Fríos vientos

Aline Téllez
El hendir de la ventana
3 min readMay 8, 2018

A los que tienen un amor a distancia…

Los kilómetros son medibles, nos indican cuánta distancia hay entre un lugar y otro, cuánto se debe recorrer para llegar a un destino, la distancia que hay entre uno y otro corazón que se anhelan con desesperación y cuánto espacio debe uno recorrer para llegar hasta los brazos del ser amado.

Las carreteras se realizaron para llegar seguro y fácilmente a un lugar, para evitar caminos peligrosos y prometer que los viajeros invertirían menos tiempo, para asegurar un arribo cerca de los que quieres, para que el tiempo se acorte mientras ansías una palabra de quien te espera.

Los paisajes que se ven durante el viaje regalan momentos memorables y canciones que acompañan la travesía, paisajes que anhelas observar tomado de la mano de alguien mientras entonan la misma melodía.

El sol nos ve desplazarnos por la tierra, nos da calor para llenarnos de energía pero también nos da sed, sed para beber de esos labios que nos esperan, la lluvia anuncia que el camino es difícil pero que vale la pena, porque el frío que se siente con ella es para valorar el abrazo que tendremos tan pronto nos encontremos con esa persona.

El viento nos impulsa a nuestro destino y agita los cabellos en compás de los pasos y los kilómetros que recorremos, nos llena de vida y vuelve a darnos los ánimos suficientes para romper esa distancia. Ese mismo viento que estará ahí cuando, tomados de la mano de la otra persona, nos lleve por nuevos caminos.

Porque nos convertimos en viajeros cuando perseguimos un sueño, cuando queremos romper con esa distancia entre dos corazones que se quieren y extrañan constantemente, porque nos mueve algo más que un sentimiento, algo más que simple coincidencia o el simple destino.

Somos viajeros por algo más que recorrer kilómetros y carreteras, aún con sol, lluvia y viento, somos viajeros no por los paisajes y las melodías que nos acompañan, sino porque estamos enamorados de alguien que está lejos, de alguien que nos espera en algún rincón del mundo, que hacemos hasta lo imposible por unos segundos a su lado, que aprendimos a querer a pesar de no poder tocarlo, pues nos enamoró más su esencia que su forma física, que nos enamoramos de su forma de ser, no de cómo luce. De lo que es y no de lo que tiene.

Siguiendo el sueño lograremos escapar de esta tonta realidad en la que, los que hemos perdido la razón somos nosotros, porque la distancia y el tiempo quiebran a cualquiera que no tiene la fuerza y el carácter de luchar y seguir hasta el final. Somos los que hemos perdido la razón por alguien que nos quiso más que los que están, por alguien que a través de los kilómetros y los fríos vientos, seguirá ahí hasta el final.

(R.M ❤)

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Aline Téllez
El hendir de la ventana

Orgullosamente UNAM, Escritora con cuchillo, lectora sin límite, viajera incansable, comunicadora de lo bueno, soñadora siempre, empedernida fangirl.