Un jam íntimo y jazz líquido: así fue Robert Glasper en Bogotá

El pianista exhibió el amplio alcance de su repertorio y cautivó al público bogotano, que lo despidió con una gran ovación de pie cuando su presentación acabó. Así lo vivimos.

Santiago Cembrano
El Enemigo
10 min readJun 20, 2019

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Foto de Giuliano Ferreira

Aprendió el jazz de su madre, cantante profesional de blues y jazz; empezó a tocar piano y batería en una iglesia evangélica en Houston, Texas, donde nació en 1978; conoció y se enamoró del rap de grupos locales como Geto Boys y UGK; tras acabar el colegio estudió en la New School for Jazz and Contemporary Music; ha publicado nueve álbumes como solista, dos de ellos merecedores al premio Grammy por mejor álbum de R&B: Black Radio (2013) y Black Radio 2 (2015); ha trabajado con una profunda lista de estrellas de la música, como Kendrick Lamar, Erykah Badu y Common; ha explorado el jazz en su fusión con el hip hop y el R&B; grabó la banda sonora de la película de Miles Davis y esas canciones son un homenaje al artista, una versión contemporánea de sus temas. Se llama Robert Glasper.

El pianista, cantante y productor se presentó en Bogotá el miércoles 12 de junio, con su Electric Trio, compuesto por el baterista Justin Tyson, el DJ Jahi Sundance y el bajista Burniss Travis; el espectáculo fue organizado por 10 Music. Glasper desplegó su repertorio de jazz, pero también tocó rap, R&B e incluso hubo momentos de rock. Sus influencias principales, como J Dilla y Miles Davis estuvieron presentes en el sonido: en la forma de tocar, humana y cálida, rechazando la perfección rítmica; también en el hecho mismo de abordar tantos sonidos a partir de la base del jazz. Después de todo, el último disco de Davis, Doo-Wop, jugaba con el rap.

Sus fundamentos del jazz clásico y su disposición a adentrarse en otros géneros y en pelear por que el jazz suene diferente y se adapte al siglo XXI lo hacen una figura interesante en el género. Su talento y visión para poder hacer música que llena el alma lo hacen una cara innegable del jazz, de la música negra y de la música en general en el siglo XXI. Eso se vivió en el concierto de Bogotá.

Foto de Giuliano Ferreira

El Enemigo pudo hablar unos minutos con Robert Glasper antes de su presentación. Compartimos sus palabras a continuación, a medida que aparecen impresiones del concierto.

Para mí fue importante empezar en el jazz. Tocando un piano acústico, de una manera muy jazz. Mis primeros álbumes son así y así me gané el respeto. Herbie Hancock empezó con Miles Davis, luego hizo lo suyo y cuando llegó a los sonidos más electrónicos, tenías que respetarlo porque sabías lo que podía hacer con un piano. Sabías dónde y cómo había empezado. Así la gente te respeta más. Si yo hubiera empezado haciendo Black Radio no me hubiera ganado el respeto de la comunidad del jazz. Quise empezar en el jazz para poder hacer lo que quisiera después. Porque después de mis primeros álbumes, no podías no respetarme. No puedes decir que no conozco la historia o que no sé tocar el jazz de la manera correcta.

Pero todos mis discos no son discos de jazz, toco más de un género musical. Algunos discos son de jazz, otros son fusiones de jazz y otros simplemente no son jazz. El disco que hice para la película de Miles Davis no es un disco de jazz. Hay elementos y chispazos de jazz ahí, pero no es un disco de jazz. Porque no era para músicos de jazz, era un tributo a Miles Davis para los que no conocían o no entendían a Miles Davis. Por eso lo hice así. Y le fue muy bien en Estados Unidos en los rankings de hip hop y R&B.

El DJ Jahi Sundance, levemente iluminado, pinchaba canciones de rap: Kanye West, Lauryn Hill, 2Pac, Common, Outkast, De La Soul y The Roots. Canciones de rap que de alguna forma se acercaban a la sensibilidad que caracteriza a Glasper, esa intersección en la que el rap toma elementos del jazz para enriquecerse. Entonces un sintetizador y una batería pesada llenaron el teatro y salió la banda: Glasper se sentó en los teclados y presentó al DJ, al bajista Burniss Travis y al baterista Justin Tyson.

