Dano se conoció con Colombia en un conciertazo lleno de rap

Como parte de su gira de Istmo, el argentino-español presentó en Medellín su repertorio y dio un concierto de alto nivel. También hablamos con él sobre la experiencia de gira, al final de la nota.

Santiago Cembrano
El Enemigo
11 min readJul 1, 2019

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Todas las fotos por Maco Maat

Retumbaba como un mantra, tatuándose en las mentes de los que lo repetimos una y otra vez a lo largo de la noche: “No DJ, no show”. Se gritaron muchas cosas en el concierto de Dano en Medellín, pero esa destacó: él hizo énfasis en la frase durante su presentación, que fue también — como suelen serlo los mejores conciertos de rap — un comentario sobre como él entiende el hip hop, un homenaje a la cultura. Y esa era una de las premisas principales de la ocasión, que Dano se esforzó en recalcar en varias ocasiones para que no quedara duda: en el hip hop, sin DJ no hay show. Así de sencillo, así de importante.

Dano, argentino que reside en España desde su infancia, se presentó por primera vez en Colombia el viernes 21 de junio de 2019. Bombay fue el venue, Medellín la ciudad. Era una cita pendiente: toda la década había pasado y Dano había mostrado ser uno de los raperos más importantes de la lengua castellana. Desde que empezó, junto con su colectivo Ziontifik, marcó la diferencia en el rap español, tanto musicalmente como por su propuesta visual y estética. En 2012 nació Equilibrio, todo producido por Emelvi; en 2017, Braille, su aproximación al trap, producido por $kyhook; hace unos meses, Istmo, casi todo producido por él, un larga duración que captura lo que para Dano es el rap y la razón de la gira que había emprendido por América Latina. Esta lo había llevado a cambiar su nombre en Twitter a Jet Lag God, sumando más conciertos que horas de sueño. Y al fin llegaba a Colombia por primera vez.

Estos proyectos, junto con sencillos y colaboraciones, habían exhibido su escritura enigmática de asociación libre, su afiliación a un estilo de ser y vestir, su identidad, su talento. Pero faltaba la prueba de fuego para el público colombiano: el formato en vivo y en directo, cuando las papas queman y hay que sortear mares alevosos y dificultades imprevistas. Y a las 11 de la noche del viernes el campo de juego estaba inclinado hacia arriba: durante el show de Invisible Records, colectivo de Medellín que abrió el show organizado por White Hat, varios de los presentes los miraban desde lejos, otros estaban afuera frente al local, fumando y tomando mientras pasaban el tiempo. En general no había mucha gente, algo ya vivido recientemente con conciertos internacionales como MDE Click o T&K. Pero los que estaban — cerca de 100 personas al final — estaban expectantes, mientras Dano tomaba un ron en la barra y esperaba su momento.

Como una luna que altera el movimiento de la marea, Dano subió a la tarima sin mayor ruido o anuncio y empezó a cantar “Equilibrio” del EP homónimo y la pequeña masa de gente corrió hacia el frente de la tarima. “Soy una rata, un pobre por decisión: porque morir haciendo esto es mi religión” rimó Dano para concluir el tema y desató el coro de “heeeey oooooh heeeey oooooh”; los presentes aceptaron la invitación con ganas y la energía subió a un punto alto: fue un inicio contundente, golazo al primer minuto, Dano no estaba jugando. Se acercó a la base del micrófono y activó, en una tableta, el autotune para su voz. VHS, quien fungió como el DJ durante la presentación, dejó ir el beat de “Bellagio”, que fue bien recibido con hurras y palmas. Las inflexiones melódicas le dieron un color nuevo a la canción — que hace parte de Braille, uno de los mejores proyectos que se han creado de trap en español — , añadiéndole un valor interesante a su versión en vivo. Unos saltando, otros cantando las barras: “si oyes pasos en el jardín, protege tu cuello como Wu-Tang”.

Dano agradeció la oportunidad de poder presentarse en Colombia, algo que deseaba hace años y no había podido cumplir. Les hablaba a las personas que lo escuchaban, pero también a la vida y a la música, incluso a él mismo. Entonces sonó “Albatros”, la primera de Istmo, y el pequeño pero contundente público le hizo los apoyos, celebró las barras y cantó el coro. Mientras los drums de la canción noqueaban incautos y la gente repetía “deberías hacerte caso más a menudo”, él sacudía la cabeza, entre feliz e incrédulo, absorbiendo el momento y las vibraciones. Estaba demostrando sus galones como intérprete en vivo: su estilo corporal y vigoroso sobrepasaba el escenario. Rapeaba como ejecutando un arte marcial y como purgando algo oscuro y esa misma energía, rap como salvavidas, la evocaban quienes lo escuchaban, que cantaban no desde la memoria sino desde las vísceras.

