¿Quién carajos es Aria Vega?

Una barranquillera hace música accesible pero auténtica, que mezcla todo lo que el mar trajo a sus orillas. Llámese fútbol, feminismo, Kanye, Los Diablitos o Karol G.

Juan Diego Barrera Sandoval
El Enemigo
14 min readApr 30, 2024

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Fotografía de Cristobal Velásquez.

Hace un par de meses, Aria Vega entregó las llaves del apartamento que tenía arrendado en Medellín y volvió a Barranquilla. Pero, realmente, siempre ha estado desandando los pasos con los que se distanció del Caribe. Lo ha hecho siempre, como hace su música: en medio de una balada pop electrónica aparece un motivo acordeonado, distante, que se va acercando al oído como el regresar a una fiesta luego de ir por un trago o una historia.

En otras canciones, un coqueteo al ritmo de guacharaca pierde el control. Todo acelera, se apaga la luz y parpadean luces neón al ritmo de beats de drum and bass intercalados con coros de dembow, que le anuncian al cerebro el fin del día, el paso del dicho al hecho si te atreves.

En otro tema — LA SALSA — , se anima a abordar el trauma colectivo proveniente del feminicidio de Yuliana Zamboní con una salsa que, como muchas otras grandes de su género, deriva la fuerza de su mensaje de la mezcla entre sus palabras y la contundencia de su instrumental.

En esta duodécima edición de la serie “¿Quién carajos es tu artista emergente favorito?” recorremos la vida y la búsqueda de sonido de Aria Vega, una barranquillera que es autocrítica de su inicio en un sello major y que optó por la independencia. En su música, escucharán una manera muy particular de emplear léxico costeño en pop y reguetón, y una apuesta única en el país que busca construir narrativas sonoras desde una visión de collages que incluyen desde referencias a Kanye West, Rihanna o Frank Ocean hasta Kaleth Morales, Los Diablitos y Karol G.

Malviaje es el estreno más reciente de Aria Vega

Nivel 0: Aria antes de ser artista

Mariana Padilla Pérez Campo Vega nació en Barranquilla, el mismo día que Lucho Díaz y Egan Bernal: el 13 de enero de 1997. Hay mucha consciencia de la relación propia con la tierra en la carta astral de ese día, y es esa la magia en las gambetas mordaces del guajiro o en las piernas repicantes del escarabajo.

En el caso de Aria, se untó los pies de magia parándose sobre los empeines de su abuelo, que luego la mecían al compás. Así, en medio de su sala, le enseñó a bailar porro y vallenato, y Aria recuerda cómo él se sentaba en las tardes sobre un sillón de su casa barranquillera, con un whisky, a escuchar su colección de vinilos, discos y casetes.

“La herencia más bonita que me han podido dejar. Tenía desde discos de salsa, como los del Joe Arroyo, hasta música setentera u ochentera en inglés que estoy segura de que no escuchaba pero conservaba. Incluso discos de Menudo tenía por ahí. Yo empiezo a escuchar esos vinilos y pienso en mi abuelo escuchando esa música. Me dan ganas de llorar porque obvio, lo extraño, y porque siento que fue esa persona que me inculcó y me hizo amar la música”.

Posiblemente por imitación fue que adquirió un poder que la hizo destacar desde pequeña. “Una profesora del colegio organizaba los coros para las presentaciones. En algún momento me puso a cantar y de una me reclamó ‘¿tú por qué no me habías dicho que tú cantabas?’. En adelante me daba solos. A nadie más le daba solos. Yo tenía unos cinco o seis años cuando me empezó a dar ese protagonismo. Y así lo empezaron a ver los padres de familia, incluyendo a mi mamá”.

Fotografía de las redes sociales de Aria Vega

“Cuando nosotros íbamos a la iglesia, que íbamos todos los domingos y yo creo que más días, yo cantaba. Por ejemplo, yo cantaba sola el Gloria a Dios, pero versión cumbia, en la iglesia. De ahí se desprende mi amor por jugar con diferentes géneros musicales a la vez y reinterpretar. En la iglesia y en el colegio me ponían a hacer interpretaciones de folclor. También, desde muy chiquita, estuve en una academia de danza: veía ballet, folclor y flamenco.

