¿Quién carajos es CRRDR?

La música de CRRDR — pronunciado “Corredor” — es la excusa perfecta para retomar esta sección sobre contextos, orígenes e influencias de algunos de nuestros artistas locales favoritos. Y para hablar de una escena electrónica alternativa que se está cocinando en el país.

Juan Diego Barrera Sandoval
El Enemigo
8 min readFeb 21, 2023

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Foto de Nirvana Daze.

En diciembre apareció, por gestión de La Curaduría, un extraño compilado de remixes de villancicos y clásicos de la música decembrina colombiana titulado “14 cañonazos curables”. Éste reunió los talentos de Mav Nuhels, Aron Moreno, Felipe Orjuela, Pocket Tincho, Chigüiro o 2AT — cantante de Babelgam — , que ya conocíamos, pero también nos permitió llegar a la sangre fresca de Aleroj, Debbido Tensai, Amantra, Juana Valeria o Didacta.

Sobretodo, hubo un track en particular que me puso a formular en voz alta la pregunta que da título a esta nota, así que procedimos a buscar una respuesta entrevistando a su autor.

Antes de correr hay que caminar

Francisco Corredor tiene 24 años. Nació en Bucaramanga pero ha vivido en Bogotá desde los 4, cuando su madre llegó a la capital en busca de oportunidades laborales.

No tuvo ningún entrenamiento musical de niño. Pero sí aprendió por su cuenta, como clásico centennial creciendo en esta ciudad y bajo la cascada de los torrents y YouTube, a navegar el internet. La música llegó como escucha activa a su vida por ese medio y por amigos hacia los 11 años. Como los primeros trazos de su identidad adulta, lo que escuchaba iba en un rango que comprendía desde la cumbia villera de Los Pibes Chorros hasta el nu-metal de Linkin Park. Un rango que, aunque común, de entrada habla de un interés por lo alternativo, por la fiesta popular latinoamericana y por la intensidad de la producción distorsionada.

“Después ya me empecé a enganchar con la música electrónica. Fue cuando empezó todo esto de los floggers y el techtonic, jaja. Luego el dubstep fue mi entrada hacia el EDM, y desde ahí empecé a diggear por YouTube. Desde poner atención a youtubers españoles que ponían temas de dubstep de fondo, hasta llegar a referentes del EDM como Hardwell o Skrillex.

Pero llegó un punto en el que sentí que todo sonaba igual, así que empecé a escuchar drum and bass (dnb) y techno”.

Vuelta de reconocimiento

El punto de quiebre fue el fin de su época escolar, hacia los 16 años (2015). “De hecho, las primeras fiestas a las que fui en Bogotá fueron de dnb, en un sitio llamado Mansión Chicó”. Los conciertos de estos referentes grandes de EDM costaban cientos de miles de pesos. “A mí nunca me gustó pedirles plata a mis papás para salir, y en cambio estas fiestas costaban como 10 o 20 lukas. Además pude descubrir una escena donde no había tanta pretensión sobre tu ropa o tu aspecto como en otras fiestas”.

“Los primeros djs que identifiqué fueron Cofla y Seth. Mi entrada al dnb fue por medio del colectivo Silentzcorp, que llevaba y creo que aún lleva la parada en ese género”. La intensidad de lo vivido lo motivó a empezar a buscar tutoriales de producción en YouTube con sus amigos, pero no como algo más allá de una forma para matar el tiempo, “porque igual no sabía si se podía vivir de la música, ni tenía entrenamiento ni sabia tocar algo”.

Amarrarse los cordones

Francisco entró a estudiar negocios en la Universidad del Rosario, y se arrepintió desde el primer hasta el último día del pregrado, que completó bajo amenaza de su mamá. “Pero hubo un momento en el séptimo semestre en que entré a ver una clase electiva: Apreciación del rock. Recordé que para mí la música era muy chimba. Así, me dije a mí mismo que no sería productor pero que entraría al medio por el lado de music bussiness”. Y así sería más tarde, cuando hizo su práctica universitaria en la agregadora OneRPM.

Pero lo clave fue que “en esa misma clase nos hicieron presentar una obra de tarea, y me animé a intentar hacer un tema de dnb, que fue rebásico, remalo, repaila, pero que me revivió el impulso”. Era necesario para alguien que sentía que su vida giraba exclusivamente en torno a estudiar y trabajar en un call center. Cayó la pandemia y el exceso de tiempo permitió que invirtiera lo ahorrado en el call en controladores midi, monitores y demás hardware, además de entrar a clases de producción y diseño sonoro en Digital Lab.

Sus primeros experimentos dedicados a la producción fueron inspirados por las batallas de gallos de Red Bull. Corredor y sus panas fueron cautivados en últimos semestres por la competencia y la improvisación, y de allí saltaron al resto del rap en español y por ende a la producción de beats hip-hop en general.

Foto de Fröst Roa.

Una forma particular de pisar

Cuando se empezó a aburrir de esos sonidos clásicos del boom bap, como pasó con el EDM, llegaron La Gra$a y los edits de club latino de Soundcloud a cambiar el juego. Unorthodox, la serie de Netflix, fue la puerta a entrada a esto último, pues Catnapp, la bonaerense radicada en Alemania, se encargó de su soundtrack oscuro e intenso, lleno de rapeo y experimentaciones en la producción. Por su parte, el sonido del hip-hop paisa de segunda mitad de la década pasada se convirtió en un referente situado mucho más cerca. En particular fue el caso de los beats de Crudo Means Raw, sobre todo en Esmeraldas, donde más destacan los sonidos sintéticos, la búsqueda de originalidad y el desafío a las fronteras entre géneros.