Mientras hablaba con VHS, contó que había preparado un tracklist especial para ese día. Llegó “Christopher Lambert”, otra vez con unas baterías asesinas, otra vez con confesiones dolorosas: “Tapo mis miedos con papeles finos como actores buenos, adormeciendo los males que adolecemos”. Entonces habló del productor Halpe y de su talento y juventud y empezaron a sonar los primeros compases metálicos de “Águila del Desierto”; la gente sabía que se venía un temazo antes de que Dano cantara y se revolvía en su lugar y apenas cayó la caja todos fueron movimientos eléctricos, sacudidas y rimas: “Lacoste por la face pa’ mi hermano”. Dano, rompedor, clavaba cada rima con precisión y potencia, pero sin perder el control: estaba siendo una gran presentación.

Comentó, cansado y satisfecho, que cuando iba a ir a Ecuador tuvo problemas con su pasaporte y estuvo a punto de cancelar toda la gira. Pero se fue a España para solucionarlo y volvió y ahí estaba. La siguiente canción había sido creada a partir de un sample de Bobby Valentin, a quien había aprendido a apreciar por su padre: entraron las cuerdas de “Oro Entre los Puños” mientras le ofrecían un porro desde la primera fila, que rechazó cortésmente. El impacto emocional de la música de Dano se revelaba como fuerte en la medida en que los asistentes celebraban las rimas como si fueran la historia de su vida, las habían interiorizado. “¿Qué queda por decir si sabes que ya no ganas? Nunca supe escribir el kanji de ‘sayonara’”. Pidió ruido para $kyhook, el productor maño de Braille, y activó el autotune para “Tiramillas”, otra de trap que le agregaba dinamismo a la presentación. Y otra vez: “No DJ, no show. No DJ, no show”.

Mostrando todo su rango, escupió a capella su verso de “Aleluya” de DJ Swet. Fue brutal: rimaba unas milésimas de segundo más lento de lo normal, enfatizando las palabras, retiñendo las barras, aprovechando el formato à la spoken word. Pasaría lo mismo minutos después con el a capella de “Bienvenido a Buenos Aires”. La forma en que recitaba las líneas hacía sentirlas como parte de un rito espiritual, como parte de algo mágico. Una chimba, como lo fue también “El Igloo”, de Istmo, con un beat entre nostálgico y durísimo. El cenit de la canción llegó con el coro: “Si vienen a buscarme con antorchas los espero, yo vivo en un igloo como macarras noventeros”. Me permito una hipérbole porque así se sintió: no hubo un alma en Bombay que no lo cantara con ímpetu. Si la sala se sentía llena era porque el hip hop estaba presente. Ustedes saben como se siente, esa presión curiosa en el pecho que se sincroniza con los bombos o el bajo, esa emoción encendida que llega con cada barra.

Explicó que con la siguiente canción había querido hacer un video en la que un Mercedes Benz surcaba una autopista y la cámara se concentraba en las ruedas en movimiento. Una pequeña muestra de su visión cinematográfica, que también se ve reflejada en las imágenes superpuestas de sus letras. La canción era “De la Mano”, de Istmo y su interpretación fue nítida. Muy bueno el directo de Dano, por eso puede hacer una gira por un continente, porque es capaz de alcanzar el potencial de sus canciones y de subir la energía a tope de los que van a verlo; así no conozcan todas sus letras, cada tema se disfruta. Rapeó unas barras sobre un beat noventero y habló de Rels B, quien probablemente estaba en un avión privado sobrevolando Groenlandia, para cantar “35 Grados”, su colaboración en Istmo.

Tomó un respiro y preguntó cómo estaba el ambiente, si seguía o se emborrachaba, si seguía o se fumaba un bareto. Siguió con “Iman”, su colabo con Niño Maldito. “No quiero pedirte nada, prefiero pedir monedas (…) Compadre, no te confundas: mis negros son bibliotecas”. Luego llegó “Gold Chains”, su colaboración en Istmo con N-Wise Allah. Una canción llena de códigos, solo para los que lo entiendan; eso también es el rap: un argot. Una vez más, el público leal y comprometido a lo largo de todo el puto show gritó el coro: “Mi nombre diez veces en el top ten”. Por cierto, ¿cuántos MCs pueden hacer canciones con Rels B (un R&B cálido y amable) y N-Wise Allah (demasiado rap) en el mismo disco? Muy versátil, Dano. Y una vez más llegó el mantra mientras Dano reconocía el trabajo de los que se suben de primeros a la tarima y bajan de últimos, los creadores de la cultura: “No DJ, no show”.

