Colapso

Aline Téllez
El hendir de la ventana
3 min readOct 14, 2017

Crónica del día después de nuestro primer beso…

Me miré en el espejo un día por la mañana pensando en lo que deparaba el día, la semana, el mes, lo que resta del año y de la vida.

En el espejo observé las recientes muestras de mi empeño por no dormir, mi gusto por la lectura y una noche entera de llanto. Levanté las manos, que mantenía frías, igual que la mayor parte del tiempo, manos que un día antes habían tocado tu espalda y parte de tu cabello, incluso esas manos habían estado en las tuyas por unos segundos.

Observé mi cintura, que has rodeado tantas veces, que se mantiene firme y que da batalla a la hora de correr para avanzar más en el camino.

En aquel reflejo, pude ver mi cuello, que ha sufrido los estragos de la escritura y la lectura, que obligo a reaccionar cuando el sueño intenta invadirme, pero que se ve recompensado cuando colocas tu cabeza en él, cuando tu respiración se acumula ahí y le da vida.

Pude ver las puntas de mi cabello, que requieren un corte por los estragos de la contaminación y el maltrato de los químicos, esas mismas puntas que le hacen cosquillas a tu rostro cuando me abrazas y no me sueltas.

Delante de mí, había un rostro cubierto de pequeñas manchas ocasionadas por el sol, manchas que me muestran los caminos soleados y cálidos que he tenido que atravesar para estar donde me encuentro.

Mientras me observaba, noté un movimiento clave, retiré mi cabello del rostro, colocándolo detrás de las orejas, que resaltaron para recordarme los estragos de los audífonos que no puedo soltar por las noches pues me ayudan a escuchar palabras de aliento, notas musicales que relajan y, sobre todo, tu voz en días fríos, solitarios y oscuros.

Observé mis mejillas, grandes por demás, que han soportado bofetadas para evadir el sueño y que se acaloran cuando la parte más cobarde de mi ser resurge, pero que se ven recompensadas cuando las acaricias y besas, cuando tu barba y bigote se entierran en ellas y les dejan una sensación de adrenalina y dulce picor.

También me encontré con una nariz recién curada, que, desesperada, buscaba el olor que tanto anhelaba, olor que habías dejado impregnado en mi blusa un día antes.

Casi en la cima, al observar justo frente a mí, contemplé un par de ojos color café que, cautelosamente, se escondían detrás de un par de gafas, en ellos se ocultaba el conjunto de razones por las cuales sigo aquí, debajo de las cuencas se distinguían marcas de llanto, en los párpados una leve hinchazón, en las pestañas maquillaje mal colocado, en las iris mil figuras que denotaban un universo completo, y en la pupila un conjunto de vivencias del día con día, también han sufrido los estragos de la lectura y las largas noches en vela llenas de conversaciones a través de una pantalla.

Un poco más abajo, encontré a los responsables de mi delirio: mis labios, que han sufrido maltratos, sequías, mordidas por parte de mi ansiedad, golpes debido a mi imprudencia y que ha tenido contacto con especies que no han sabido comprenderlos, pero que un día antes fueron los poros por los cuales entró aire en mis pulmones, que chocaron con los tuyos y colisionaron el diminuto espacio entre tú y yo.

Finalmente suspiré y vi mi pecho inflarse, hincharse de gozo y expulsar aire lleno de emociones, un montón de moléculas de risas, pasión, melancolía y felicidad inundaron el espejo.

A través de aquel objeto observé cómo mi pecho volvía a crecer; sería tonto, absurdo y ridículo de mi parte decir que aunque no has hundido tu mano en él y tocado mi corazón, lo has ganado, porque no es tan simple, no es el único que ha sufrido la batalla por seguir caminando, lo ha hecho todo mi cuerpo, todo en mí se ha esmerado por seguir y darle lucha a lo que vendrá los próximos días, meses y años, darle a la vida una forma de guerra en la que los protagonistas seremos nosotros y que no importa cuántas veces nos digan que no podremos lograrlo, que no importa cuántas veces repitas la frase no puedo porque nuestros cuerpos seguirán ahí, nuestras mentes seguirán colapsando la una por la otra y nuestras almas seguirán buscándose para encontrarse una y otra y otra vez.

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Aline Téllez
El hendir de la ventana

Orgullosamente UNAM, Escritora con cuchillo, lectora sin límite, viajera incansable, comunicadora de lo bueno, soñadora siempre, empedernida fangirl.