Por eso creo que mi primer entrenamiento instrumental fue en percusión: por las castañuelas y el taconeo del flamenco. Luego, en la Academia de Conchita Salcedo, empiezo a tocar piano, a probar con la guitarra, a pulir técnica vocal y a experimentar con el teatro musical”.

“Por la academia de baile hacíamos presentaciones en el teatro Amira de la Rosa, y había interludios en los que yo cantaba. Desde muy chiquita estuve acostumbrada a cantar ante un público”.

Además de Carlos Vives y el folclor caribeño en general, los papás de Aria escuchaban sobre todo música española, como Serrat o Sabina, y especialmente a la Niña Pastori, reconocida por sus covers de canciones latinoamericanas con algo de la textura sedosa de la interpretación flamenca. Sin duda otro pilar de sus referentes para la interpretación crossover”.

Creciendo, Aria y su hermano mayor veían animes como Inuyasha y escuchaban GreenDay, cumbia y vallenato juntos. “Me acuerdo de una canción que se llama Mariposas Amarillas. ¿Sabes cuál es? La que dice ‘Mariposas amarillas, Mauricio Babilonia /Mariposas amarillas que vuelan liberadas’”. Se refiere a “Macondo”, la cumbia compuesta por el mexicano Óscar Chávez y reversionada por leyendas como el también mexicano Celso Piña, quien la hizo sonar de nuevo en la tierra que inspiró a Gabriel García Márquez.

“Hasta el día de hoy yo integro todas esas cosas de mi contexto de juventud en mi música. Eso que he vivido del realismo mágico aparece en la música y en mi mundo visual porque lo llevo en mi ADN. De hecho me acordé de esa canción porque tengo otra guardada que dice: “Cómo olvidar esa noche en la arenosa / con la luna amarilla / como las mariposas que / sentía en mi barriguita / amor, soy una odiosa, / pero no puedes aceptar / que tú eres otra cosa”. Hasta el día de hoy revisito esos momentos e imágenes de mi infancia para mantener lo que llevo en la sangre en mi proyecto”.

Uno de esos momentos clave para su formación personal fue sin duda entrenamiento para la parla que exhibe en su música. Y ojo, que parlar no es hablar mierda o lambonear, sino ser sagaz a la hora de cargar intencionalmente la palabra, de forma que al ser dicha genere el efecto deseado en quien la escucha.

“Me gustaba declamar. No me acuerdo de libros de poesía como tal. Me acuerdo de aprenderme poesías y declamarlas en el auditorio. Obviamente yo no era de las niñas populares. O sea, la persona que declama poesía en el auditorio no puede ser la niña popular de colegio. Quita puntos fuertemente. Pero bueno, al menos termine siendo carismática, jaja.

“Mi primera canción la compuse a los quince y era en inglés, porque estaba obsesionada con Lana del Rey. Hace poquito escuché una frase muy linda en un podcast en el que estuve, que se llama Ajá. Él decía que las personas son el fracaso de lo que intentan ser. Entonces, por ejemplo, si yo intento ser Lana del Rey, yo termino siendo el fracaso de lo que intenté ser en Lana del Rey en ese entonces.

Ese fracaso en la búsqueda de ser como Lana del Rey fue crucial porque me llevó a experimentar en la música hasta lo que yo soy hoy, como Aria Vega. Mis inicios como compositora fueron imitándola, experimentando al escribir mi primera canción en una libretita, grabando en una nota de voz con una guía en el piano para saber cómo marcar unos acordes. Y ahí se quedó esa canción, en algún celular que murió en algún momento y al cual no tengo acceso, o en algún cuaderno que guardo mi mamá. Pero el resultado de ese esfuerzo sigue aquí en quien soy hoy.

