Taylor Swift: autoría, orientación y reflejo

Sobre la búsqueda de una mujer por desentrañar su propia historia y contarla en sus propios términos.

Ana Sofía Espitia Buitrago
El Enemigo
13 min readApr 25, 2024

--

“Una interlocutora es necesaria si una quiere articular la vida propia en un proyecto de libertad y darse con ello razón del propio ser mujer.“

Librería de mujeres de Milán.

Cuando cumplí 12 años, mi madre se enamoró y, como resultado de este amor, entramos en una religión protestante bastante estricta. Mi adolescencia se convirtió en un escape, un escondite y una grieta. Mi vida giraba en torno a complacer a mi comunidad religiosa, ya que nos instaban a alejarnos del resto del mundo. Me esforcé por agradar, sonreír y convencer a los demás de las creencias de mi religión.

Hice amigos y amigas, y me intoxicaba la satisfacción de ser apreciada. Los hombres elogiaban mi inteligencia y devoción, y las mujeres me domesticaron lo suficiente como para que no retara ningún estándar masculino. Estaba en un pedestal que se derrumbó años después. Pero, por fortuna, encontré mi libertad cuando cayó.

En 2016, a la par, Taylor Swift estaba en la cima de su carrera. Su gira “1989” la había consolidado como una de las cantantes más destacadas de la industria musical. Cada uno de sus álbumes desmentía las acusaciones que se le habían hecho, y su incursión en la música pop le había otorgado su segundo Grammy al Mejor Álbum del Año.

A Taylor también le llegó la caída de su pedestal. En un momento, lo consideré una coincidencia divina (un milagro), ya que ambas estábamos en nuestro peor momento ese año. Mientras yo vigilaba constantemente mi ventana, temiendo que algún miembro de mi congregación me estuviera esperando para hablar de mi conflictiva relación con Dios, después de que un rumor infundado sobre mí se esparciera, Taylor se alejó de cualquier tipo de comunicación con el mundo, temiendo que alguien más distorsionara sus palabras, tras la infame llamada con Kanye West que Kim Kardashian grabó.

Comencé a tener pesadillas en las que invadían mi casa o tenía que huir de alguien que quería matarme. Cada vez que salía de casa me sentía inquieta, todavía recuerdo los ataques de pánico que mi madre tenía que manejar en los centros comerciales o en la congregación rodeada de hombres en traje y corbata y mujeres con falda abajo de las rodillas dando consejos para leer la Biblia.

Durante mucho tiempo, nadie supo que el regalo más preciado que recibí en mi cumpleaños en 2017 fue el sexto álbum de Taylor, reputation. Sus canciones me brindaron consuelo en un momento de gran vulnerabilidad para mí. La conexión que percibí en canciones como This is why we can’t have nice things o I did something bad era algo que no había experimentado con ninguna otra artista femenina contemporánea, y mucho menos en la industria del pop. Por primera vez, en muchísimo tiempo, me sentía identificada con una mujer.

Esa fue mi oportunidad para sumergirme en el mundo simbólico de Taylor Swift, un mundo que ha enriquecido a muchas mujeres de diversas edades. En este artículo, pretendo centrarme en dos aspectos principales que he notado en mi experiencia escuchando a Taylor Swift, utilizando su undécimo álbum de estudio, The Tortured Poets Department, como punto de partida: la interlocución magistral y la autoría en su obra.

La interlocución magistral en la discografía de Taylor Swift: partir de una misma.

A lo largo de su carrera musical, Taylor ha resplandecido como una estrella pop que, no solo escribe sus propias canciones sino que las hace en femenino, nombrando su experiencia en el amor, la amistad, la traición, la ira y la tristeza como mujer. A su vez, las mujeres que la escuchan, han recibido de ella esa interlocución magistral y se han adherido simbólicamente a Taylor para significar su propia vida.

A su manera, eso mismo ha significado la escritura de Emily Dickinson, Emily Brontë o las letras de Stevie Nicks (a quien Taylor ha citado como una de sus grandes interlocutoras) y Patti Smith (de quien Taylor habla en su canción The tortured poets department). Entender que Taylor no es una excepción a la regla, sino más bien el resultado de un continuum femenino del cual todas nos hemos nutrido es lo que ayuda a hacerle justicia a su importancia para miles de mujeres, niñas y adolescentes.

En América Latina, también podemos encontrar mujeres que han sabido expresar su experiencia desde una perspectiva femenina. Desde la composición explosiva del dúo argentino Antonela Périgo y Sofía Cardich en Las Piñas hasta la sensibilidad abrumadora de Amapola, una artista chilena que me cautivó con su álbum “Disco negro”, publicado en 2019. Además, descubrir Tornaluna Pocket de la mexicana Vanesa Zamora, donde encontré similitudes con el álbum Lover de Taylor Swift en algunas canciones, donde Vanesa explora la vulnerabilidad del amor, sus diferentes facetas y cómo se manifiestan, fue la evidencia de que, aunque Taylor destaque en la industria estadounidense, no es la única mujer interesada en dar forma y vida a sus experiencias.

