Feria de empresarios

María Calabuig Sevilla
El Farolillo
Published in
4 min readMay 11, 2017

Dice Juan Espadas, alcalde de Sevilla, que en la pasada feria se han alcanzado cifras históricas en el turismo de la capital hispalense. Como si nadie se lo hubiera podido imaginar antes. Como si fuera una grata sorpresa para todos. Qué espera señor Espadas, con dos fines de semana de fiesta, que coincidieron con un puente a nivel nacional y otro día festivo de la Comunidad de Madrid.

Este año, según dijo el alcalde: “va a ser una feria de prueba”. Como si desconociera que iban a implicar unas cifras económicas inigualables a los años anteriores para la ciudad de Sevilla. Me temo que la consulta que se hizo del 19 al 23 de septiembre poco tenía que ver con los ciudadanos. Más bien fue una especie de emboscada contra ellos, la excusa perfecta para aparentar que el ayuntamiento escucha a sus votantes y remodelar la feria al antojo de algunos.

Porque, perdonen que lo diga, pero aprobar algo con una participación que no llega al 7% de la población de Sevilla es vergonzoso. Haber tomado una decisión con tan solo un apoyo del 4% (25.000 sevillanos) de los 588.000 habitantes llamados a manifestar su opinión, es un verdadero desastre. Aún no entiendo como el equipo de Espadas y los titulares de periódicos celebraban al día siguiente del cierre de la consulta un “Sí rotundo a alargar la feria”… lo que hay que aguantar.

LA “FERIA LARGA” SOLO ES APOYADA POR 4 DE CADA 100 SEVILLANOS

La esencia de la feria de Sevilla, con estos pequeños cambios, se va diluyendo. Es como si de repente un político llegara al ayuntamiento y decidiera hacer el 51% de las casetas públicas, porque aboga por una feria predominantemente pública. Pues no, señor. Cada feria tiene sus peculiaridades y la de Sevilla es como es. Y no por ello me opongo a que se incorporen pequeños cambios. De hecho, una apuesta muy criticada fue la del montaje de un escenario al pie de la portada, donde se harían actuaciones al aire libre para que todos por igual pudieran disfrutar de un espectáculo de flamenco. Hasta ahí me parece bien, porque no afecta al transcurso de la feria ni al de miles de sevillanos que van de caseta en caseta.

Otra cosa es ya modificar la semana. Cambiar el nombre del tradicional Lunes de Pescaíto por un vulgar sábado, fecha en que dé comienzo la fiesta. Y terminar el sábado siguiente. Nueve días de feria, sin más anestesia que una jarra de rebujito (o dos). Parece que en vez de una feria regional esto se ha convertido en una atracción turística. Que no digo que antes no lo fuera, pero desde luego no con tanto descaro. Desde 1952 no se realizaron más cambios en la estructura de esta cita primaveral (momento en que se produjo la ampliación a un sexto día); entiendo que los cambios se producen con el fin de no variar en la posteridad con tal de mantener la tradición. Los tiempos cambian, es cierto, y las generaciones también. Pero señores, nos enfrentamos a unas fiestas que superan a la semana de celebración. Ni las Fallas de Valencia, ni los San Fermines, ni las fiestas de San Isidro, etc. superan las cinco jornadas.

NINGUNA FIESTA EN ESPAÑA, SALVO LA SEMANA SANTA, SUPERA LOS 7 DÍAS DE CELEBRACIÓN

Los empresarios se frotan las manos. Está comprobado que se llegan a muchos más acuerdos en distendido que en los despachos. Con tantos días, pueden abarcar las reuniones de socios potenciales de todo un año, entre comidas y cenas. Al sector de los taxis también les ha venido bien este cambio (aunque algunos taxistas se dedican a quemar coches de la empresa Cabify, con tanto tiempo libre…). A los sevillanos, pues bueno, la mayoría ni pincha ni corta. Tienen que retirarse antes de tiempo, por motivos hepáticos y bolsillísticos, y quedarse en sus casas escuchando los ruidos de la calle del Infierno.

Sinceramente, creo que es un gran error conformarse con una feria que apuesta más por el turismo y la riqueza exterior que por la tradición. Busquemos mejor crear riqueza a la mayoría de los sevillanos y no solo a unos sectores concretos. Os cuento el secreto de cómo conseguirlo: trabajar más y fiestear menos.

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