Tras contar que esta la había escrito en un momento jodido y volver a agradecer la oportunidad, cantó “Arriba”, quizás la más destacada de Equilibrio; barras que pueden ayudar a que la autoestima suba, que echan una mano al caído. “Suenan las campanas, vienen a buscarme”, rapeó antes de pedir en el coro nada más que una oportunidad para llegar arriba. Fue un momento bello, lleno de sentimientos que afloraron conforme iban deslizándose las sílabas en los labios del público. Dano agradeció, evidentemente conmovido él mismo por el impacto que sus barras tenían en la gente, por la recibida que tenía en su primera visita a Colombia. El sample vocal japonés de “Lejos” entró y el ambiente introspectivo y profundo se mantuvo en uno de los temas más destacados de Istmo. “Quitaron las campanas de lo alto de aquella iglesia, no van a venirme a buscar”, rapeó, ilustrando todo lo que ha cambiado desde Equilibrio, lo que ha tenido que dejar atrás en su paso hacia los treinta, en la transición. Istmo, después de todo, también es un disco sobre las pérdidas y lo que queda rezagado, sobre la fragilidad de los triunfos, sobre cómo reconciliarse con los golpes, sobre lo que de verdad importa.

Dano preguntó si conocíamos a Steve Lean y, ante la tímida respuesta, pidió que, cuando llegáramos a casa, Google that motherfucker. Lo había hecho antes con los demás productores de sus canciones, como con Edac Selectah en el caso de su verso de “Todo Llega” de Me Cago En Tu padre: no estaba solo en la tarima, también representaba a los suyos. Pidió kilombo, que la gente que había tenido una semana de mierda rompiera todo y entró “Saturno”, aunque no tuvo una gran acogida, al ser una joya oscura del amplio catálogo de Dano. Entonces puso su micrófono entre sus piernas para poder volver a agradecer y aplaudir al público, que le correspondió generosamente: “Es un puto placer que mi música me traiga hasta aquí”, dijo. Y estalló la última canción de la noche, “Collabo con Nas”, en un pequeño pogo. Desde la tarima, Dano saltaba. Su gorra cayó y reveló su fade mientras sus gafas oscuras chocaban con el pecho de su polo Lacoste. “¡Dime, dime dónde está (dónde está) mi puta collabo con Nas, mi puta collabo con Nas!”.

Un final alto para un show altísimo: Dano llegaba con la reputación de ser uno de los mejores del rap en español y ratificó ese estatus con un show en directo brutal, que inyectó nueva vida y dinamismo a las canciones conocidas y que hizo atractivas otras menos. Fue un directo de alta factura. Dano logró mantener la energía y compromiso del público en todo momento, con cada rima y con cada movimiento en tarima. Su nivel como intérprete en vivo es proporcional a su nivel como rapero. Al final, mientras decenas hacían fila para saludarlo y tomarse fotos con él y otros salían a fumar, la noche se fue difuminando.

Aprovechando el final de la gira de Istmo, le pregunté a Dano sobre cómo había sido toda la experiencia. Acá va la conversación:

¿Cómo te fue en la gira? ¿Qué aprendiste? ¿Cuál es el balance?

La gira muy bien, muy divertido. Una experiencia muy linda. Aprendí… bueno, recordé lo que recuerdo siempre y no aprendo nunca y es no confiar en nadie, trust no one. Yo voy solo, no voy con manager ni con DJ, ni con corista, voy solo por ahí. Trust no one. El balance es positivo porque yo soy una persona que saca lo positivo porque disfruto de los lugares, disfruto viajando y disfruto las cosas. Otro tipo de persona diría que es un balance negativo porque toda la gente es un desastre, los promotores son un desastre… todo eso.

¿Cómo ves la escena de conciertos en América Latina y por donde pasaste? ¿Qué te gustó? ¿Qué te sorprendió?

La escena de conciertos en América Latina es bastante precaria todavía para artistas de un nivel bajo o medio, como es el nuestro. Es decir, artistas que no mueven miles de personas todavía. Es muy precario y amateur. Falta voluntad de profesionalidad. Llegará con el tiempo pero hay que presionar para que ocurra. No quiero que quede como una sensación negativa, como de cascarrabias, sino como una movida objetiva: es así, es lo que hay. No se hacen mejor las cosas porque nadie las ha hecho mejor que las que están, que las hacen como quieren. No hay competencia y la competencia lo que genera es que mejoren los competidores; eso no ocurre. Pero poco a poco. Para mí, personalmente, con la música que hago, poder viajar y estar ahí es increíble.

Me gustaron los lugares, la gente, poder pasear. Eso es lo que me gusta. Medellín me sorprendió mucho, Panamá me sorprendió y no vi nada. Ecuador también me gustó. Pero sí, sobre todo Medellín y Ecuador. Ecuador está dolarizado, muy limpio todo.

Ya tiene casi seis meses Istmo en las calles ¿Cómo ha sido recibido? ¿Cómo has recibido tu lo que ha pasado?

El recibimiento de Istmo ha sido increíble. Estoy muy contento, he sido muy afortunado. Nunca en mi vida pensé que un disco de rap así tan deep iba a funcionar así. Yo hice una jugada para captar la atención durante los años anteriores para redirigirlo a eso, pero no pensé que fuera a funcionar así. Nada más que agradecido, feliz: blessed.

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Santiago Cembrano
El Enemigo

Autor de ‘La Época del Rap de Acá’ y ‘Normas Rappa’ // Antropólogo. Escribo de rap, música y cultura.