Para la Librería de las Mujeres de Milán, la oportunidad de reflejarse en otra mujer constituye una de las búsquedas más importantes de una mujer. Incluso, mucho más profunda que cualquier derecho reconocido institucionalmente. A ellas les gusta llamarlo interlocución magistral.

Esta oportunidad surge a partir del reconocimiento de la otra. Es a través de este reflejo que las mujeres adquirimos nuestra propia autoconsciencia: con la otra y no aisladas o ensimismadas. De la misma manera, el reflejo y la interlocución con otra mujer solo pueden darse si existe una relación de confianza o de affidamento, una palabra tomada del italiano que se usa para referirse a la custodia, pero que la política de las mujeres adopta para referirse a la belleza de la disparidad y la confianza entre mujeres.

Este es el gran acierto dentro del pensamiento de la diferencia (al cual me adhiero radicalmente): aceptar que para que haya crecimiento y autoconsciencia en cada una, debe haber disparidad dentro de una relación entre mujeres. Esto surge en la primera relación humana: la de la madre con su criatura, en la que una de las dos partes tiene la madurez para afrontar la gestación, el parto y la crianza y la otra está vulnerable y expectante a un mundo que no conoce. Sin disparidad, no hay vida. Por supuesto, esto se extenderá en cualquier relación de mujeres libres y dará paso a las interlocutoras magistrales, mujeres con las cuales hay adscripción simbólica.

Reconocer que hubo una otra antes que tú ha nutrido históricamente la grandeza de las mujeres. Nuestras referentas femeninas han tenido sus propias interlocutoras magistrales de las cuales nutrirse simbólicamente. Eso nos ha hecho más grandes, nunca nos ha reducido.

Taylor empezó a escribir sus primeras canciones durante sus primeros años de adolescencia. Y en ellas podemos ver su urgencia por encontrar la orientación necesaria que la lleve a estar en el lugar en el quiere estar. A lo largo de su discografía, sus oyentes han visto el resultado de esa búsqueda.

I don’t know what I want

So don’t ask me

’Cause I’m still trying, to figure it out

Don’t know what’s down, this road

I’m just walking

Trying to see through the rain coming down

Even though I’m not the only one, who feels the way I do

A place in this world (2006)

Taylor ha probado que el camino de la vocación femenina deriva en curar los malestares femeninos. Su composición refleja la urgencia vital de las mujeres por crear para sanar.

Sin embargo, también ha sido honesta con el precio que ha tenido que pagar por su fama. Tal vez, esta es una de las características que más han apreciado las fans de Taylor Swift: la honestidad visceral que da profundidad a la estrella pop y que nos muestran a la mujer detrás de la portada de un álbum.

¿Qué hemos obtenido como oyentes de Taylor Swift?

Al igual que generaciones de mujeres de sus antecesoras magistrales: orientación. Esta es la razón por la cual la disparidad en las relaciones femeninas es importante, y también la razón por la que Taylor Swift se ha posicionado como una rareza preciada en la industria musical.

Ella sabe que ha recorrido varios caminos tortuosos y placenteros. Y no solo ha caminado por ellos, sino que también nos comparte sus experiencias al transitarlos. Nos ha confesado las injusticias que ha cometido y que ha sufrido a la par. También nos ha dado palabras para expresar un corazón roto y su manera de repararlo y seguir disfrutando de la vida. Eso, para las mujeres, a quienes se nos ha negado las palabras en la cultura masculina, es un milagro: supone decir lo indecible.

En su figura, para quienes la hemos escuchado con atención y apertura, yace con mucha precisión la profundidad de la vida de cualquier mujer, dispuesta para todas: algo corriente pero precioso. Esto resalta en su último álbum, el cual pienso que ha sido el más honesto y críptico de su carrera.

Refiriéndose a su título, Taylor presenta 31 nuevas canciones/poemas basados en sus últimos dos años de vida, durante los cuales se ha enfrentado a escenarios contradictorios. Por un lado, el éxito de sus regrabaciones la ha catapultado nuevamente a la cima de la industria musical, permitiendo al público revivir la nostalgia de sus trabajos anteriores. Como resultado, la gira “The Eras Tour” ha reunido a Taylor con sus fans en muchos países por primera vez, convirtiéndola en la gira más exitosa de la historia, superando a Michael Jackson.

Por otro lado, su ruptura con el actor inglés, Joe Alwyn, su regreso a Estados Unidos, su breve relación con el cantante Matty Healy de The 1975 y su actual relación con el jugador de la NFL, Travis Kelce, han sumido a Taylor nuevamente al escrutinio público sexista sobre su vida romántica. Además, ha tenido que enfrentar las críticas de sus contradictores sobre el hecho de escribir acerca de su vida privada.