Foto de Giuliano Ferreira

J Dilla es el productor que hizo que los músicos quisieran tocar como él, como sus beats ¿sabes a lo que me refiero? Mi estilo de tocar tiene mucho de J Dilla. Traigo eso a mi mundo del jazz, para lograr una sensación distinta, una vibra distinta. Y así también la gente que conozco del jazz se conecta con mi mundo del hip hop y la gente que conozco del hip hop se conecta con mi mundo del jazz. Su influencia en mí fue que me hizo querer coger sus samples e interpretarlos con instrumentos, dándoles un giro de 180 grados, eso siempre fue interesante. Definitivamente es una gran influencia desde cómo hacía sus beats y tuve la oportunidad de jammear con él en su casa, él en la MPC y yo en el teclado. Pude entender cómo era tocar con él mientras estaba haciendo beats. Era muy humana su forma de hacer beats, lo llamábamos drunk-funk, un poquito fuera de ritmo.

Las canciones que interpretan Glasper y su trío se extienden, van y vuelven, divagan; o sea que son mucho más que canciones, sino exploraciones de estas y sus límites. Los inicios por momentos son imperceptibles, se revelan lentamente: más que tocar, los músicos acarician los instrumentos. La sensación es acuática por las texturas, pero también por la liquidez de la interpretación y los músicos, que pueden tomar distintas formas, seguir el rumbo que surja en el momento. Queda el misterio de si ellos sí saben a dónde van o si lo estamos descubriendo juntos.

La clave para aprovechar el potencial masivo del jazz en Colombia y el mundo es mantenerlo relevante. Yo lo mantengo relevante porque incluyo en el jazz todas mis influencias, como J Dilla, R&B, hip hop, cosas que están presentes hoy. Y me he relacionado con gente que hace esta música, como Kendrick Lamar, Q-Tip, Common, Mos Def, que son mis amigos. Me mantengo en ese mundo también, me mantengo relevante. Me conocen tanto los del jazz como los del hip hop. Así para mí es más fácil difundir la música hacia todas partes. Hay que mantener las influencias activas.

Foto de Giuliano Ferreira

Glasper es como un mago: dirige nuestra atención hacia un punto y saca un conejo del otro lado para completar el truco. Él y Tyson, el baterista, tocan sin un patrón fijo, se aceleran y se detienen, como haciendo fintas, como si fueran sacudidas sonoras. Glasper se deja ir entre líneas de piano virtuosas y absurdas, a toda velocidad. Una interpretación casi esquizofrénica, como si fuerzas internas estuvieran luchando por el control de los teclados. Se siente como música rizomática y múltiple, que no cabe en una lógica lineal ni jerárquica. Y cuando llegan a un patrón este es hermosamente arrítmico, al estilo J Dilla. Mientras tanto el DJ va mezclando voces: desde el “It was all a dream” de Biggie en “Juicy” al “Afro blue” de Erykah Badu en su colaboración en “Afro Blue” de Glasper. Algunas canciones terminan con un susurro progresivo y otras con una implosión súbita. ¿Terminan?

Siempre que colaboro con uno o varios músicos buscamos encontrar un punto medio, porque, para empezar, por algo me gustó su música. Sea lo que sea que hagan, si colaboramos es porque puedo oír algo de lo que hacen en lo que yo hago, hay compatibilidad. Nunca intento cambiar completamente a un artista, no se sentiría bien. Para mí, tú + yo = lo que sea. Pero siempre intento mantener un poco de ellos, un poco de mí y los junto. Las cantidades varían, según lo que intente hacer. Pero busco que siempre se mantenga la esencia mía y de los demás artistas con los que colaboro.

La atmósfera, con la luz tenue, es la de un jam. Aunque caben cerca de dos mil personas en el Jorge Eliécer Gaitán, bien podría ser un ático bohemio en el que se apeñuscan diez gatos. Quizás por esa atmósfera íntima es que el público, absorto, no sabe cuándo aplaudir, como para no interrumpir la magia; más bien se limitan a cabecear suavemente. Entre los músicos hablan y se ríen, unas horas más tocando juntos y pasándola bien, no es más. Glasper está ubicado al frente de los demás, pero cede el protagonismo, mientras el bajo se mantiene constante como columna: puede ser el mejor jugador sin balón, como rapeó un genio del rap colombiano. Hay algunos problemas técnicos y, mientras Glasper reclama, los demás siguen tocando, hipnóticos e hipnotizados. Nada puede detener la música.