“Mezclar esas pasiones por la poesía y la composición con la danza, los instrumentos que había aprendido a tocar y con las ganas de cantar más y más me hicieron pensar por un tiempo que lo mío podía ser el teatro musical. Pero luego llegó el reality”.

De los sueños a la industria y al chisgue

“Yo tenía 17 años y seguía en el colegio cuando participo en Idol Colombia, que es la versión de American Idol de aquí, que fue por RCN. Llegué hasta los últimos cuatro finalistas. Eso a mí me dijo ‘esto no puede ser un hobby, sino que realmente quiero esto para el resto de mi vida’.

Cuando ya yo me voy a Bogotá al reality, paso tres meses viviendo allá. Mi mamá me acompañó en todo el proceso y a todo lo que surgía alrededor de Idol Colombia: empezaron a surgir eventos de marcas y empresas de la industria a los que me invitaban para mostrarme cómo podía ser realista un camino en la música”.

En esta imagen de Idol Colombia, Aria es la segunda de derecha a izquierda

Yo solo quería graduarme para poder irme a Bogotá y estar en un estudio grabando canciones, porque ese viaje también fue mi primer acercamiento a la experiencia de un estudio y quedé flechada.

Luego me devuelvo a Barranquilla a estudiar en el colegio y a graduarme, pero siempre estaba en viajes a Bogotá, todos los meses. A mis 18, mi papá me dice que yo no podía salir de la casa hasta que tuviera 21, 23 años. Y yo de una fui como ‘¿y por qué mi hermano, que es hombre se puede estudiar derecho a Bogotá? Me voy yo, mujer, a perseguir un sueño loco: la música’.

Pero en ese momento no tenía los recursos ni el dinero para irme por mi cuenta, mucho menos a estudiar música, ni cómo echarme al lomo la cátedra de mi papá y por ende el sufrimiento de mi mamá. Entonces me quedé en Barranquilla, pero la música nunca me dejó.

Fotografía cortesía de

Al revés, siempre que conseguí trabajo era alrededor de la música. Como yo había salido del reality, me buscaron para ser parte de una banda en la que estuve con otras dos peladas y una banda de músicos increíbles. Se llamaba Martini. Cantábamos covers y medleys de boleros o son cubano… Fue una academia para mí y para mi técnica vocal. También me salían presentaciones como solista en bares, restaurantes o discotecas, y escribía mis canciones.

Cuando me voy a Bogotá me dedico a estudiar Comunicación en la Javeriana al tiempo que creaba música con diferentes productores e ingenieros que fui conociendo. Mi papá no me dejó ni intentar entrar a la carrera de música por no verle la viabilidad económica, así que tuve que contentarme. Y una vez allá me hizo la jugadita, la propia Beckenbauer, de decirme que no me daba un peso por fuera de Barranquilla”.

Sobre esa tensión familiar interna trata uno de los temas más recientes de Aria Vega: NADIE SABE.

“Lo bueno es que la cercanía con el Centro Ático me dio acceso a estudios y a artistas y productores que se estaban formando en la misma universidad.

Una vez graduada empecé mis prácticas profesionales allá, en Carvajal [Abogados], full dedicada a la comunicación organizacional. ¿Te puedes imaginar? Yo era súper infeliz porque no tenía el chance de ser creativa. Salía de Carvajal y cogía Transmilenio directamente a la sesión o al ensayo que tenía esa noche. Llegaba mamada y llegaba muerta. Pero realmente era lo que me movía a mí.

Eventualmente empecé a trabajar en maquetas y, por vía de la gente que conocí en ese primer acercamiento industrial, eso llegó a oídos de Warner Chappell. Luego de meses de estar en esas prácticas me llamaron para reunirnos y escuchar mi música. Al ratico nada más ya había firmado. Escucharon la música y dijeron ‘no necesitamos saber más nada. Te queremos firmar’.

Fotografía de Ela Fuentes.

Pero firmo con ellos, empiezo a hacer música profesionalmente y entra la pandemia. Encima hay todo un mundo por descifrar en cuanto a los lanzamientos. Yo no podía lanzar música como y cuando quisiera. Fue una época super difícil. Estuve en una depresión terrible porque sentía como que ‘¡llegó mi momento! El momento que me estado soñando que mi niña interior!’ y no puedo sacarlo al mundo.