En este agridulce escenario, Taylor vuelve a dejarnos entrar en su mundo simbólico de forma elegante y precisa. En el álbum podemos encontrar tracks como I can do it with a broken heart, But daddy I love him, Who’s afraid of little me, The Prophecy, Cassandra y Clara Bow en donde cuestiona no solo al monstruo de la industria musical, sino también a la inquisición del fandom respecto a su vida privada. También entrega puntadas sobre la dureza de la fama hacia las mujeres, y lo que ha implicado asumir rupturas románticas mientras está en el punto más alto de su carrera.

En contraste, en otros tracks como So long, London, Florida!!!, loml, The black dog, How did it end? y Peter, Taylor se adentra y describe el post mortem de una relación extensa que tomó alrededor de seis años. Cuenta cómo salió de allí, la manera en que regresa a Estados Unidos y da una reflexión sobre lo que implicó esta relación en su vida.

Este álbum llega después del arrasador éxito de Midnights, con el cual ganó el cuarto Grammy de Álbum del año y con el que amplió considerablemente su fanbase. Por su parte, The tortured poets department no es un álbum que Taylor haya considerado para romper récords. Creo, por el contrario, que es una grabación que necesitaba sacar para ella misma y para sus oyentes más expertas y devotas, ya que se encuentra inundado por autorreferencias y metáforas usadas en trabajos anteriores.

La autoría en las letras de Taylor Swift: una disputa femenina

El punto de partida para que cualquier persona se interese en Taylor Swift, desde siempre, ha sido su participación en la composición de todas sus canciones. En primer lugar, porque puede aludir a la curiosidad de la opinión pública, nutriéndose directamente de ella. En segundo lugar, porque esto representa una conversación directa con quien la escucha. Al no tener intermediarios, Taylor maneja su propia historia de vida.

Durante el lanzamiento de su séptimo álbum de estudio, Lover, Taylor dio a conocer que sus primeros seis álbumes habían sido vendidos por Scott Borchetta, dueño de Big Machine Records, a Scooter Braun, conocido por ser entonces el manager de Justin Bieber, J Balvin, Ariana Grande, entre otros. Esto ocasionó una disputa pública sobre los derechos de los artistas sobre su propio trabajo y su imagen. Como consecuencia de esta transacción, Taylor perdió la posibilidad de ser la dueña de sus álbumes.

No hace falta hilar muy fino para saber que para una mujer que ha construido todo un imperio sobre la base de escribir sobre su propia vida, el hecho de que le quiten el control de sus álbumes va a ser, cuanto menos, trágico. Sin embargo, Taylor no se quedó estancada y volvió a construir todo su catálogo musical regrabando sus seis primeros trabajos, ofreciendo, no solo una nueva identidad gráfica para estos, sino sacando canciones que en su momento no pasaron al corte final y que han resultado ser exitosas. Y, por si fuera poco, también ha sacado nuevos videos musicales, haciendo que los álbumes que fueron vendidos sin su consentimiento pierdan su valor.

And you can aim for my heart, go for blood

But you would still miss me in your bones

And I still talk to you (when I’m screaming at the sky)

And when you can’t sleep at night (you hear my stolen lullabies)

My tears ricochet (2020)

La apropiación masculina de las creaciones femeninas es algo desafortunado pero no es particular. A Elisabetta Sirani, por ejemplo, le tocó demostrar públicamente la autoría de sus obras. Mary Shelley tuvo que lidiar con firmar Frankenstein con un seudónimo masculino para que la novela tuviera éxito y Gerda Taro, quien se escondía detrás del nombre Robert Capa, no obtuvo la autoría sobre sus fotografías a pesar de que sin estas la historia de la fotografía no hubiera sido lo que es.

Por eso mismo, que Taylor Swift hable públicamente como mujer sobre su derecho de autoría frente a sus canciones es simbólicamente importante. Nos habla sobre lo preciado que es para las mujeres ver nuestro nombre en nuestras obras, porque ha sido históricamente usurpado, empezando, justamente, por el reemplazo del ombligo, prueba irrefutable de que nos formó una mujer, por el apellido, un artificio masculino para instaurar la mentira de que los hombres son los responsables de la creación humana. Pensamiento tomado de Luce Irigaray.

Desde mi punto de vista, el ombligo, es decir la firma auténtica de una mujer sobre su obra, en las creaciones musicales (y en general en toda obra artística) es la riqueza simbólica que se nos ofrece en ella. En Taylor lo podemos ver claramente: el cuento reinterpretado de Shakespeare en Love Story, la bufanda roja en All too welll, las serpientes en Reputation, Cornelia Street en Lover, el Cardigan que usa en Folklore, y por último, los friendship bracelets, a los que hace alusión en You’re on your own, kid en Midnights.