Aunque hizo beats sobre los cuales improvisar con sus amigos, la fiesta fue la beneficiada por esos aprendizajes y esos referentes con ganas de romper cosas.

Un tema más reciente de CRRDR

Primeros piques

El primer tema que llegó a redes con el corredor detrás fue publicado en 2016, cuando se hacía llamar PCG, por sus iniciales. Escuchar el juego que intentaban él y otros dos amigos — que juntos se llamaban The Rave Mates — llena de ternura, pero deja ver una semilla fuerte que solo dejaría asomar tallo 4 años más tarde.

A finales de 2020 llegó “Third Eye”, una electrónica experimental que marcó su debút como CRRDR. Tras una corta serie de publicaciones sueltas y en esa dirección sonora, al ímpetu para lanzarse se sumaron la disciplina y las ganas de baile. “Empecé a sacar al menos dos temas al mes; y luego decidí que esos sonidos no iban. Quería algo más tangible”.

La fuerza para concretarlo llegó con las emociones sucitadas por el paro de mayo de 2021, que inspiró “Polombia”. En él florece su interés por jugar con el sampleo e integrarlo a su abanico de habilidades. Luego, el paro de septiembre del mismo año inspiró “Bogotrah”, que muestra un primer dardo lanzado en dirección a la amalgama entre el electro y el dembow y marca el inicio de sus publicaciones “serias” sin sello detrás. Pero la cosa cuajó con Edits EP, que mostró un notable salto cualitativo que concretó una propuesta más contundente al atreverse al jungle-ton (jungle y reggaetón).

Uno de los dos discos recientes de CRRDR, “A mover los zapatitos”, incluye este tote.

Por esas mismas épocas aparece el primer mix. “Veía el dj-ing como una plataforma de distribución para mi música, pero no veía en el espacio para lo que quería proponerle a una discoteca. Inicialmente, quería tocar IDM, dembow o downtempo. Luego de que un amigo que ni estudió música ni se dedica a eso me enseñara, me compré una CDJ 400”.

Carrera de relevos

CRRDR escuchaba Babelgam, Aguas Ardientes, Margarita Siempre Viva y Nicolás y los Fumadores antes de estar dedicado de lleno al digging de electrónica en SoundCloud y YouTube. La primera de esas bandas es crucial para entender su apuesta actual por dos razones. Primero, por el EP de remixes de KYC — una anomalía para una banda local en 2020 — , y porque en general el álbum Z-11 (2021) acercó el electro a la música alternativa bogotana. Eventualmente, CRRDR se encargó del remix de “MISCELANEA”, en el disco de reversiones ZETA ONCE EMBALADO.

Segundo, porque a finales de 2021 invitó a 2AT a tocar en una fiesta que organizó con el colectivo Mothership. “Para mí fue muy loco escuchar la misma música latina pero así de rápida, y la guaracha recontextualizada. Nunca se me había pasado por la cabeza mezclarla con el techno, y empecé a pensar a ambos géneros no por aparte sino como música electrónica, latina y rápida. Hasta ese año yo tocaba siempre entre 100 a 120 bpms, pero desde entonces quise hacerlo a 140, 160 o más”.

El interés que nació en esa fiesta lo llevó a reconocer otros colectivos en búsquedas similares. “El referente de este tipo de música latina experimental en Colombia es Putivuelta. Descubrirles fue descubrir una contracultura respecto a la electrónica en Bogotá. En elles nos hemos inspirado yo y todos aquellos con los que he trabajado, como Perro Perro o Disco Infierno. Más recientemente nos juntamos con Tuaty y Aleroj (Miguel Rojas) para montar Muakk, un sello y organizadora de eventos”.

En el proceso han tejido también la red del micronicho del latín club a nivel regional. Y es gracias a esa decisión de construir escena que CRRDR ha girado, a pesar de su corta carrera, en México y Argentina, por pura autogestión. “Yo sé que en Bogotá los fees no son bien pagos, y que organizar no da plata sino que se pierde. Por eso he querido siempre proyectarme también hacia afuera y colaborar con colectivos de otros países, incluso desde la publicación [antes de hacerla independientemente], que llevó mis temas a sellos de Argentina o Chile. Viajar a tocar me hizo tener otra visión de la fiesta por la profesionalización que tienen de los fees y por la concepción que tienen del respeto al oficio del DJ, incluso a pesar de que la fiesta electrónica latina también está en construcción allí y en todo Latinoamérica”.

Foto de Nirvana Daze.

“Hay escena, pero la cultura de consumo es aún pequeña. Sin embargo, hay algo que se está gestando, en especial en esta generación, de 35 años para abajo. Hay un raye de las anteriores y más tradicionales escenas de la música electrónica con respecto a la diversidad musical que hay en los espacios que gestamos, que buscan conectar la música latina y electrónica con apertura y pensando en priorizar la fiesta. Yo puedo poner una cumbia o un merengue antes o después de un perreo o un techno. Lo que quiero es que se preste para generar curiosidad por la música experimental en un contexto latinoamericano. Queremos educar audiencias y estar abiertos a escuchar música nueva, como han hecho Nick León o Tayhana, que fueron del Soundcloud a producir música que marca el mainstream hoy en día, como fue el caso de Motomami”.

CRRDR va una gira y dos camiones de álbumes en menos de 3 meses que han corrido del 2023. Un tercer trabajo, esta vez colaborativo, verá la luz pronto. Recientemente fue anunciado como parte de un mix de Verraco para su label, Tratratrax. Síganlo en Instagram y Spotify. Estén pendientes de las redes de Muakk.

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Juan Diego Barrera Sandoval
El Enemigo

Me dicen Bal. Editor de Newspresso. Colaborador frecuente de El Enemigo y Shock. Tarotista y politólogo.