Una vez se regula un poco el tema de la pandemia y saco mis primeras canciones con Warner Music”.

En septiembre de 2020 aparece NIVEL 1 _ELEVAR_, el EP de tres canciones con el que Aria debuta.

Después, vienen el sencillo doble A|B y el tema “BILLETES EN EL AIRE”, publicado a finales de enero de 2021. Esa colaboración con Totoy el Frío, quizás el máximo exponente de la naciente escena de reguetón, pop y trap hecho desde Barranquilla, es clave por la apertura a mayor exposición industrial. Pero también porque Aria empieza a dejar la escritura genérica para apropiarse de un léxico más coloquial, y muestra los primeros pasos hacia su estilo particular de coqueteo lírico.

Luego de otros sencillos, Aria participa en HEMBRISMO (2022), un proyecto colaborativo en el que Warner, por medio de Rich Music, puso a la puertorriqueña paopao a reclutar cinco mujeres artistas emergentes para crear un disco de reguetón y pop. Villano Antillano (Puerto Rico), La Gabi (República Dominicana) y Cami Da Baby (Venezuela) completaron el proyecto de siete canciones que marca un hito y sirve como puerta y radiografía de la diversidad femenina en el mainstream emergente de Latinoamérica.

¿Cuál es el nivel 2?

“Pronto me di cuenta de que estaba muy pegada a lo que esperaban de mí y no a lo que yo misma esperaba escuchar de mí y de mi música. Cuando tú llegas a un estudio de esos tienes que trabajar con tres o cuatro compositores. Yo defiendo a capa y espada que a menos que tú seas un intérprete demasiado excepcional, eso no tiene sentido. Todo va a sonar a pedazos de uno u otro pero nada a ti. Por más que como proceso sea más rápido y logres hacer más canciones y más contenido, y a fin de cuentas más catálogo, todo el catálogo suena a un arroz con mango sin identidad.

La visión de proyecto también era un problema. Por ejemplo, yo salgo de Hembrismo y de una quería aprovechar el momento para lanzar mi música. Pero por X o Y emotivo en la disquera no me estaban dando fechas de lanzamiento. Se volvió muy tedioso: en un año y pico yo no lancé música. Después de Hembrismo yo lo que tenía era que estar más juiciosa que nunca”.

“Al salir de todo ese boroló de Warner en 2023, me paso a ser artista independiente con distribución de Virgin Music [que a su vez es parte de Universal]. Entonces pude sacar “Anonimato” y, finalmente, mi EP: MAKIA. Ahí sí estaba mi sonido y mi apuesta visual: lo había buscado todo ese tiempo en el que me forzaron a estar quieta en cuanto a lanzamientos, y encontré a productores como Obregón o Sammy White que al día de hoy me ayudan mucho y fueron claves para ayudarme a integrar esos elementos de la música anglo que me interesaban en mi propio proyecto.

Ahí es que ya siento que el arroz con mango tiene mi sazón. Son puras melodías y palabras mías. Así soy, así hablo. Ahora hago cumbia con afrobeat o champeta o vallenato o lo que quiera. Junto sintes agresivos y distorsiones como las de Kanye West con un universo que llevo en el ADN. Por eso sé que nadie más tiene la sazón para crear algo como LA DROGA ES MÍA”.

En MAKIA también se hace presente un proceso de identificación con preocupaciones y terminologías propias del feminismo.

“Desde pequeña he sido de pensamientos contrarios a lo que la sociedad dicta como el patrón natural de vida del ser humano. Y por ende siempre tuve muchas preocupaciones en en mi cabeza, como lo son el aborto, los feminicidios, los estereotipos de género… El feminismo es un activismo que defiendo a capa y espada. Por eso Hembrismo fue tan importante para mí. Nadie más ha juntado a cinco mujeres de Latinoamérica a hacer reguetón y hablar como quieren y sin hombres de por medio.