Todas estas imágenes que Taylor crea en su narrativa hace que su obra sea única, distinguible, pero, sobre todo, suya. Es la prueba de que se nutre de sus propias experiencias y las hace canciones, imágenes y poemas. Todo a la vez. Su obra se dispone para aquel y aquella que quiera ver con hondura las imágenes que ella crea.

But you keep my old scarf from that very first week

’Cause it reminds you of innocence

And it smells like me

You can’t get rid of it

’Cause you remember it all too well

All too well (2012)

Para Luce Irigaray, psicoanalista y feminista, todas las mujeres tenemos inscrita la maternidad en nuestro cuerpo. Esta fortuna entonces debe ser desatada y descifrada por cada mujer a su ritmo y a su tiempo, y cada una decidirá si da a luz hijos simbólicos en obras y creaciones, o si elegirá la maternidad literal. Desde esta perspectiva, el robo o la apropiación masculina de las obras femeninas, no solo constituye un crimen desde el punto de vista legal, sino la continuación de la tradición patriarcal de disminuir la capacidad creativa de las mujeres.

Es entonces, que la creación femenina es una urgencia vital e inevitable para todas las mujeres. Se necesita para desanudar, sanar y descifrar nuestra diferencia sexual. Por eso mismo, cada una de las obras hechas por mujeres tiene un vínculo particularmente corporal, y la música, por supuesto, no supone una excepción.

Sin embargo, la conversación de Taylor sobre la autoría trasciende las regrabaciones y el control total de sus composiciones. Como seguidora de su grandeza y profundidad, percibo que la necesidad que siente Taylor de recuperar sus primeros trabajos se asemeja a la búsqueda de cualquier mujer por desentrañar su propia historia y contarla en sus propios términos, desafiando cualquier pretensión social de emitir un juicio público sobre la vida íntima de las mujeres.

Cada mujer, incluyéndome, ha experimentado cierto robo de su vida. Recuperar ese control, que por derecho de nacimiento nos pertenece, es esencial para que podamos ser autoras de nuestra propia historia y decisiones. Sólo a nosotras nos corresponde dictar sentencias y juicios sobre cada paso tomado, como lo ha hecho Taylor públicamente. Es responsabilidad de sus seguidoras replicar esto en privado.

Personalmente, me tomó años recuperarme del juicio de mi religión. Pasé años odiando las palabras lanzadas contra mí y huyendo incansablemente de un fantasma que yo misma había creado con la ayuda de los líderes de esta secta. Mi soledad me llevó a construir una coraza que estoy rompiendo hasta ahora, lo que me ha ayudado a superar mi miedo a la vulnerabilidad.

Mi paranoia fue el resultado de permitir que otros definieran mi camino, mi personalidad, y lo más importante, mi historia y mi vida, como si fuera una maldición. Sin darme cuenta, y en el nombre de un dios masculino, había perdido la posibilidad de contar mi vida y de apropiarme de mis traumas y experiencias.

Aún recuerdo las últimas palabras que me dijeron: “Nunca serás feliz, porque quien sale de aquí sólo vive en la miseria”. Sonreí en respuesta, porque sabía que desde ese momento, mi mente, alma y corazón me pertenecían de nuevo. Cuando salí de ese lugar, donde había pasado mi niñez y adolescencia, para encontrarme con mi madre, puse en mi celular “Clean” y pude sentir con mis oídos la libertad que había buscado toda mi vida.

Presiento que es lo mismo que Taylor experimenta al regalarnos este álbum a aquellas que hemos crecido física y simbólicamente con su música. Con cada escucha de su antología, puedo reconocer a una mujer consciente de sí misma (que sabe que no es Patti Smith), de la vida que ha llevado y que luce un profundo anhelo de vivirla en plena libertad.

Nota editorial:

¡Hola, amigos del enemigo!

Invitamos a una swiftie de corazón a contarnos cómo y por qué se enamoró de Taylor Swift por dos razones. Primero, para entender una de las maneras en las que resuena el auge de esta artista en la audiencia colombiana femenina, y empezar nosotros a pensarnos las repercusiones de esa hegemonía sobre la música local.

Segundo, para aprovechar la atención sobre Taylor para hacerles una invitación: creamos una nueva sección de escritos hechos por voluntarios (y ojalá, sobre todo, voluntarias) que busquen un espacio para compartir lo que piensan y sienten sobre la música latinoamericana y en especial colombiana. Cuéntenos qué lo enamora de su artista o disco favorito o qué le raya en textos de máximo 2500 palabras enviados a amigosdelenemigo@gmail.com. Si elegimos un escrito para publicar, les escribiremos con los pasos a seguir.

--

--