Olive Kitteridge o la tiranía de la felicidad

mariano vazquez
El garito de Mareano V. 
4 min readFeb 13, 2015

Lejos de una apología del pesimismo o de un manifiesto por y para la oscuridad, lo que vamos a encontrar en Olive Kitteridge es un fundamento último de la tristeza como forma de vida. Pero no una tristeza que implica estar echado en una cama, respirando gracias a la ayuda de ansiolíticos, sino la tristeza como herramienta para correr el velo de la tiranía de la felicidad, ese modo de vivir superfluo y simplista que no cuestiona nada y sólo vive el día a día, invocando la pose de la felicidad.

Los primeros planos nos sitúan en el instante en que, en medio del bosque, una anciana tiende una manta sobre el pasto, deja las llaves, una nota y empuña un revólver. Esa anciana es Olive Kitteridge. Desde ahí se narrarán los 25 años anteriores, su historia y sus relaciones con su familia y su entorno.

Frances McDormand le pone el cuerpo a Olive Kitteridge, el personaje central de esta miniserie de HBO coproducida por la misma McDormand y por Playton, la productora de Tom Hanks. La miniserie está basada en el libro homónimo de Elizabeth Strout, ganador del Premio Pulitzer de novela en 2009, y dirigida por Lisa Cholodenko.

Cada vez que le toque pasar un mal trago quizás Olive no diga demasiado y sólo se limite a emitir un eructo breve y sonante. Cada vez que Olive se sienta incómoda quizás no haga nada y sólo se dedique a masticar. Cada vez que Olive se sienta amenazada, quizás no haga nada y sólo destine una dura mirada a su interlocutor. O quizás no, y cada vez que le toque pasar un mal momento, se sienta incómoda o amenazada, responda con una agresión filosa que saldrá disparada de su boca. Aunque se quiera, lo antedicho no es una regla general y Olive Kitteridge antepondrá en todo momento la crítica al más mínimo reconocimiento y, en consecuencia, la incomodidad… es para los otros.

Los principales benefactores de sus comentarios ponzoñosos serán su hijo y su marido que con una férrea tolerancia pondrán, en silencio, primero una mejilla y luego la otra, a lo sumo una respuesta tibia y conciliadora que será aborrecida con más mordacidad o con un mutis ignominioso.

Pero Olive no es una mujer malvada, ni una resentida con el mundo que odia a su marido, a su hijo y a todo aquel que se cruce por su vida, sólo es una profesora de matemáticas que aborrece el melodrama, la mediocridad y que se niega a vivir bajo la tiranía de la felicidad. Se autodefine como depresiva por su imposibilidad de ser feliz, pero feliz como esa gente tonta, esa que no sabe qué decir y se ríe o antepone comentarios triviales para evitar silencios incómodos. Es estricta y demanda que se cumplan las reglas heredadas de sus padres, y vive bajo el imperio de una moral que rige para todos los que la rodean, donde la felicidad no es más que una convención con la que Olive no puede vivir.

El quiebre, que sobrevendrá sobre el final, pero que se construirá gota a gota desde el primer episodio, parece sugerir que la tristeza, como modo de vida, pende de los mismos hilos precarios que la tirana felicidad. El final es de una maestría inigualable, tanto por la brillante actuación de McDormand como por la certeza del guión.

Olive Kitteridge es una miniserie emitida por HBO que tiene cuatro episodios de sesenta minutos y cuenta con la actuación de Frances McDormand, Richard Jenkins, John Gallagher Jr. y Bill Murray.

Este artículo fue publicado originalmente en La cueva de chauvet http://bit.ly/1unhNDt

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