Te endiosé, o el concierto de Mabiland en Bogotá

Maria Alejandra Diaz Perdomo
El Enemigo
Published in
3 min readSep 1, 2018

Así viví el concierto de una artista que me llega al hígado con cada canción.

1995 fue el álbum debut de Mabiland, después de su EP Ciclos — Crédito: Facebook de Mabiland.

Conocí la música de Mabiland hace un año, cuando sacó ‘Cuanto más’, y desde entonces no he parado de darle replay en mi celular. Además de sus letras — que me llegan al hígado — , su look y su forma de ser me hacen sentir una enorme conexión con ella y su arte. El jueves pasado tuve la oportunidad de verla por primera vez en Disco Jaguar: fue como subirme a una montaña rusa con muchos picos. ¡Quedé en primera fila! La distancia entre ella y yo era un señor que todo el tiempo le dio la espalda al escenario y que solo decía “estoy haciendo mi trabajo”, como si tuviera miedo de que en algún momento mis amigos y yo nos fuéramos a subir a la tarima. En el fondo tenía razón, como unos groupies intensos queríamos entregarle unos regalos que le habíamos hecho, y pensar en subirnos a dárselos y abrazarla todos juntos no era tan mala idea.

Algo hermoso del concierto, en el que interpretó canciones de 1995 (2018), fue que había un ventilador en una esquina: cada vez que yo cantaba y cerraba los ojos sentía que estaba subiendo al paraíso en una experiencia celestial que me arrugaba el corazón. Parecerá raro, pero ese aire en mi cara me hacía sentir más profundamente cada canción. Cuando cantó ‘Vaya Forma’ casi me desvanezco. Me daban ganas de tener tusa y de llorar, y de cantar a pulmón herido mientras Mabi lo entregaba todo en el escenario. Y cuando digo todo es en serio: por momentos pensaba que ella iba a llorar, mientras se tiraba al piso en un acto de completa entrega. Era tanto el sentimiento con el que cantaba cada canción, que era imposible no sentirme abrumada. Era hipnótica. Además, su look era increíble y cautivante, reafirmaba lo auténtica que es. Sus tenis blancos con plataforma y su chaqueta negra con “1995” bordado por detrás eran simplemente fabulosos.

Todas sus canciones las amé, disfruté, sufrí y celebré. Fui con personas muy bellas con quienes comparto mi amor y admiración por Mabi y con ellos bailé — antes y después de la presentación de Mabiland — como si estuviera en una clase de rumba. Si mal no recuerdo, ella cerró con “Cuanto más” y ese fue el punto más alto que toqué en mi montaña rusa de emociones. Recordé por qué amaba tanto sus letras y me sentí inmensamente feliz y agradecida de estar ahí. La energía de quienes fuimos y del lugar estuvieron perfectos, nada de líos. Eramos un grupo de personas conectadas con Mabi y su magia.

Apenas se acabó el concierto, sonó ‘Tararea’ de Alcolirykoz, así que mejor no pudo haber finalizado la noche. Ahí supe que estaba en tremenda farra. Al final, mi amiga le dio a Mabiland la bolsa con los regalos: una postal con una carta de amor y una camisa blanca con un dibujo y un bordado hechos por mi amigo. Cuando ya nos ibamos a ir nos la encontramos, la abrazamos y nos tomamos una foto. Ella, como siempre, hermosa y buena onda. Espero volverla a ver y que siempre sea una experiencia así de linda. Su música es poderosa y merece ser amada y apreciada por siempre.

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