Cállate y vuélvete a enamorar

Un diálogo interno sobre el amor y el paso del tiempo

Mariano Morales Ramírez
El hendir de la ventana
5 min readJun 3, 2018

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Cállate y calla las excusas que se te atraviesen por la cabeza al pensar. Cállate para que puedas escuchar el sonido de la vida cuando te descubras capaz de cambiar.

Sucede un día en el que todo se viste de otro color, tal vez de un color que no esperamos, o que no nos guste, pero distinto a lo que sabemos. Un día, tal vez como cualquier otro, sucede que nos cambiamos de ropa, nos vestimos de alcanfor que crece alta entre la maleza y por un momento, podemos interpretar ese instante como una posibilidad de cambio y de renovación; la posibilidad de enfrentarnos a una nueva guerra — que por supuesto trae consigo heridas — y es que el cambio es irremediablemente una forma de perder y de ganar.
Y sí, siempre vas a perder porque para perder antes tuviste que ganar. Para ser feliz tienes que entender que no puedes amar sin sufrir, ni puedes ser feliz si no amas algo que va a hacerte sufrir.

Y es que la vida te presenta tal vez y si corres con suerte, la posibilidad de cambiar. ¡La vida te regala la posibilidad de cambiar, puta madre! Yo no atiné a entender la dimensión de una posibilidad de poder cambiar, de echar a un lado las ataduras, de liberarme de las amarras, de soltar cadenas…

Y sí: es entonces, cuando te reconoces susceptible a sufrir, cuando el alma se afloja y se tambalea; el alma se te quiebra, se te rompe. Lo que un día te hizo fuerte te golpeará las rodillas, lo que un día estuvo claro se tendrá que empañar. Las arrugas de tu cara son la prueba más hermosa de haber vivido. Pero un día todo pierde orden, todo se viste de otro color, uno que no nos gusta, quizá demasiado oscuro, o demasiado gris y entonces sucede esta maravillosa posibilidad de cambiar. Lo sabes cuando un día levantas la cabeza para asomarte entre los escombros y te reconoces más viejo.

(Primera persona)

Vuelvo la vista atrás; hago balance, echo cuentas y encuentro un resumen de mi vida. Mi vida en una oración, en un pensamiento construido una mañana de cualquier día cualquiera. Y todo se filtra y todo converge al salir del embudo en esta posibilidad de cambio, que se amontona frente a mí.

Miro las fotos de ayer, los amores que tuve y perdí, los amores que me perdieron y a los que dañé quizá más de lo que puedo atinar a entender. Miro hacia atrás… ahí siguen las despedidas que me partieron el corazón un día, y ahí seguirán, pero cállate, también reconozco los cambios fatuos — como el corte de cabello, un cambio de talla, incluso la altura — y frente a nosotros, escúchame, puede que tal vez esté al fin ese cambio salvador que por fin acabará con tu letargo y con la tristeza que se amontona en mi cama cada mañana. Quizá esté frente a nosotros esa posibilidad que no nos cuestiona, ni nos pide permiso, y que nos hace débiles ante la imperante necesidad de seguir con una vida rutinaria y escasa de aventuras y locuras, de certidumbre.

Tú ya sabes que yo siempre he tenido miedo a madurar. Nunca me dejes crecer más de lo que pueda soportar un niño a la edad en que aún puede ser feliz y jugar y no pensar nunca en esta posibilidad de tener que cambiar.

Me aterra crecer, me apena reconocerme sensible a la hipocresía del «qué dirán», a someterme a tanto yugo impuesto por los estragos de mi sociedad, a tanta crítica, a tanto prejuicio…
Entonces me pregunto, en el silencio que mi conciencia concede, ¿dónde está la vida que soñé?

La busco, y la encuentro en sueños, en versos, en películas y en libros… pero no la vivo. La encuentro y la reconozco, más no la acaricio, ni la abrazo, y así me quedo: vacío, condenado a la eternidad del segundo que dura lo que tarda en llegar el siguiente. Y así una y otra vez hasta que reconozco al tiempo como mi única condena, nuestra única condena. Es el tiempo quien nos arranca la vida. El tiempo es el único asesino y el único enemigo.

Photo by Osman Rana on Unsplash

Levántate. Levantemos la cabeza para asomarnos entre la zozobra, la contaminación y la inacabable maleza que trae el bullicio de la globalización, y en ese momento reconocemos su impacto en el mundo, sus redes sociales, su hambre y su sed. Sus niños que no tienen qué comer, sus padres que no pueden hacer mucho por quienes aman, tal como te aman tus padres a ti. Pero tú tienes frente a ti la posibilidad de un cambio… y es gracias a lo que dura ese segundo de introspección en que nos sabemos superiores para tomar una decisión, que podemos empezar a levantar la cabeza y enfrentar a quienes nos oprimen, a quienes nos ahogan, a quienes nos quieren hacer tropezar. Te levantarás, si consigues entender cómo funcionan tus miedos, lo vas a lograr, aún con la mirada de tantas cabezas de tanta gente que vigila y vigilará cada cosa que hagas en tu vida.

Los mismos, siempre los mismos. Tal vez, a veces, los mismos son suficientes. Otras veces, puede que los mismos sean nuestras mismas cadenas, nuestras amarras, nuestras ataduras. Date cuenta que frente a nosotros está la posibilidad de hacer un cambio, así como la latente inminencia de limitar miles de cambios que pueden significar un mundo nuevo que se extiende a partir de donde inician tus pies y tus párpados cuando despiertas del sueño y del cansancio.

Y entonces empiezas a ver cómo unas nuevas manos empiezan a buscar las tuyas, y que no importa cuánto tiempo haya pasado, siempre quedará tiempo para detenerse a reconocer el cambio, o su posibilidad. Y que no es de tontos volver a confiar en el amor, sino confiarle al tiempo nuestra vida cuando perdemos a un amor.

Si aún la quieres, ¡caray!, si tienes ganas de oír su voz, ¡entonces llámala! — el miedo siempre, siempre, siempre te hará dudar — lo cual no siempre es malo — pero si se trata de amor, cállate y vuélvete a enamorar.

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Mariano Morales Ramírez
El hendir de la ventana

I teach STEM related courses with AI. I like helping students find and unleash their true potential by enabling opportunities. Former Texas Tech student.