“La Agrupación Changó le manda ¡un saludo desde la perla del pacífico!”

Hablar de músicas del pacífico, es hablar de muchas, muchísimas cosas, que tocar superficialmente puede ser hasta irresponsable, pero tocar a fondo tomaría mucho, muchísimo tiempo. Una de las más importantes es la resistencia que trae consigo el seguirles apostando hoy por hoy. Una que Changó lleva como bandera.

Sara Sofía Rojas
El Enemigo
7 min readAug 18, 2020

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Un tríptico del Instagram de Changó

Como introducción a esta, que es sólo una de las muchas historias que nos regala el pacífico colombiano, un pequeño recorderis: las comunidades que lo habitan, en su mayoría negras, están conformadas por gente que llegó a través de Esmeraldas en el Ecuador y Cartagena y trajo consigo su religión y la música de marimba, que aquí se mezcló con ritmos de los indígenas que habitaban esos territorios. Es de ahí que nacen un montón de ritmos: chirimía, bunde, currulao, abozao, alabao, berejú, juga, arrullo, adoración, torbellino, bambuco viejo y más. Por eso, y de entrada, se me hace tan difícil hablar de “músicas del pacífico” porque cada una de sus regiones (Chocó, Nariño y Cauca) tienen sus ritmos con diferentes variaciones. No siendo, por ahora, mucho más. Empecemos.

Wisman Tenorio vive en Tumaco y es el director de la Agrupación Changó. Después de saludarme, lo primero que me dice es que todos están escuchándome, me tiene en altavoz y luego de eso me gritan: ¡Holaaaaaa! Están en San Andrés de Tumaco. Los cogí en ensayo, justo ahora los retoman con todas las de la ley. La música hace parte de un contexto tan espiritual y de memoria de todos los que están allá reunidos con él, que agradece, después de tanto tiempo, poder volver a ellos.

Cuando digo, y me dice Wisman, que la música es su vida, no miente. Es algo que ha estado siempre ahí. Es parte de su herencia, de su patrimonio y sus tradiciones, es parte de su río y de su pueblo. “Mis abuelos eran músicos, mi familia es música. Aquí respiramos, almorzamos y merendamos músicas tradicionales”.

La historia de la agrupación que lidera, se remonta a inicios del 2000, cuando en Tumaco llegan por esa época al municipio los cultivos de coca, y con ellos el fortalecimiento de las guerrillas. Todo ese proyecto nace con el deseo de recuperar y reapropiarse de sus tradiciones, en cuanto a la música y otras manifestaciones culturales, como las fiestas. Esas que de a poco y con la llegada de la violencia y el desplazamiento, simplemente dejaron de hacerse. Ese sentido de apropiación por esas fiestas y músicas, que más que eso eran un recuerdo presente de su pasado en África, se había perdido.

Wisman Tenorio

Wisman hace parte de esos líderes que se pararon firmes ante la violencia en el Valle, el Cauca y en Nariño. Y es que uno puede pararse firme desde frentes más importantes, influyentes e incluyentes, que los que a uno le venden cosas como la política. No por nada la resistencia, y más que resistencia, la re-existencia a través de las artes y la cultura, suele verse amenazada en territorios abandonados por el estado, como los del pacífico colombiano.

El silenciamiento a través de la violencia ha sido una estrategia para el control de la sociedades, y más en este país. Cuando cosas como las tradiciones musicales persisten en el tiempo y a través de las generaciones en escenarios como estos, lo único que hacen es dar cuenta de un cúmulo de luchas. Además de materializar la existencia de esos otros en un escenario “multicultural”, del que se ufanan los estados, pero por el que no se hace mucho. Re-existir entonces, como músico, gestor, sabedor y líder en el pacífico colombiano, es simplemente existir, y usar esa existencia como forma de resistencia frente a la realidad.

Esa resistencia, y en especial en el caso de Wisman y la Agrupación Changó, hace frente claramente a la violencia. Así como también a otros ritmos que se han impuesto en el territorio y a diferentes sinsentidos culturales, como ese de que sólo los mayores pueden tocar músicas tradicionales. Algo que podía verse con cosas tan simples como que en las casas, los instrumentos solían guardarse en lo más alto, sobre vigas para que los niños no pudieran alcanzarlos.

“Changó se crea en un momento en que reina el reggaetón. La música tradicional era para los sabedores. Cuando empezamos a tocar nos decían que estábamos locos, que eso lo tocaban los adultos, sin embargo, y desde donde pudimos, siempre hicimos resistencia”.

Un día, una sabedora le dijo que ese conocimiento ancestral y musical estaba ahí para hacerse mejor, y que el día que hiciera algo propio, nadie iba a poder reprocharle nada. Así fue. Changó se convirtió en el primer grupo joven que montó la marimba en diferentes escenarios durante el furor del reggaetón, por lo menos en Tumaco, siguiendo el legado de agrupaciones como Perlas del Pacífico, se convirtió también, en un referente para los jóvenes del municipio.