Miles Davis es uno de mis fundamentos. Empezó en la época temprana del jazz en los 30 y cada diez años fue cambiando, cambiaba con la época. Cuando murió estaba haciendo hip hop, en Doo-Wop, incluso Tutu también tenía esa sensación. Si él estuviera vivo, definitivamente estaríamos trabajando juntos, sin duda. Lo que aprendí de él es a mantenerme vivo y a mantener la música viva y respirando. Porque la música vieja sigue ahí… eso lo decía Miles Davis, como “¿Quieres oír las vueltas viejas? Ahí están los discos, ponlos a sonar”.

Foto de Giuliano Ferreira

Una línea de bajo robusta anuncia el cover de “Meat Grinder” de Madvillain, y esta versión suena aún mas psicodélica que la original de DOOM y Madlib. Hay elementos también de “Stakes is High” de De La Soul. Glasper rapea como imitando a DOOM, agrupando sílabas rítmicamente. Luego entonará para la ocasión de una bella balada soul. Es de las pocas veces que su voz se escucha en la noche. Y si bien añade a la experiencia, no se siente imprescindible: la música se defiende sola.

El trap definitivamente es hip hop, solo que es más nuevo y diferente. No siempre tienes que reconocer al boom bap, aunque lo prefiero y me gusta más. Pero no lo hace no-hip hop si no reconoces el boom bap. A Biggie le gustaban otros géneros, le gustaba el trap; hizo música con Bone Thugs N Harmony, eso es trap original, el verdadero trap. Entre 1990 y 2019 hay treinta años, claro que el rap va a sonar distinto. Y en el jazz es lo mismo: el jazz es más viejo que el hip hop y que la mayoría de la música. Debe sonar distinto. La música de los 60 es de hace sesenta años, ¿cómo no va a ser distinto lo que hacemos hoy?

Una voz exclama “¡Black Radio!” desde el público cuando acaba la primera canción y Glasper se ríe y lo señala con aprobación. Más adelante, el DJ Jahi Sundance invitará a los presentes a corear el cover de “Time After Time” de Cyndi Lauper. También anunciará que lo va a mantener sexy, para las damas, y liderará la interpretación de un R&B lascivo y aterciopelado. Luego, Glasper bajará del escenario y se parará entre la gente para contemplar el espectáculo de sus compañeros, tras lo cual volverá al escenario y filmará un solo espectacular de batería de Justin Tyson, quien parecía un pulpo capaz de tocar a distintas velocidades y ritmos al mismo tiempo.

Todo era muy familiar con los Soulquarians. Yo los conocí por Bilal y a él lo recibieron muy bien. Conocí a Bilal en la universidad, y él me llevaba a los jams con The Roots. Erykah Badu y Common vivían a una cuadra de Bilal y yo. Entonces él me presentó a Common y él quería clases de piano, y Bilal le dijo como “mi amigo toca piano”. Y así lo conocí, iba a su casa a darle clases de piano. Y Erykah Badu iba a mi casa y ponía discos de cosas que pensaba que era jazz. Llegaba y era como “¿Esto es jazz? Creo que tiene elementos de jazz”.

Me volví el tipo del jazz en el movimiento de los Soulquarians. Y Questlove me empezó a llamar seguido para tocar con The Roots, toqué con ellos por varios años. Era una comunidad muy unida y tuve la oportunidad de crecer y aprender con ellos. Y eso me marcó a la hora de hacer Black Radio y eso, porque ya conocía a esa gente, como Jill Scott, Erykah… Ellos me vieron crecer, éramos una gran familia. Todos compartíamos mucho. Yo era el director musical de Bilal y le abrimos varias veces a Common y Erykah en sus giras. Fue increíble.

Al final suena “CREAM” de Wu-Tang Clan mientras los presentes ovacionan a los músicos. La gente sale maravillada y comenta lo que acaba de presenciar: el concierto de una de las grandes mentes del jazz del siglo XXI.

Foto de Nano Carulla

¡Gracias a 10 Music por la invitación y la ayuda!

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Santiago Cembrano
El Enemigo

Autor de ‘La Época del Rap de Acá’ y ‘Normas Rappa’ // Antropólogo. Escribo de rap, música y cultura.