Siendo una mujer, tener libertad de expresión en un país como Colombia ya viene siendo un inconveniente para muchos. Yo elegí hablar de feminicidio en LA SALSA para incomodar y ojalá nunca repetir”.

“Lastimosamente, y por más que hemos intentado buscarlos por todas partes, no he podido hablar de esa canción con la familia de Yuliana. Obviamente vi los comentarios de ‘espero que haya tenido comunicación con la familia de la víctima’ y me dio duro porque obviamente sí pienso que el deber ser de las cosas pasa por ese consentimiento y ese diálogo. Pero para evitar revictimización ellos mismos han hecho muy difícil que los contacten para tratar el tema. Ojalá sea una posibilidad en un futuro”.

De vuelta al deseo y al mar

Fotografía de @kevv.____

Con esa entrada en comodidad de Aria florece también ese tipo de coqueteo que solo se había dejado ver sutilmente en frases sueltas durante su etapa Nivel 1. Además de dejar claro y explícito cómo es su propio deseo, Aria entiende el deseo masculino y aprovecha esa comprensión y los referentes culturales que la rodean. Eso le abre la posibilidad de escribir pensando en el efecto que puede llegar a generar una imagen en particular.

Por ejemplo, en la letra de JOA MAKIA, donde arranca pensando en el potencial erótico de un símbolo que no tiene esa connotación normalmente: una camiseta de fútbol.

“Para seducir a hay que tener seguridad. Hay que sustentar ese “yo sé que tu quiere” y eso en la música puede pesar más que la vulnerabilidad si así uno lo quiere. Cuando escucho en voces masculinas esas mismas ideas, como el posible deseo que puede surgir de ver a una mujer solo con la camiseta de tu equipo favorito, es como ‘¿qué? Mm, no sé’. Lo mismo pasa con las letras que van de ‘quiero lamerte el chocho ya y comerte, yo soy el mejor, soy el que más culea’, etc. Uno quiere seguridad en el deseo de la contraparte pero hay formas más interesantes que otras.

Mis canciones que son bellaqueos siempre nacen de una mujer que quiere pensar activamente si y cómo sexualizarse, y jugar con los contrastes entre ambas cosas. No vienen de pensar cómo hacer para que un man me sexualice a mí.

Fotografía de Opeah.

Ejemplo: un man del Junior ve el video de JOA MAKIA y no va a pensar ‘yo me quiero comer a esa pelada’. Tú miras el video y ves que estoy en un overol con una camiseta de Junior, con un pocotón de escarcha en la cara y con todos los dientes llenos de piedras, que hacen que uno se vea como mueca. O sea, soy la antítesis de lo culeable, marica, jaja. O ahorita que hice unas fotos en las que me pinté las cejas de blanco y me veo como si fuera un alienígena. Yo sé que no es lo más atractivo para el hombre heteronormativo, pero no me importa. Es más poderoso pintarse como esa persona y desde ahí decir “igualmente sé que quieres conmigo, desgraciado”.

En la obra de Aria, sea a la hora de hablar de sexo, de componer o de pensar en quien es, brilla esa decisión de oponerse al movimiento de las olas y a la dificultad. Es un compromiso implícito consigo misma: no aceptar algo que ella no sienta como una afirmación de sí misma y de su visión.

Lo más valioso es su reconocimiento de que eso no fue siempre así, y de que tuvo que recorrer trocha, techos de cristal y burocracias empresariales antes de poder valorar a fondo lo que significa ser dueña de sí y de su música.

Ahora, viviendo en Barranquilla luego de entregar las llaves de su plan de vida en Medellín, se le nota feliz. Eso se refleja en su música, que publica constante mente y sostiene su bandera en contra de lo monocromático y lo genérico.

Fotografía de Ela Fuentes.

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Juan Diego Barrera Sandoval
El Enemigo

Me dicen Bal. Editor de Newspresso. Colaborador frecuente de El Enemigo y Shock. Tarotista y politólogo.