La portada de Facebook de las Perlas del Pacífico

Lo que diferencia a Changó es la investigación, ese aprendizaje constante del rescate ancestral teniendo en cuenta la memoria histórica de su comunidad y de la interpretación de sus músicas. Más allá de la agrupación, empezó siendo una fundación, eso hace ya 16 años. Hoy tiene 3 frentes de acción más: las escuelas municipales de formación en música, marimba y cantos tradicionales, las escuelas de formación juvenil “Changó”, y el laboratorio para la investigación de las músicas del pacífico “Berejú”. Su misión, volver los ojos sobre las tradiciones musicales del litoral pacífico nariñense, recopilando y reconociendo las manifestaciones culturales tanto morales, como espirituales y musicales de la música de marimba, que han sido invisibilizadas durante años. A la par del desarrollo etnoeducacional.

Si bien, la amplitud cultural del pacífico colombiano ha permitido que varias de sus músicas sean conocidas en el resto del país, también ha hecho que otras como las del nariñense hayan sido, y sean aún hoy, poco conocidas en el centro, y para no irnos tan lejos, en Cauca y el Valle también. Así que para posicionarse, Changó hizo su primer disco pensando en que los que no entendían lo que hacían, los escucharan, “grabamos música tradicional desde la academia, todo muy limpio. Con arreglos occidentales porque entrar con lo ancestral de primero, no funciona”.

Es verdad, Legado Ancestral (2014) suena bien, pulido y pulcro, tanto que llega a sonar monótono. Es importante, sí, y de una u otra forma recupera esa ancestralidad de su música. Sin embargo, es en Berejú (2020), en donde cada uno de los elementos meten a quién escucha al territorio, y en donde podría decirse también que Changó, de la mano de Iván Benavides (Llorona Récords) y Discos Pacífico, se acerca de forma un poco más sincera a uno de sus principales propósitos, el de hacer música tradicional desde dentro, desde la selva, en donde es el pan de cada día.

“Ha sido precisamente esa ‘volteada de torta’, la que desde el 2014 nos ha hecho merecedores de diferentes reconocimientos. Y nos permitió pasar de Asía a los Estados Unidos, a ver el mundo más allá de la guerra”.

Esa es también una de las cosas que más rescato de lo que es la agrupación hoy, que refuerza eso que alguna vez aprendiendo música aprendí yo también, cuando me pusieron a hacer antes de “entender” (en un sentido meramente académico). Cuando me dijeron “Bienvenida a tocar antes de leer. Eso que a un músico no le enseñan, a sentir antes que a entender”, y que ha sido importantísimo para la forma en la que veo la música.

El ejemplo más claro de ese sentir está en las músicas tradicionales colombianas, que muchas veces no caben en lo que ya está establecido. Esas que re-existen a sinsentidos culturales, a estigmas, a la violencia, y a la academia, que por mucho que nos haya traído, poco nos ha permitido gozar cómo se debe de mucha de nuestra música.

“En nombre de Changó que nace en el poder, la espiritualidad, las vivencias, y el reconocimiento de la ancestralidad y la cultura, agradecemos que nos haya escuchado. Escuchar es empaparse del pacífico, es ir en canoa por nuestros ríos y en lancha por nuestro mar. Desde aquí, e invitándola a comerse un tapao’ de pescao’ en Tumaco, se despiden los jóvenes y niños conmigo”, y ahí sonrío, y así como me saludaron me gritan todos para despedirme: ¡Adióooooooos!

En ese momento volví sobre el hecho de que lo que escuché yo, lo escucharon todos los que estaban con Wisman allá en Tumaco. Esos niños y jóvenes de la agrupación que se han convertido en referentes de vida en la región, le escucharon al mismo tiempo que yo, que “de la cultura se aprende hasta que uno se muere, entonces les queda mucho que aprender”, y que todo eso que saben no es sólo suyo, sino de su comunidad.

No en vano hoy se recorren el pacífico dando talleres y apropiándose de diferentes iniciativas para rescatar la memoria de la que su maestro, de escasos pero muy bien vividos 33 años, les ha hablado tanto. El legado de esa marimba de chonta que viene de lo que en algún momento se llamó la Hacienda del Gran Cauca, que iba desde Esmeraldas en el Ecuador, pasando por San Andrés de Tumaco, y acabando en Buenaventura y el Chocó. Recordándonos que la historia del pacífico es una sola, la de África, la de su música y sus diferentes lenguajes.

A Changó lo pueden escuchar acá:

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Sara Sofía Rojas
El Enemigo

Periodista Cultural / ¡Bienvenidos a mis textos, y a mi cabeza y corazón porque dejo mucho de eso en ellos! / Cuando pongo salsa, dizque “La Nena Magdalena”.