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En ocasiones mientras estoy a punto de dormir, en ese último momento antes de perder el conocimiento la oscuridad me transporta a mi antigua habitación, a la casa de mis padres, y me imagino que ellos se encuentran en el cuarto de junto y no mi romie.

Me imagino que al despertar escucharé la voz de mamá, tomaré café mientras veo algún programa matutino junto a ella.

Me imagino que estoy en casa, que todo sigue igual, el patio verde, el árbol de aguacates y el jardín de mi madre, todo estará ahí estará ahí al despertar, que mis perros moverán la cola al verme y podré acariciar a mi gato.

Que no han pasado los años y que mi madre no está envejeciendo. Que no tiene arrugas nuevas desde la última vez que la vi, que su rostro no tiene esa preocupación por saber de mí, por mi lejanía. Imagino que soy muy feliz ahí y que mi madre es eterna, que mañana será otro día más en el que veré a mis padres, que los abrazaré, y disfrutaré aún más de ellos.

Imagino que la felicidad está con la sonrisa de mamá. Que la felicidad está en la comida de ella, en ese abrazo y en su voz, que la felicidad es sentarme en el sofá mientras hacemos nada.

Abro mis ojos, y nada es real, estoy a cientos de kilómetros en una casa que no es mi casa. Corriendo tras mis sueños, haciéndome una vida que obliga a reinventar lo que llamo hogar.

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El que a nacido para escribir, escribirá.
El hendir de la ventana

Escribo porque no sé morir de otra manera… Intento seguir muriendo entre mis letras, aunque esta vida me absorba y robe el alma.