creía lo que mis oídos oían ¿y por qué habría de sorprenderme en este tiempo cuando creí que había perdido mi capacidad de asombro?, había escuchado en chistes esos casos, confieso que fue tanto el susto que les dí el dinero de una, y claro, lo que esperabas y menos te gusta, los ladrones, ¿y a qué loco le gusta que le roben?, ¿a quién no le asusta que le apunten con una pistola, con una cabilla afilada y oxidada para colmo?, sí, lo ví, y más cuando son niños que que realizan eso en un bus, ni me dí cuenta una vez que mientras subía a uno, bajaron y pasaron a mi lado dos jóvenes que pueden ser cualquiera, los mismos despojaron a todos los pasajeros de sus pertenencias, lloraba una señora a chorros, le habían arrancado una cadena de su cuello y un bolso, contaba que les preguntó el porqué lo hacían, ¡Señora, esto es la revolución!, así le respondieron y lo decía indignada.

Por supuesto, y no menos importante, todos con su respectivas presentaciones: ¡Buenos(as) días/tar(L)des/noches! acompañados de su ¡Gracias por(L) su Buenos(as) días/tar(L)des/noches! Aún si nadie haya dicho nada.

¿A dónde dejo las conversaciones que naturalmente se dan? Inevitable no socializar por un momento con ese extraño con quien compartes sólo unos centímetros de distancia y una pequeña parte de tu día, que si el clima está infernal, que si el gobierno es una mierda, que nada alcanza para vivir, que si el pasaje lo aumentan a cada rato, sumado a que los choferes cobran lo que les da la gana, que si valiera la pena montarse en estas latas oxidadas con ruedas pagarían con gusto, que si esto o aquello, por supuesto, contado de la manera más jocosa posible, ¿no dicen que al mal tiempo buena cara?.

¿Cuántas veces pasó que no tuve para el pasaje y quien tenía al lado tuvo la gentileza de pagarlo? Con consejos e historias de vida incluídos, son esas almas bondadosas, ángeles diría, en fin, buenas personas, ¿cuántas otras inocentemente no pagué por olvido o me hice el loco también en un arranque anarquista?, cuando uno se queda dormido ¿me olvidaría cuando en ese «sabroso» episodio casi me dejan en la Cochinchina?.

Autobús “colorido”.

Recientemente, observé como un «viejo sádico», y no hubo otra forma de definirlo, quien bajo los efectos de algún tipo de bebida alcohólica barata (o era lo que suponía en el momento) deshinibida y pervertidamente lanzaba palabras y expresiones que al oído de cualquier mujer fuertemente apegada a sus principios de auto respeto no aceptaría, se ofendería fácilmente y hasta una bofetada le daría, pero esto iba en especial a una que ofendida y asustada se alejó de él hacia lo último de la unidad, ¡yo no me calo eso!, ¡yo le doy un coñazo!, ¡ese lo que está es borracho!, decía la gente con asco, otros con risa durante la escena, un joven que estaba cerca del «personaje en cuestión» le decía que «respetara a la dama», el borracho respondía que «no era problema suyo», el público alebrestado pedía que pararan y le bajaran, así pasó y el joven que defendió la dignidad de la señora, haló del brazo del «viejo sádico» y lo botó del bus, mientras se alejaba el vehículo, veíamos cómo se reía y miraba extrañado, demás decir que hubo aplausos y risas entre el público y lógico, final feliz.

¿Cuántas historias más saldrán de estas unidades malignas a las cuales a veces deseamos que les pongan unas bombas y exploten mientras disfrutamos el espectáculo? ¿cuántas realidades entre risas, rabias y frustraciones seguirán moldeando sus puertas, asientos, tubos oxidados, sus espacios en general?, ¿cuántos personajes más surgirán?, ¿qué más faltará por ver y vivir dentro de ellos? y ¿qué más faltará por decir?.

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